El otro día el diario Público comentaba que la derecha había tomado la universidad. El análisis de la noticia tiene tela marinera. Todo el trabajo de información que se había realizado era en la Complu y uno de los principales argumentos de la información era la dificultad de acceder a las cátedras. Un día nos explicará la redacción de Público en qué parámetros de qué izquierda se sitúan el madrileñismo y el promocionismo (y ¿no estábamos por un cuerpo único?, ¡si es que soy de una izquierda muy antigua, jolines!).
Conste que, dado que me he quedado en el pleistoceno del discurso universitario de la izquierda, me parece bien que haya catedráticos y que lo sean los colegas más valiosos (de izquierdas, centro, derechas, estóicos o béticos, hasta madridistas y schopenhauerianos, eso es lo de menos).
En cualquier caso, para mí resultó interesante comentar la noticia, aunque sólo sea porque entre algunos amigos es ya costumbre comunicarnos nuestro disgusto con algunos aspectos (no todos, ni muchísimo menos) de la vida universitaria y con el rumbo que toma. (Aunque sea consuelo de tontos, el mal compartido es más llevadero, oye.) ¿Por qué? Por la falta de compromiso docente (todo el mundo considera de mal tono dar clase donde se saca poco para el currículo personal), por la ausencia de vida democrática (el carrerismo se compone mal con el conflicto y la democracia supone el conflicto) y por el comportamiento no menos instrumental de cada vez más alumnos, sin más interés que el aprobado -cuando no la nota alta- fácil y búsqueda de un patrón al que ser fiel, algo que la enseñanzas tipo Bolonia está acentuando.
¿Pasa eso, porque la izquierda pierde la universidad, como dice Público? La respuesta sería positiva si la militancia en alguna organización de izquierda, o la autoadscripción ideológica a la "izquierda", supusiera automáticamente el combate honesto contra las lacras mencionadas.
En mi trayectoria académica, he conocido gentes de la izquierda moderada, la casi radical y la ultrarradical y, desde luego, no todos se caracterizaban por una práctica de la profesión docente, o una actitud como estudiante, comprometida contra lo mencionado. Algunos, muchos sí. El asunto es que también he conocido gente de centro y de derecha –dadas mis creencias, nunca nadie de extrema derecha, pero quizás porque excepto en mi infancia, me he cruzado con pocos- de la que podría decir lo mismo.
Así, pues: el campo semántico de “izquierda” (enfrentado a "derecha"), ¿se corresponde con la defensa de lo público y con la lucha contra la apropiación privada de los espacios públicos (por medio de sectas, camarillas, grupos de interés, gorroneo sistemático, uso mezquino del poder como alumno o profesor, etc.?) En absoluto. La defensa de lo público, y la ética que le va asociada, depende de que las instituciones y los sujetos se consideren vehículos de una ética universal –la kantiana, con la corrección de Durkheim, obviamente, es una de sus formalizaciones mejores- en la repartición de sus tareas, en el trato con los profesores, en la búsqueda de calificaciones, en la participación en las comisiones universitarias, en el compromiso docente etc. Esa ética universal tiene una cierta correspondencia histórica con la tradición de izquierda. Y es verdad: existe una izquierda que tiene en la defensa de lo público y del Estado su seña de identidad. (Pero lo mismo cabría decir de una cierta derecha.) Pero hay otra -ni considero a los simples caraduras, que se dicen de izquierdas porque mola y si molase se dirían hasta de los davidianos- que amparada en aseveraciones metafísicas (todo es un instrumento del poder, por tanto yo puedo hacer cualquier cosa, porque tengo la bula de formar parte de los oprimidos, o de los que saben que todo es una argucia del poder y bla bla bla), se cisca sistemáticamente en lo público. Sólo algo menos que los peores neoliberales.
Lástima que Público, un periódico que me gusta leer, no lo vea.
PD: Si los parámetros utilizados fueran otros referentes, más o menos ligados a la izquierda, por ejemplo feminismo o ecologismo, según mi experiencia, tampoco tendrían relevancia para reflejar automáticamente una ética de lo público. Pertenezco a una generación de izquierdas que creció soñando con los nuevos movimientos sociales. Pero para nada.
Comentarios
Yo creo sencillamente que un cierto grupo tiene un amigo en la redacción de Público o algo similar.
Por otro lado, los profesores que hablan no podrían con lo que dicen traicionar más su propia posición en la academia, o peor aún, en esa facultad particular o en su propio departamento (lo suficientemente cómoda para jugar a ser los "chicos malos" y "críticos").
P.D.: Este el artículo anterior al que me refería, que también da para analizar:
http://www.publico.es/espana/343076/jovenes-afrancesados
Sí, Javier, el artículo tumba para atrás, qué trabajo de terreno más profundo, qué conclusiones más fundametadas.
Dejémoslo que llega el invierno y me pongo melancólico...
Por cierto, magnífico blog, Javier.