Abramos el capítulo III del
último libro de Slavoj Zizek (El año que
soñamos peligrosamente, Madrid, Akal, 2013). Las cuatro primeras páginas
nos hablan del Dieciocho de Brumario y
La lucha de clases en Francia, dos
memorables textos de Marx donde este muestra las complicadas coaliciones de
clase que sucedieron en la
Francia de 1848. La quinta página nos introduce de sopetón en
la crisis financiera y en la sexta aparece una fórmula de Lacan 1+1=a (y francamente:
o explica uno un poco su relevancia o se la ahorra). Con ella se nos introduce
en la idea de que, igual que en psicoanálisis, las clases sociales no se
representan la realidad según sus intereses de clase objetivos, sino, como en
sueño, mediante pensamientos desplazados. Cuatro páginas después se nos anuncia
lo importante: las clases populares no tienen siempre posiciones políticas
progresistas, sino que a menudo se encuentran fascinados por políticos
conservadores. Dos páginas después se juntan Lenin y Lacan para decirnos que
Marx no comprendió que el Estado y la política tienen su lógica propia que no
se puede reducir a la base económica. En fin, Zizek entra en polémica con el
progresismo por tres razones (después de una breve referencia al interesante
libro de Thomas Frank ¿Qué pasa con
Kansas?). En primer lugar, los pobres, o las clases populares, tienen
identidades culturales, religiosas, familiares o políticas. No se salen de
ellas para hacer el cálculo de sus intereses y decidir que, ¡ale!, al demonio
su personalidad, sus relaciones y sus deseos que ellos van a pensar como
auténticos revolucionarios, según lo que Lukács llamó la conciencia de clase
atribuida (la que se debería tener si, ¡ay!, se pensara como el marxista dice
que se debería pensar). La segunda idea es que los progresistas, a menudo,
destilan racismo de clase cuando luchan contra el fundamentalismo y el sexismo,
pues con estos se alude a comportamientos de las clases bajas. Sin duda, existe
un feminismo racista como un populismo más elitista que la fiesta punk del
MOMA, pero, en fin, a uno le parece que las
denuncias por violencia de género o la asistencia a cursos sobre sexualidad
femenina no son monopolio de doctorandas sobre teoría Queer (dicho sea con el máximo respeto), sino muchas
mujeres con trabajos modestos o en paro. En tercer lugar, Zizek nos recuerda
que la lógica de la lucha de clases apuesta por la eliminación del adversario,
mientras que la izquierda cultural apuesta por la tolerancia. Por tanto, el
populismo conservador capta mejor la lógica de la lucha de clases que el
antirracismo progresista con sus prédicas de tolerancia. No vale la pena
recordar a Zizek que el comunismo ha inspirado glorias como Stalin o
Sendero Luminoso, porque es capaz de citarlas con orgullo y decirte que tu
reivindicación de la tolerancia es una pamplina burguesa y liberal.
Y así continúa el libro.
François Cusset (French Theory) habló de la parataxia
intelectual y servidor propuso un intento de análisis de la misma en Filosofía y sociología en Jesús Ibáñez.
Parataxia es una figura retórica que subraya los aspectos emotivos del discurso
en detrimento de su lógica. En el libro sobre Ibáñez, señalaba que la parataxia
intelectual aparece cuando se desean captar públicos con lógicas incompatibles.
Hablarles a unos supone excluir a otros, pero se intenta. Eso da al discurso un
enorme poder de sugestión en detrimento de su calidad informativa. No tengo
ningún problema con eso pues el placer de consumir productos exclusivos o exóticos
juega un papel de primer orden en las opciones culturales de la gente –lo mismo
que cuando escogen un vino, un salchichón o un local de moda. Reducir el
discurso a su lógica informativa es imposible.
