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Reseña de Filosofía y sociología en Jesús Ibáñez en el nº 10 de la Revista Española de sociología

He aquí la reseña de Francisco Vázquez en el nº 10 de la RES

Más allá de lo que pueda sugerir su título, este libro no es sólo una monografía sobre la trayectoria intelectual de Jesús Ibáñez. Se trata al mismo tiempo de un ensayo sobre la conformación histórica de la sociología española como disciplina. Por último, el texto ofrece instrumentos muy válidos para diagnosticar el origen de las debilidades creativas que aquejan al mundo intelectual español en general. Con todos estos ingredientes reunidos se puede afirmar que el trabajo reseñado está condenado a convertirse en referencia ineludible para todo futuro ejercicio de “reflexividad” en la sociología española.
La factura casi narrativa –se sigue en cierto modo la estela del orden cronológico- y la amenidad de este ensayo pueden hacer olvidar su potente armadura teórica y metodológica. Es una investigación en el ámbito de la sociología de los intelectuales, inspirada libremente –esto es, sin dogmatismos ni corsés conceptuales- en las contribuciones de Pierre Bourdieu y de sus discípulos, por un lado, y en las sugerencias de Randall Collins, por otro. Se advierte también la impronta de la microsociología norteamericana (Erwin Goffman y Howard S. Becker en particular) y, por encima de todo, los desarrollos del método histórico-crítico planteado por Spinoza en su Tratado Teológico-Político.
Algunos de estos mimbres ya podían advertirse en el anterior trabajo de Moreno Pestaña, dedicado a la sociogénesis del pensamiento de Foucault. En este caso las herramientas se aplican al análisis de la historia intelectual española en su decurso más reciente. Este cambio de registro implica asumir una serie de riesgos nada desdeñables. Los fieles de la sociología crítica pueden recibir el libro como una agresión oportunista –a rebufo de las Imposturas Intelectuales de Bricmon y Sokal; los próceres de la sociología cuantitativa pueden saludarlo con una sonrisa cómplice y benevolente; por fin un lector de Ibáñez se arrepiente de sus pecados y solicita el retorno a la sensatez empírica.
Todas estas acogidas olvidan sin embargo lo esencial. No se trata de un alegato ni de una denuncia sino de un estudio con otro temple (non ridere, non lugere, neque detestari, sed intelligere) que se apoya, para empezar, en la propia voz de los colaboradores más allegados al pensador pasiego. Este recurso a las fuentes orales se completa con el despliegue de un vasto repertorio de testimonios escritos: las obras de Ibáñez (incluidos textos inéditos e informes de difícil acceso), memorias y biografías de personajes de la época, recuerdos de compañeros y discípulos recogidos en textos de homenaje, monografías sobre instituciones y revistas del momento, y un amplio muestrario de las fuentes intelectuales de Ibáñez, en particular de las españolas (orteguianos católicos, intelectuales falangistas), tan olvidadas por los comentaristas.
A partir de este corpus y del background conceptual y metodológico ya mencionado, Moreno Pestaña emprende un estudio genético y comparativo referido tanto a la trayectoria intelectual de Jesús Ibáñez como a la historia de las ciencias sociales entre la postguerra española y el final de la Transición democrática. Las hipótesis formuladas conciernen a estos dos niveles de análisis y la prueba administrada le permite al autor realizar algunos descubrimientos dignos de mención.
En primer lugar, en el libro se reconstruye, no sólo lo efectivamente sucedido en la trayectoria de Jesús Ibáñez, sino los itinerarios alternativos que virtualmente se habrían franqueado de haber variado las circunstancias concomitantes. Es lo que Lucien Febvre denominaba el “sentido de lo posible”, virtud que cifra la excelencia de una indagación histórica al captar la dimensión de la incertidumbre. En segundo lugar, la ubicación del recorrido estudiado en la dimensión intergeneracional de las redes intelectuales, permite poner al descubierto filiaciones raras e inesperadas. Así sucede por ejemplo con la epistemología “postmoderna” de Ibáñez, cuyas raíces se detectan en una crítica de la ciencia y en una sociología del conocimiento de matriz católica, formulada en plena postguerra y que tiene como protagonistas al Padre Lázaro, Zaragüeta, Zubiri y Javier Conde. Finalmente, se ofrece un instrumento para ponderar las condiciones que restringen o estimulan la “autonomía creativa” en el terreno intelectual. Moreno Pestaña utiliza esta herramienta para evaluar, correlativamente y en cada una de las etapas de su trayectoria, la relación del potencial creativo de Ibáñez con su grado de consagración institucional (jerarquía académica) e intelectual (reconocimiento de los pares).
