La filosofía, a menudo, ha reivindicado su papel de auxiliar central en el proceso de reflexividad de las ciencias sociales. Con este post, comienzo una serie que pretende incidir en lo contrario: cómo las ciencias sociales son un util indispensable de claridad en la propia actividad filosófica
LA UNIDAD DEL PENSAMIENTO HUMANO
Merleau-Ponty("Partout et nulle part", Signes, Gallimard, 1960) se preguntaba, siguiendo a Hegel, si el pensamiento no occidental merecía la dignidad de ser tratado como filosofía, o era, sin embargo, una “inmensa literatura pesante”. La respuesta del filósofo francés consistía en cuestionar el etnocentrismo de Hegel que medía todo el pensamiento con el marco del nuestro.
Bien: Randall Collins (Sociología de las filosofías) responde como Merleau-Ponty –es decir: fuera de Occidente hay filosofía- y adopta el método de Hegel –esto es: juzgada con unos cánones comunes, la creación es estructuralmente similar en Japón, China, la India y Grecia-. Por tanto: cuando los seres humanos se ponen a pensar y lo hacen sostenidamente en el tiempo y de manera creativa tienden a pensar lo mismo. Y no se trata de una tesis filosófica más (“universalista” frente a las “relativistas”) sino del resultado de un proceso de comparación que recrea páginas y páginas de erudición apabullante. La prioridad de Grecia, justa, en la historia del pensamiento, explica Collins, es que las redes de creación filosófica estuvieron funcionando más generaciones (12), mientras que los acontecimientos externos (la base económica y política del pensamiento) impusieron detenciones previas en Japón, China y la India. Es, se me concederá, una tesis antropológica de un cierto calado.
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