Zizek introduce fragmentos de
realidad, de cultura popular y con referencias culturales de hipervanguardia. Algunas
veces las conjunta bien y yo soy el primero en disfrutarlas (aunque me cueste
trabajo retraducirlas en otras palabras: pero así somos los consumidores
culturales). En otras: francamente no. Últimamente el leninismo (incluso el stalinismo)
se ha convertido en emblema de distinción de cierta elite intelectual, para mí
banal hasta la médula. Pero sus millones de lectores y de fans piensan distinto:
se duro se ha vuelto muy chic. El programa del primer 15M (pues 15M ha habido
ya varios y no siempre compatibles), nos dice Zizek, lo podría firmar hasta un
fascista pues hablaba de personas y de no someterse a los mercados. Eso le
parece fatal. Podría haber dicho que estaba genial, que eso prueba que era un
movimiento que conectaba con la gente y que no se olvidaba del pueblo llano con
sus creencias conservadoras (es lo que, si yo entendí bien, decía antes). Luego
viene otra cita de Lacan para decir que los revolucionarios buscaban un Amo y
eso se aplica a los indignados (yo no sé, por muchos algoritmos que me pongan,
qué demonios quiere decir eso del Amo: si quiere decir que la gente quiere
referentes se podía emplear una palabra menos bambollas que la de Amo, con su
mayúscula y todo). Pero ¿no se ha dicho antes que los indignados eran gente sin
ideología, nada que ver pues con la gente a la que Lacan hablaba en Vincennes? Luego
salta a Turquía y dos páginas después nos cuenta que en Grecia había asambleas
igualitarias. En España parece que no, porque la autoorganización progresista
desapareció tras la muerte de Franco.
A estas alturas se le cae a uno
el libro. Francamente, este parece resumirse en una consigna: que la realidad
no te amargue una buena cita ni la posibilidad de epatar. Eso no es parataxia.
La parataxia tiene problemas lógicos pero responde a un proceso intelectual auténtico:
comunicar entre mundos incompatibles, por ejemplo, como lo hace muy bien Zizek
en otros libros, entre la alta cultura y el pop. Además, la devoción a citas
que no informan de nada (o que ocultan la realidad: claro que yo hablo de la
realidad como un positivista vulgar) no es monopolio de Zizek, sino que aparece
a menudo en discursos académicamente muy pulidos. No tiene nada que ver con la
parataxia, es simple presunción escolástica, demostración de que el autor
pertenece a una escuela prestigiosa. Su imperativo categórico parece ser: “Colóquese la cita y
que perezca el mundo”.
Comentarios
Lástima que las tareas muy continuas, de largo aliento, en las que ando me impidan visitar con más frecuencia mis queridos sitios del mundo, esos con los que mi vida se va trenzando de manera especial. Y a fe que tu hexis es uno de ellos. Pero los lugares del corazón nunca se me enfrían. Mucho menos aquellos que más asocio con la luz de mucho buscar. Un abrazo. (A ti y a tu firmeza, que algo voy conociendo de ella). Por cierto que ayer estuve con otro polo de mi corazón, Juanma Iranzo, y supe que, al fin, por fin, os habéis conocido o al menos iniciado un contacto. Deciros de mí, porque mi vida ya os aunaba a los dos, casi inevitablemente...
Te decía también que supe ayer por Juanma Iranzo, que habéis establecido ya, al fin, por fin, el contacto al que estabais destinados. Yo, desde luego, os tenía a ambos bien anudados en el corazón: cumplís, con creces, en vuestro mejor ver, la virtud que uno asocia con lo que la universidad debe fomentar, por lo que le es propio, al servicio de la convivencia humana: esa grandeza de alma, generosa, fértil, imperiosamente autocorrectiva, que sólo adquirimos como implacables buscadores de luz y de más y más compañeros de auténtica, imparable e implacable búsqueda. Y ya sé que te has vuelto a cruzar con otra persona en esa zona lamentable de las escoceduras, allí donde uno se las tiene también inevitablemente con la impostura. Salve!
Efectivamente, he conocido a Juanma Iranzo y bien que me alegro porque me planteó cuestiones fundamentales. Es verdad que hay cosas que resulta difícil comprender en nuestro sistema de evaluaciones, pero sirva lo malo por lo bueno, que ya es mucho, haber recibido un comentario de Juanma.
Muchas gracias por los comentarios. El blog tiene ya poco de entretenimiento y se ha convertido en un lugar, sin corsés, de compromiso político y profesional. Saber que me lees con interés le alegra a uno una barbaridad. Espero que nos veamos en el congreso de Madrid y saquemos un rato para estar juntos. ¡Un fuerte abrazo!
No sé qué te parece esto. Me interesa tu opinión.