Ir al contenido principal

Reseña de David Teira de Filosofía y sociología en Jesús Ibáñez

Siendo todavía estudiante de licenciatura, una de mis primeras lecturas sobre metodología de las ciencias sociales fue una compilación de textos que Jesús Ibáñez preparó para la revista Anthropos, acompañando un número monográfico que a su vida y obra dedicó la misma publicación en 1990. En España era ya posible entonces acceder a traducciones de algunos de los autores que acabaría definiendo el canon filosófico sobre el análisis de las ciencias sociales, tal como lo recogerían los numerosos manuales que aparecerían dentro y fuera de España en las dos décadas siguientes. De ahí la perplejidad de un lector desavisado como yo ante un Ibáñez que se declaraba un genio y cifraba su genialidad en descubrirnos e interpretar autores tan esotéricos en su matemática (¿social?) como su muy querido George Spencer-Brown. Esotéricos, al menos, si lo comparamos con la sobriedad de la teoría de juegos analizada, pongamos, por Jon Elster. Afortunadamente, Ibáñez publicaba también una autobiografía intelectual que ayudaba a entender la singularidad de sus recomendaciones, explicando la formación autodidacta de su criterio en un paisaje universitario desconocido para los lectores de mi generación. Uno de ellos, José Luis Moreno Pestaña, revisa hoy la vida del sociólogo pasiego para explicarnos, algo mejor que el propio Ibáñez, su peculiar originalidad.

La perspectiva de nuestro autor tiene la virtud de su generalidad: intenta analizar a Ibáñez como antes analizó a Foucault, aplicando principios generales que extrae, por un lado, de la sociología del conocimiento (principalmente Bourdieu, pero también Randall Collins) y, por otro lado, de filósofos clásicos como Spinoza. Aunque Moreno Pestaña siente simpatía tanto por el propio Ibáñez como por su obra, no es discípulo suyo. Tiene educación y experiencia profesional como sociólogo, pero como profesor universitario de filosofía puede distanciarse de las disputas gremiales sobre la significación de Ibáñez. Quizá esto introduzca un sesgo distinto, pues el análisis de Moreno Pestaña nos presenta al Ibáñez más filosófico, apoyándose, no obstante, en el gusto de éste mismo por la especulación.

El libro, en realidad, no aporta demasiados detalles sobre la vida de Ibáñez y principalmente contrasta su propio testimonio de 1990 apoyándose en otras publicaciones y en algunas entrevistas (se diría que pocas para la complejidad de la trayectoria de Ibáñez). La genealogía que ensaya Moreno Pestaña es fundamentalmente intelectual: se estudia la gestación de su obra a partir de las instituciones y los autores que contribuyeron a alumbrarla. Así, en los capítulos 2 y 3 reconstruye brevemente lo que se enseñaba y se podía leer en la Universidad que frecuentó Ibáñez y encuentra un antecedente insospechado de sus argumentos en el uso filosófico de la física que propone Zubiri. Ibáñez continuaría aquí sus argumentos (como también los de Ortega) sobre cuál sea el alcance del conocimiento científico a la vista de resultados como los de Heisenberg o Gödel. Aunque Ibáñez se apoyase en autores franceses, su conclusión no sería muy distinta: si ni la matemática ni la física pueden agotar cuantitativamente nuestro conocimiento de la realidad, mucho menos podrá la sociología.

Tras repasar brevemente la evolución política de los colegiales del César Carlos, el paso de Ibáñez a la investigación de mercados y cómo desarrolla los grupos de discusión (caps. 6-7), Moreno Pestaña aborda la constitución del campo sociológico español (caps. 8-9). Como bien muestra el autor, Ibáñez tenía partidarios dentro del gremio que finalmente aseguraron su cooptación a una cátedra de métodos y técnicas de investigación. Pero Ibáñez quiso contribuir elaborando teóricamente su experiencia con los grupos de discusión frente a sus adversarios políticos e intelectuales (principalmente, la sociología norteamericana). Para escapar así al materialismo marxista y a la tradición analítica anglosajona, Ibáñez acudiría, según nuestro autor, al postmodernismo francés. Su originalidad radica en que conectaría así con la generación filosófica dominante en nuestro país, recuperando, además, temas de su propia educación de postguerra. No obstante, Ibáñez presentaría su crítica de la sociología cuantitativa apelando a la autoridad de físicos y matemáticos, es decir, sin excluir su propia disciplina del ámbito científico. Y todo ello sin renunciar ni un tono político subversivo ni a la posibilidad de seguir realizando estudios de mercado.

