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Primer encuentro de Tinos de la Fundación Bourdieu





Un seminario internacional, convocado por la Fundación Bourdieu, ha congregado a 20 sociólogos en Tinos, una de las Islas Cicladas –entre las que se encuentra la patria de Homero. En medio de este paisaje bello, rudo y a veces amenazador -a los amantes de La Odisea las evocaciones espontáneas les erizarán el vello- Túnez, Grecia, Egipto, Turquía, Argelia, Italia, Francia, Portugal y España fueron objeto de diferentes análisis presididos por la experiencia de la crisis.



La tesis de nuestro encuentro era que, pese a las diferencias, hay mucho en común sobre la experiencia de la crisis y sobre las formas de resistencia frente a la misma. Grecia, Egipto, Túnez y España han conocido movimientos sociales con repertorios de movilización similares (los ciudadanos de tales países lo sabían y de hecho se coordinaban), con reivindicaciones democráticas comunes y con una composición social homóloga (clases medias cualificadas con una presencia nada despreciable de clases obreras). Pero, como se vio claramente en la discusión sobre Grecia y España, los más pobres en recursos económicos son los que tienen una tasa de supervivencia menor en las movilizaciones y, en el caso de España, en las asambleas.

Sin ser idénticos, existen dimensiones de los movimientos con un claro aire de familia: surgieron por medio de convocatorias relativamente imprevistas y, en ninguna de ellas, los datos estructurales (desempleo, pobreza) tienen un poder predictivo muy alto. La situación en España era la misma el 1 de mayo y el 15 de mayo de 2011 y mientras las primeras movilizaciones congregaron una audiencia raquítica, las segundas, convocadas por una organización desconocida (y muy pronto estigmatizada por quienes se tienen por los verdaderos amigos del pueblo, a pesar de que éste les da escaso crédito) desencadenaron un movimiento de amplitud inesperada. ¿Por qué no sucede lo mismo en Italia, que ha conocido un proceso de modernización neoliberal modélico, que arrasó con una izquierda enorme, y donde también existen organizaciones que intentan animar la movilización? ¿Por qué no en Portugal? Las condiciones materiales de la política se encuentran en las formas políticas de acción, no solamente en el terreno económico o cultural. Por ejemplo, no pueden comprenderse los movimientos sociales sin situarlos en el espacio de movimientos políticos y en las dinámicas que estos imponen a sus militantes. En cualquier caso, las organizaciones políticas, tal y como recordó una especialista en el mundo árabe (con el acuerdo de todos: es una lección básica de la sociología política de Bourdieu) son espacios más o menos cerrados de distribución de capital simbólico, cultural y social entre sus militantes. Esa distribución enmarca su relación con el mundo, lo cual influye en la actitud que sus militantes tienen en las movilizaciones democráticas, ya que su juego se encuentra marcado por la distribución de recursos que realizan interlocutores invisibles en las interacciones cara a cara.



Por lo demás, las diferencias son claras: entre la pretensión asamblearia del 15M y las reuniones en la plaza Tahir o Syntagma no todo es común. La pretensión de producir un sistema organizado de asambleas de carácter permanente, caso de España, unido a una ideología de carácter participativa, no tiene, por lo que se ha podido ver, una correspondencia real en otros países, al menos con la ambición y organizativa -e intelectual- características del movimiento del 15M.



Por otra parte, no todo son movilizaciones contra la crisis. Turquía reúne una eficaz islamización creciente de la sociedad, una política neoliberal y el apoyo masivo a Partido por la Justicia y el Desarrollo. Argelia conoce formas de expresión pública muy limitadas, pese a su desempleo: la expulsión de buena parte de la población al extranjero (las incitaciones del gobierno a salir del país para estudiar y trabajar son constantes) y la ausencia de organizaciones políticas capaces de despertar la confianza de los argelinos, hacen que la “primavera árabe” tenga poco impacto y que el odio a "los Buteflikas" se exprese de manera resignada y cotidiana pero que no emerja en repertorios políticos colectivos. Sin duda, la memoria de la guerra y de las masacres cometidas por ambos bandos no anima precisamente a lanzarse a la arena política.



La salida de estudiantes al extranjero es algo que se extiende con la crisis. De hecho, en ciertas sociedades, los estudios en el extranjero son un requisito implícito para acceder a ciertos puestos en la función pública y en la universidad. La dominación intelectual internacional, explorada con precisión por los intervinientes griegos, se refuerza con la salida de las elites culturales, haciendo perder a los Estados mucho de su control sobre la parte del capital cultural nacional ligada al sistema educativo. La jerarquización educativa y académica entre los Estados se solidifica.



Las reformas en curso incentivan profundamente dicha dinámica que no favorece a los estudiantes de las clases más modestas, dotados de menos recursos para gestionar en su capital humano y con menos capacidad de orientación para elegir los buenos estudios y para medir las consecuencias de su comportamiento escolar. Consecuencias que pueden ser ocultadas por falsas calificaciones que protegen a los profesores de la mala evaluación de sus estudiantes, que se comportan cada vez más según la lógica del cliente. Y es que las reformas neoliberales han aumentado la evaluación permanente de los profesores, tanto por su productividad científica (lo cual cambia radicalmente el modelo de investigación), como por parte de sus alumnos –lo que originado una competición mercantil por tener el apoyo delos estudiantes – que seguramente degrada la calidad de los estudios, incluso a los niveles más altos (Máster). Los mapas universitarios son cada vez más complejos: los mismos títulos recubren realidades formativas muy diversas y dependientes, en lo que concierne a la intensidad y la profundidad de la formación, de contextos locales que requieren análisis muy precisos



En fin, se constata que la miseria aumenta y que la gente se instala en la crisis para periodos largos, tal y como mostraron los grupos de discusión realizados con ciudadanos de Atenas. Las reacciones nacionalistas y xenófobas no son la norma, pero existen y extrañan poco cuando se recuerda el desprecio con el que las instituciones económicas tratan a las naciones. Y, desde luego, la referencia a la nación es insuficiente: la Italia mediterránea y la del Norte existen como realidades materiales diferenciadas, la zona de Ave Valley en Portugal muestra cómo puede constituirse una activa región industrial fundada en una clase obrera rural y en complejísimas relaciones internacionales. La crisis en Ave Valley es permanente desde los 80, debido a reestructuraciones industriales permanentes, que acaba integrando la crisis en la vida cotidiana: el pesimismo o la confianza ingenua en el futuro se convierten en una norma de vida que Bourdieu ya exploró en su estudio sobre los campesinos desempleados en la Argelia de los 60. Comprender las diversas percepciones de la crisis es una condición para comprender las respuestas a la misma.



¿Cómo transformar el trabajo científico en instrumento de movilización, tal y como deseaba Bourdieu, sin firmar el pacto diabólico con el pensamiento mágico, simplista y dicotómico,que levanta a menudo mayores aplausos? Nadie lo sabe, pero si se encuentra un camino empezará por intercambios atentos y exigentes, completamente distintos a esos congresos donde la gente corre, tras leer su intervención, como alma que lleva el diablo de la gestión económica de la vida académica -con su inevitable contribución al pesimismo sobre el sentido del trabajo intelectual. En Tinos no ha sucedido nada de eso, lo que fue una satisfacción para sus participantes. Continuarán los encuentros.


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