La secuencia cuasicronológica del ensayo, recorrida en los trece capítulos que lo componen, reconstruye el habitus intelectual de Ibáñez a partir de las distintas capas que lo han ido conformando. Comienza (capítulo 1) con la génesis de las disposiciones primarias, forjadas en el medio familiar (hijo de madre soltera en el entorno de los pequeños propietario rurales del valle del Pas). A partir de aquí se pueden distinguir tres grandes conjuntos. El primero (capítulos del 2 al 6) examina la inserción formativa de Ibáñez entre los años cuarenta y cincuenta, en el contexto del falangismo intelectual que predominaba en la Facultad de Ciencias Económicas y Políticas, donde estudió, y en el Instituto de Estudios Políticos, al que estuvo muy vinculado. En esta época las ciencias sociales comenzaban a adquirir un prestigio que sin embargo no las libraba de la dependencia respecto a disciplinas más venerables, como el Derecho y sobre todo la Filosofía. Uno de los hilos conductores del libro intenta mostrar de qué modo este principio de dominación institucional de la sociología por la filosofía fue interiorizado por Ibáñez y convertido en un duradero rasgo de carácter, hasta el punto de reprimir una brillante carrera de investigador empírico para la que el impulsor del “grupo de discusión” se encontraba plenamente capacitado.
Después de una extraordinaria descripción de la atmósfera propia del Colegio Mayor César Carlos, vivero de las élites políticas e intelectuales del postfranquismo y la Transición, fuente de inagotables recursos sociales para el protagonista del libro, se analiza la implicación de Ibáñez en la fundación del FELIPE y su detención a raíz de los acontecimientos de 1956. Se abre entonces una segunda serie de capítulos (entre el 7 y el 10) donde se comienza examinando la experiencia del sociólogo pasiego en la investigación de mercados (desde 1958) y se explica su particular invención técnica: el grupo de discusión. El resto de este bloque se dedica a rastrear la emergencia de un polo crítico, encabezado en cierto modo por Ibáñez, dentro de un campo sociológico español dominado cada vez más por la referencia a las técnicas de la sociología norteamericana. El grupo de “críticos”, defendiendo una ciencia social de perfil frankfurtiano y emancipatorio, cristalizó en torno a CEISA a finales de los años sesenta; junto al maestro sobresalía el trabajo de gente como Alfonso Ortí y Ángel De lucas. Se rastrean sus propensiones intelectuales, las propias de una bohemia intelectual estrechamente ligada al izquierdismo sesentayochista. Comenzaba a insinuarse la gran división, entre cualitativistas y cuantitativistas, que estructuraría el universo sociológico en años venideros.
Los tres últimos capítulos (del 11 al 13) constituyen un ceñido escrutinio de la obra de Jesús Ibáñez, especialmente de sus textos Más allá de la sociología (1979) y Del algoritmo al sujeto (1985). Aquí está la verdadera piedra de toque de una sociogénesis de la sociología. El envite es simple: ¿puede la lectura sociogenética de las obras explicar cosas que la lectura estrictamente teórica o internalista no explica?. Moreno Pestaña pasa la prueba con éxito; basta con comparar su análisis de los textos con el comentario interno propuesto por Pablo Nacach en su monografía sobre Ibáñez. Éste se detiene en desentrañar el particular bricolaje conceptual concertado por las obras del sociólogo –a base de Foucault, Baudrillard, Lévi-Strauss, la cibernética, el psicoanálisis lacaniano, etc. Aquél pone en relación las tensiones internas de estos combinados conceptuales con el espacio de alternativas teóricas que imperaban en la sociología de la época; deslinda los distintos mercados que oficiaban como otros tantos destinos para estos textos y pone al descubierto las homologías entre las estructuras conceptuales, los dispositivos institucionales, las posiciones en el espacio social y las tomas de posición en el ámbito político. Entre las dos obras de Ibáñez que se han mencionado, esto es, a partir de su acceso a la cátedra en 1983, se advierte una gradual deriva heideggeriana que eleva al sociólogo hacia las cumbres de la epistemología postmoderna haciéndolo transitar desde la sociología crítica hacia la crítica de toda sociología. Su mejor herencia –la que pervive en Alfonso Ortí y Ángel de Lucas, continuada hoy por Luis Enrique Alonso entre otros- es la que permanece en el primer paso y se resiste a dar el segundo, ateniéndose a los protocolos de una modernidad e ilustración críticas. En la conclusión que cierra el libro se advierte el emplazamiento de ese tránsito final en la trayectoria global de Ibáñez y en relación con las distintas formas de consagración (institucional, intelectual, autonomía creativa). En esta coda final se pone al descubierto la relación entre el socioanalista y su objeto. En la necesidad compartida, la que reestablece a Ibáñez en su horizonte de posibilidades y de rebote lleva al analista a toparse con sus propios límites, surge una experiencia de amor intelectual (lo que Spinoza denominaba el amor intellectualis rei) que es una forma renovada y más perfecta del amor sensible por la obra del genio.
Francisco Vázquez García
Universidad de Cádiz
Francisco.vazquez@uca.es

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