La combinación de todas estas perspectivas en los textos de Ibáñez produjo resultados conceptualmente muy oscuros, pero su éxito, según Moreno Pestaña, radicaba en que públicos muy diversos podían encontrar ecos satisfactorios de sus propias ideas. Y apreciar, además, la dimensión oracular que gradualmente fue adquiriendo el discurso de Ibáñez (caps. 12-13) al perder su contacto con la práctica sociológica y volcarse enteramente en la especulación. Para nuestro autor, Ibáñez degeneró en un “importador de grandes nombres” sin la originalidad creativa que antes le daba a su pensamiento el trabajo empírico y su propio nomadeo social.

Es muy probable que un uso más sistemático de archivos y entrevistas matice muchos de los episodios de esta sociogénesis que nos propone Moreno Pestaña, aunque no aporte novedades radicales (a juzgar por lo que se viene publicando, se diría que Ibáñez ya lo contó todo y sólo queda interpretarlo). En cuanto a la valoración de su trabajo, todo dependerá, en realidad, de si surgen discípulos con la envergadura suficiente para poder recuperar algunas de sus ideas y reivindicarlo (y no sólo recordarlo). Quizá esto llegue a suceder, pero de momento se diría que su obra es más un episodio más de la Historia del pensamiento español que del debate sociológico internacional. Y, por eso, en algún sentido, la principal contribución de Moreno Pestaña es ofrecer una nueva perspectiva metodológica al Hispanismo filosófico.

No obstante, me gustaría señalar al menos un problema abierto para esta perspectiva: la singularidad de Ibáñez no es enteramente distinta de tantos otros “pensadores heterodoxos del mundo hispánico”: el propio Zubiri, pero también Agustín García Calvo o Gustavo Bueno, por poner sólo dos ejemplos del mismo periodo que Ibáñez. Autores carismáticos cuya obra desafía las convenciones disciplinares y, pese a su originalidad, se van desvaneciendo por falta de eco más allá de su círculo inmediato. El concepto de campo parece pensado para analizar las oposiciones intradisciplinares en el ámbito académico, pero ¿puede decirnos algo sobre los repetidos fracasos de nuestros ensayistas más creativos para ser discutidos por alguien más que sus amigos? Bourdieu nunca tuvo que preocuparse demasiado de este problema, pero cualquier sociología del intelectual español inevitablemente tendrá que enfrentarlo.

Comentarios

José Luis Moreno Pestaña ha dicho que…
Véase mi intercambio con David en
http://mobilibus.blogspot.com/2009/04/jose-luis-moreno-pestana-filosofia-y.html#comment-form
Pablo ha dicho que…
He comentado esto en el blog de David Teira, pero la segunda parte era para ti,Jose Luis, asi que te la dejo tambien aqui. Estoy muy interesado en tus trabajos de sociologia de los intelectuales, y no me importaria intentar ese analisis en forma de la polemica Sacristan-Bueno que reclamabas hace poco en una reseña de un colectivo sobre Sacristan.

"David:
Aprovechando esta entrada, me gustaría saber como se puede conseguir un texto tuyo que citaba Jose Luis (perdonar las familiaridades) en su libro sobre Ibañez. Supuestamente era un enlace para internet,pero tecleé la direccion y me dió error. Era sobre sociologia y ciencia media, creo recordar. El titulo, por cierto, me ofreció la pista de que conocias la obra de Bueno,algo poco habitual en sociologos jovenes, asi que busque articulos tuyos en El Basilisco y efectivamente, alguna relacion había.

Sobre la influencia de bueno mas alla de Oviedo, el año pasado tuve como profesor de Teoria sociologica Clasica a un discipulo suyo, mejor dicho de Juan Bautista Fuentes...nada mas llegar a clase y al escuchar las referencias que introducía en su discurso estaba esperando a escuchar el nombre de Bueno, que a partir de ese momento practicamente no dejó de sonar practicamente en todas las clases. La otra cara de la moneda, el profesor de Cambio social me dijo que "ya estaba viejito" y el de Sociologia de la Educacion directamente le llamó "demente" (yo me fuí de clase, porque ante esa tesitura...)

