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Sobre la epistemología del trabajo social


Cualquier intervención en trabajo social supone tres tipos de juicios. Estos juicios están presentes siempre con una grado mayor o menor de autoconciencia por parte del profesional. Estos tres juicios suponen siempre tres puntos de indeterminación permanente en la práctica del trabajo social.
En primer lugar, cualquier práctica de trabajo social se apoya en un juicio acerca de qué es un estado de cosas. Ese juicio puede proceder de las ciencias sociales y humanas (sociología, psicología, antropología, ciencia política...) o de la ideología de lo actores (influenciada más o menos por prejuicios etnocéntricos o sociocéntricos). Puede que dicho juicio científico se encuentre institucionalizado en un dispositivo público, privado o mixto. Por ejemplo, si se trabaja en un servicio para menores inmigrantes, hay una caracterización de la realidad que se tiene por evidente: lo que resulta problemático es la clase de edad de los jóvenes y no la clase social. Lo mismo sucede cuando se trabaja en un servicio de mujeres maltratadas: lo problemático son las relaciones de dominación de género y no los riesgos libremente escogidos por una persona al elegir una pareja.
Alrededor de tales cuestiones, se abre un gran espacio para el debate: acerca de en qué ciencia nos apoyamos prioritariamente (sociología o psicología, por ejemplo), sobre qué escuela dentro de cada una de tales ciencias.
Este primer tipo de juicios se realizan en un espacio de razonamiento científico, a escalas diferentes (sobre una parte de la biografía de un individuo o sobre un grupo social más o menos amplio). Un razonamiento científico en ciencias sociales y humanas supone siempre la comparación de contextos que no son idénticos y que no se pueden controlar experimentalmente. Los conceptos generales deben siempre revisarse en cada ocasión para comprobar si son o no pertinentes o necesitan corregirse a causa de las dimensiones originales de la situación.
En segundo lugar, una acción profesional supone un juicio más o menos consciente sobre la capacidad del actor o de los actores para definir proyectos de vida razonable. En casos límites (caso de una enfermedad mental o de una relación de opresión social), se puede considerar que los actores son incapaces porque dependen de relaciones que no pueden controlar y que anulan su capacidad de reacción. En otras ocasiones, puede considerarse que el trabajo social ofrece servicios materiales y/o simbólicos a actores que tienen la posibilidad de otorgarse proyectos de vida de manera autónoma.
Este segundo tipo de juicios se inscribe en un espacio de razonamiento moral y se mueve entre los polos del paternalismo o la autonomía. Esta dialéctica tiene una relación complicada con los juicios de tipo científico. Por ejemplo, según se comparta una sociología más o menos determinista o más centrada en los recursos del actor se propenderá más o menos a intervenciones paternalistas o respetuosas de la autonomía.
En tercer lugar, y para finalizar con esta definición triangular de los razonamientos en trabajo social, una práctica del trabajo social también es la utilización de un recursos para mejorar un problema o para ayudar a una persona a mejorar su autonomía. El profesional debe juzgar acerca de la utilización más conveniente de los dispositivos de política social realmente existentes. Ahora bien, si el trabajo social se reduce a esta dimensión (sin razonamiento científico o moral serio), en nada se diferencia de las prácticas de evergetismo (por las cuales los poderosos ayudaban a una colectividad).
Este tercer tipo de juicios se inscribe en un espacio de razonamiento político y en éste no faltan los temas que debatir: saber si los dispositivos existentes son o no suficientes, si son positivos o producen efectos perversos.
Razonamiento científico, moral y político: dimensiones siempre presentes en la práctica del trabajo social, se sepa o no, se mediten con rigor o no.



Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Resulta muy llamativa la forma en que se usa la verborrea para engañar, mentir, no decir nada y seguir viviendo del cuento. ¡¡¡Qué bonita queda la cháchara para incautos de los sofistas!!!
José Luis Moreno Pestaña ha dicho que…
Nuestro Sócrates del Albaicín o de la Vega me hace el honor de llamarme sofista. ¡No merezco tanto, soy un pobre enseñante y un modesto investigador! Por lo demás, la verborrea, literal, -en infinitivo-es tuya. ¡Cuánto verbo para no decir sino que me tienes mucha rabia!

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