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Mostrando entradas de marzo 16, 2008

Mesa redonda en Madrid

"El legado de un maestro. Homenaje a Manuel Sacristán" Fecha: 24-03-2008 Hora: 19:30 horas. Lugar: Salón de Actos del Ateneo de Madrid, calle del Prado, nº 21. Presenta: Francisco del Barrio (Presidente de la Sección de Ciencias Jurídicas y Políticas del Ateneo de Madrid). Intervienen: José María Ripalda: Filósofo Político y Catedrático en la Facultad de Filosofía de la UNED Francisco José Martínez: responsable de la sección de Pensamiento de la FIM y profesor la Facultad de Filosofía de la UNED Manuel Monereo: Exdiputado del Congreso, Politólogo Iñaki Vázquez Álvarez: (coordinador junto a Salvador López Arnal de la publicación “Manuel Sacristán. El legado de un maestro”)

Un libro coordinado por Javier Ugarte

El objeto de estudio de “Una discriminación universal” no es exactamente la vida de los homosexuales. Tampoco se centra en la visión que tenía de ellos la España franquista, periodo que comienza con el final de la Guerra Civil en 1939 y podría decirse que concluye en 1977, cuando se promulga la Ley para la Reforma Política. La finalidad del libro consiste en conocer cómo se construyó la homosexualidad en aquellas décadas, en cuanto categoría de pensamiento a la vez que fenómeno social. Se trata de indagar en los dispositivos que desde ámbitos como la teología, el derecho, la psiquiatría, etc., tejieron una matriz en la que se insertó esa orientación del sexo y el afecto. Es sabido que la construcción realizada no dejaba resquicios para otra actitud que la condena y la persecución. Si algunos homosexuales encontraron comprensión en su familia o amigos —lo que, dados los patrones morales de aquellas décadas, sería excepcional—, esa actitud derivaría de las virtudes y sensibilidad de quie

Max Weber y los resultados electorales

Tras una tarde de lectura de análisis sobre los resultados obtenidos por IU me ha venido a la cabeza una frase de Max Weber. Lo único que puedo decirles es que cuando en estos tiempos de excitación que ustedes no creen “estéril” (la excitación no es ni esencialmente ni siempre una pasión auténtica) veo aparecer súbitamente a los políticos de convicción en medio del desorden gritando: “el mundo es estúpido y abyecto, pero yo no; la responsabilidad por las consecuencias no me corresponde a mí, sino a los otros para quienes yo trabajo y cuya estupidez o cuya abyección yo extirparé”, lo primero que hago es cuestionar la solidez interior que existe tras esa ética de la convicción. Tengo la impresión de que en nueve de cada diez casos me enfrento con odres llenos de viento que no sienten realmente lo que están haciendo, sino que se inflaman con sensaciones románticas. Esto no me interesa humanamente y no me conmueve en absoluto. Es, por el contrario, infinitamente conmovedora la actitud de