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Otra historia de griegos


Hace unos meses comenté las propuestas de Dolores de Cospedal de eliminar el sueldo a los políticos. Ya tenemos la clave, pero antes de caer sobre ella, demos un pequeño rodeo inspirado por Domingo Plácido, uno de nuestros grandes helenistas.

El artículo se titula “Las relaciones clientelares en la evolución de la democracia ateniense” y fue publicado en el nº 12 de la excelente revista Circe (2008). Plácido nos sitúa en los debates de final del siglo V en Atenas. Entonces, se contraponían dos posiciones. La primera empujaba adelante la democratización de la ciudad en una línea que alcanzará su cénit en el siglo IV, normalmente el más despreciado por quienes se obsesionan con la época de Pericles. La segunda, prooligárquica y proespartana, proponía una vuelta a la democracia de los orígenes, esto es, una democracia censitaria, donde solo pudiesen votar los ciudadanos acaudalados. La supuesta democracia de los orígenes era un mito, tras el que se escondía el rechazo a la democracia. Pero no era tolerable decirlo tal cual.

La posición conservadora abominaba de los salarios (introducidos por Pericles para los jurados y posteriormente extendidos a la participación en las fiestas públicas y la asamblea) y del sorteo (culpable, al parecer, de no elegir a los buenos). Era una época donde la democracia (muchos años de democracia, desde el 507) comenzaba a dar sus frutos y aparecían como políticos tenderos y fabricantes de liras. Platón los estigmatizaba como demagogos, pero basta leer a Moses Finley para saber que el único demagogo (en sentido peyorativo de farsante, no en el original de representante del pueblo), en este punto, era el sobrino-nieto del escalofriante Critias (el tío materno de Platón fue protagonista del terrorista régimen de los Treinta Tiranos, impuesto con las falanges espartanas. Tras vencerlo, la democracia perdonó y renunció a la memoria histórica). La tesis conservadora era que quien recibe un salario se convierte en un esclavo del Estado, esto es, la condición de asalariado impide tener criterio propio, cosa que se defendía para todo el cuerpo social.

¿Por qué apostaban ellos? Por las donaciones graciosas de los ricos, las evergesías. Dice Plácido: "Solo el misthós estatal, desde la prostasía [dirección política] de Pericles, estableció  correcciones a la capacidad de los ricos de controlar al dêmos a traves de los sistemas evergéticos de beneficencia”, decía Pericles. El pueblo se volvía demasiado franco gracias al misthós: es la mala demagogia democrática que trasladan la inmensa mayoría de los profesores de filosofía que adoptan, sin quererlo, el sesgadísimo punto de vista de Platón –o de Sócrates, cuya muerte no tiene nada que ver con la maniquea historia que se cuenta: pero no nos salgamos de nuestro tema .

Ya sabemos cuál era el modelo de Cospedal: las evergesías que permitan a los ricos controlar a los partidos políticos y, desde ese punto de vista, toda garantía estatal para hacer política, sobra. Quién brame contra los sueldos de los políticos, ya sabe de qué lado está: en el de Nicias (oponente conservador de Pericles) y en el de sus descendientes hoy.

Hay otro problema. Los dineros públicos no sirven para promover la participación sino, en la mayoría de los casos, para construir redes clientelares desde los partidos políticos. ¡Y con qué criterios! El Psoe tenía como responsable de su Fundación a uno que había recomendado la austeridad para Portugal –que es lo más grave- y luego promocionaba a su chica –que me parece lo menos grave. Y podríamos seguir. Un mapa de vínculos familiares, conyugales y afectivos incorporaría buena parte de las redes que conforman todos los partidos realmente existentes, de la derecha a la izquierda. Son mundos propios, cerrados, cortados de los profanos.  No importan que sean un partido nutrido o un grupúsculo. La lógica de la acumulación del capital político es implacable. No podemos perder a los partidos, pero no podemos encomendarles solo a ellos la participación. En las circunstancias actuales, las subvenciones estatales a partidos y sindicatos no ayudan a la promoción de la participación y, ni tan siquiera, impiden que el capital compre a buena parte de los aparatos. El dinero público debe formar pareja con la transparencia.

El salario estatal para la participación, en Grecia, preocupaba a los ricos porque el sistema se basaba en la rotación de cargos, en la rendición de cuentas y en la elección, por mandatos limitados, única y exclusivamente, de aquellos cargos que necesitaban competencias específicas. El resto de los cargos se sorteaban. Ya me explicará alguien un día porqué los partidos necesitan poner los gerentes de las empresas públicas y no pueden hacerse cargo los ciudadanos de manera rotatoria. ¿Por la cualificación? ¡Anda ya! Quien siga hablando de competencia y cualificación en la mayoría de los campos de la economía o la política que se dé una vuelta sobre el funcionamiento de la Reserva Federal, el FMI, etc. Mulas y Zoé son personas de carrera y con infinitas lenguas, competencias, videoclips y encanto. ¿Son mejores servidores públicos, y hágase abstracción de su ideología, que Cayo Lara?

No dudo que el problema es complejo, pero no menos que el de mantener una democracia con estos mimbres, estos partidos, estos dirigentes y estos modelos de carrera política. Sólo una república que enseñe a ser gobernado, gobernando (la maravillosa e insuperable definición aristotélica de la democracia) puede asegurarse que los dineros públicos permiten la participación popular contra la tenaza oligárquica de las donaciones y de las liberalidades arbitrarias de los ricos.

Para finalizar: quien acabe con las humanidades y la filosofía, acaba con la posibilidad de que esto se conozca más allá de un círculo de iniciados. A mí me parece que esta historia de griegos, es nuestra historia. El tiempo político no es el tiempo del calendario ni el tiempo de las modas. Es muy estable y sus estructuras no cambian. ¿En qué sentido? Buena parte de las opciones políticas forman parte de repertorios ya definidos y, con especificaciones, tienden a reiterarse. Puede haber novedades, pero son menores de lo que parecen. Algún imbécil habla de adaptarse a los tiempos, cuando el problema estriba en saber cómo pasa el tiempo, si pasa, en las variadas esferas de la realidad -la política entre ellas.  

Comentarios

Antonio Campillo ha dicho que…
Pepe, un comentario muy atinado sobre Grecia y sobre el presente, sobre la persistencia histórica de las dificultades que conlleva construir una verdadera polis democrática.
Ann ha dicho que…
"No podemos perder a los partidos, pero no podemos encomendarles solo a ellos la participación."

Por supuesto que podriamos, a traves de asambleas soberanas en cada nucleo social de importancia (calle, barrio, pueblo, barriadasde ciudades...),en donde ni siquiera necesitariamos politicos profesionales. Los ciudadanos serian lso politicos.

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