Bret Easton Ellis es un escritor impresionante y sus novelas valen más, para comprender donde vivimos, que muchos estudios científicos o que muchos supuestos ensayos filosóficos. Como cualquier novela, la recreación del pacto de lectura tiende a imponernos como universales lo que no son sino experiencias particulares. En cualquier caso, Ellis tiene la virtud de hacer novelas políticas sin dar lecciones sobre los malos y los buenos (en España, el máximo exponente de ese vicio didáctico es Muñoz Molina) y de plantear problemas filosóficos sin subirse a la parra especulativa (algo que lastra, hasta volverlas pedantescas, las novelas de Houellebecq). Lunar Park continúa con la antropología de las clases dominantes y de su mundo disciplinado, vacío y envuelto por el medio terapéutico. La novela tiene la virtud de mostrarnos, mejor que otras y sin decirlo explícitamente, una de los efectos más inquietantes —da en el clavo tratándolo en la lógica del terror— de la ideología neoliberal : l