Siglo XXI publicará próximamente —seguramente a comienzos del año próximo— la gran obra de Jean-Claude Passeron El razonamiento sociológico, cuya traducción, notas críticas y presentación a la edición española, preparo desde hace un año. Respecto de la filosofía de las ciencias sociales, no es cuestión de decir si el libro es mejor o peor que otros: es completamente diferente. Lo es porque pocos filósofos competentes y eruditos —en la historia del pensamiento filosófico sobre las ciencias— dan la impresión de conocer con excelencia qué es investigar en lo concreto: con comparaciones históricas, con observación etnográfica, con argumentación estadística. Passeron reúne esas dos posiciones. En mi opinión, después de leer este libro, no cabe seguir escribiendo sobre epistemología tal y como se escribe normalmente. Si se tuviera la gracia y el descaro de Ortega, darían ganas de recomendar que se haga ciencia, se haga literatura o se opte por callarse la boca.
«El razonamiento sociológico está condenado a mezclar la semántica del relato histórico con la gramática del modelo experimental. Es un razonamiento compuesto, mixto, que no puede articular enunciados surgidos de descripciones semánticamente heterogéneas más que un razonamiento natural, cuyos conceptos sólo adquieren fuerza de descripción y de explicación científica más que en una descripción «ideal-típica». No puede haber una formulación plenamente lógica del paso entre un razonamiento formalizado y un razonamiento natural, ya que únicamente es formalizable la coherencia lógica y que, por definición, la relación de un sistema formal a un sistema natural, es decir de una lengua artificial a una lengua natural, no puede definirse en un sistema formal.
El razonamiento natural debe, en las ciencias sociales, componer una cadena de aserciones que no continúan siendo sociológicamente descriptivas si pierden su significación histórica: por tanto los contextos de tales aserciones son heterogéneos. Únicamente pueden ofrecer una presunción. Nunca, en una «presunción» nos enfrentamos con una «conjunción lógica» de la verdad de proposiciones más simples, ya que no se puede, en las aserciones finales de las ciencias sociales, asociar aserciones más que aceptando perder —y cada vez más a medida que la aserción se hace más compleja— en la suma de los poderes explicativos de cada una de ellas. En cada articulación de un razonamiento sociológico complejo se introduce una aproximación semántica porque las pertinencias asertóricas de sus proposiciones son y permanecen heterogéneas. Se añadirán siempre, para enunciar una generalidad tipológica o una regularidad sociológica, constataciones heterogéneas, unas cualitativas o etnográficas, otras surgidas de la comparación histórica y otras que proceden de tablas o series estadísticas y así con el resto. El razonamiento sociológico que monta en una cadena estos elementos de prueba, sirviéndose de la indexación de sus tipos sobre contextos diferentes, es forzosamente un razonamiento lógicamente impuro. El sociólogo, que lo usa más que los investigadores de ciencias sociales particulares, conoce tan bien la impureza lógica de sus razonamientos, que se ha fabricado dos dobles para huir de sí mismo: el metodólogo y el teórico. En un personaje, se invita a liquidarse a sí mismo amonestándose. «Hay que hacer cualquier cosa para alcanzar la impecabilidad de las operaciones lógicas, si no se quiere renunciar a saber de lo que se habla». En el otro, se olvida en majestad: «Heme aquí buscando en un modelo universal, sirviente fiel de una verdad transhistórica sobre el altar del cual no dudaré en inmolar la historia historiadora». Algunos mezclan los dos sueños corriendo detrás de un matrimonio imposible: ¿no se podrá un día, gracias a la labor estadística o al cálculo lógico, fabricar proposiciones que tengan estatuto garantizado de verdad universal? ¿Por lo que podría deducirse todas las estrategias eficaces en todos los escenarios posibles? ¿El ordenador no podría inferirlos en lugar del investigador, procesando gracias a un programa de inteligencia artificial, bancos de datos que sólo tendría que alimentar?»
Jean-Claude Passeron, Le raisonnement sociologique, París, Albin Michel, 2006, pp. 162-163.
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