En sus excelentes memorias (sobre las que volveré), Sin Ítaca (Madrid, Trotta, 2012), Juan Ramón Capella cuenta lo siguiente. Invitó, durante el franquismo, a Jordi Solé Tura (reluciente de prestigio por sufrir la represión) a una asamblea. Todo el mundo esperaba y Solé no asistía. Capella contactó por teléfono a su mujer y notó algo raro; poco después se encontró a Solé Tura quien le comunicó que no pensaba hablar porque le disgustaba el Aula Magna. Sorprendido, Capella le dijo que de acuerdo, que él lo comunicaría a la asamblea. Solé Tura le advirtió: estaré en el público y si dices eso, intervendré para decir que no me habías invitado. La asamblea comenzó y los correligionarios de Solé acosaron al Capella por reformista, hasta que su maestro de ceremonias los interrumpió y elogió al recriminado. Capella pensó: nunca podré ser un político. Tres son las dinámicas que organizan la escena: primera, la imprevisibilidad del jefe. ¿De dónde surge esa capacidad para mentir? Por un la
"Huíd de escenarios, púlpitos, plataformas y pedestales. Nunca perdáis contacto con el suelo; porque sólo así tendréis una idea aproximada de vuestra estatura." Juan de Mairena/Antonio Machado