Vamos, que, en general, en la UCM, sección Sociologia, es efectivamente un "riesgo" y un desprestigio mentar a Bueno. Al fin y al cabo para muchos estudiantes es "el del Gran Hermano", o peor aun, "el del PP"...

Respecto a su "círculo", he estado en varias jornadas de filosofia (asi, en abstracto, que diria el) y practicamente eran de materialismo filosofico. Como el propio Basilisco, que ha cambiado su subtítulo ("Revista de Filosofia, Ciencias Humanas...") por el mas directo de Revista de Materialismo filosofico. Y sus conferencias nunca dejan de ser interesantes, pero ultimamente tira mucho por el lado comico (es un decir) y mucho público, me da la impresión va a verlo para conocer al personaje.

Para Jose Luis:

Me gustaria obtener informacion sobre el proyecto que llevais a cabo en Cadiz sobre "Intelectuales y Calidad Democratica"...He intentado muchas veces buscar informacion via internet y no he podido.
Y mas alla de ello felicitarte por el libro. Quise preguntarte in situ sobre el mismo y sobre tu proyecto de investigacion cuando viniste a Madrid, pero ante tanto profesor tampoco vi el momento. Lo que mejor recuerdo de la presentacion fue la disputa que mantuviste con el profesor Recio, que te acusaba de "no haber entendido a Ibañez" y "de haber intentado clausurar una obra abierta, viva etcetc"....perdoname el cotilleo pero yo sufri a ese profesor (a Recio) y tire un año de "analisis del discurso" a la basura.

Un saludo a ambos."

Entradas populares de este blog

¿Qué es un foucaultiano?

Intervención ayer en Traficantes de sueños durante la presentación de Foucault y la política   ¿Quién es un buen lector de Foucault? Es uno que no toma de Foucault lo que le viene en gana, sino el que aspira a tener por entero el espíritu de Foucault “porque debe haber el mismo espíritu en el autor del texto y en el del comentario”. Para ser un buen lector de Foucault, un buen foucaultiano, deben comentarse sus teorías teniendo “la profundidad de un filósofo y no la superficialidad de un historiador” Es una broma. En realidad, el texto anterior resume "¿Qué es un tomista?", un texto del insigne filósofo de la Orden de predicadores Santiago Ramírez, y publicado en 1923. Pero los que comentan filósofos, Foucault incluido, siguen, sin saberlo, el marco de Ramírez. Deberían leerlo y atreverse a ser quienes son, tal y como mandaba Píndaro. El trabajo filosófico, desde esta perspectiva, consiste en 1.        Se adscriben a una doctrina y la comentan mediante par

La totalidad como programa de análisis

Un trabajo coescrito con Nuria Peist Rojzman ha salido publicado en el monográfico de de la Revista Izquierdas consagrado a Lukács. Puede leerse aquí el conjunto coordinado por Violeta Garrido. En el trabajo situamos a Lukács en diálogo con Fredric Jameson y Juan Carlos Rodríguez y pretendemos reivindicar un modelo de análisis aplicable a la investigación en filosofía social.

¿Qué había y qué hay en la habitación 217?

  Hace unos días, El País publicaba una entrevista con Stephen King. Encontramos lo que ya muestran sus novelas: un hombre profundamente norteamericano, poco engolado (por eso escribe tan buenos libros) y muy de izquierdas, que le pide a Obama pagar más impuestos. La entrevista promociona la salida de Doctor Sueño , en la que se nos muestra el periplo de Danny Torrance, el maravilloso protagonista de El resplandor . Stephen King detestó la celebrada versión que Stanley Kubrick hizo para el cine. En ésta, un escritor frustrado, Jack Torrance, completa su locura en un hotel que, según parece, lo atrapa, nadie sabe muy bien por qué razón. King se lamentaba de la elección del actor, que comunicaba su morbidez desde la primera mirada. Para cargar más la degradación, Kubrick llenaba de detalles escabrosos la película, todos destinados a convertir a Torrance en un demente. El prototipo del criminal podrido, absolutamente y sin remisión (unicamente le falta un empujoncito), tan qu