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Más utopía y menos crítica


Elysium es una buena película de denuncia. Denuncia del separatismo de los ricos (en todos los planos, los ricos lo son), de la etnificación de la lucha de clases (casi todos los pobres son hispanos), de la salida individual a la pobreza (todo el mundo desea trampear para acceder al mundo dorado). Sin embargo, al verla, viene a la cabeza la idea de Zizek (que también las tiene muy buenas): somos incapaces de soñar otro mundo, aunque somos muy capaces de representarnos –indicios que proyectar en el futuro no nos faltan-  cómo se hunde el nuestro. La película salva la situación recurriendo al héroe, a su reserva de sueños infantiles y al amor. Pero deja de responder al problema que presenta: ¿cómo se hace para vivir sin sobrepoblación, con crisis ecológica y con gente habituada a la explotación salvaje y al capitalismo sin reglas de los delincuentes?
El pensamiento crítico se ha vuelto antiutópico quizá por la hegemonía intelectual del marxismo. El marxismo renegaba de las utopías y apostaba por las soluciones concretas surgidas en la lucha, cuando no por la idea mágica de que del mayor mal nacería el mejor bien. Hollywood le sigue en eso, pero en lugar de la lucha de masas espera la redención propiciada por el héroe. Es verdad que Engels, que a mí me parece en ocasiones más profundo que su adorado Marx, pensó en que la dinámica del capital podría enterrarnos a todos, sin sujeto revolucionario ni giro de la historia que nos resguardase.
¿Y si hubiera que cambiar de sesgo? Me explico: la crítica de lo existente está muy bien pero el conservador inteligente puede contestar: de acuerdo, pero, como diría la Dama de Hierro, no hay alternativa. Este es el peor régimen del mundo con exclusión de todos los demás, podría responder Churchill. José María Ripalda (en De Angelis, Trotta) comentó, con excelente criterio, el alcance filosófico de la película Demolition Man: este es el régimen que impondrán los "alternativos" y fijaros… acabaremos todos nostálgicos de Stallone, la comida que engorda y el cáncer producido por el tabaco. Ya sé que era una película reaccionaria pero, desgraciadamente, se basaba en síntomas de la realidad.
¿Cómo se hace frente a lo que se critica? Lo más fácil es ocultarse la escasez de recursos o la bestialización de las relaciones humanas y convertir los límites en cuerno de la abundancia y al capitalismo del lumpen en símbolo de la subversión y del mundo nuevo. Faranduleros para hacerlo no faltan y palmeros sin responsabilidad, tampoco. Pero cabe ser (¿un revolucionario, un reformista…?) serio, con pudor y apostar por programas alternativos, que deberían responder entre otras a estas cuestiones: con los recursos que tenemos y el material humano disponible, ¿qué cabe hacer mejor que esto? ¿Cómo convertir ese programa en alternativa viable y digerible para un conjunto que no puede acordarse en todo (valores morales, fobias, modelos vitales) sin que se desmembre? ¿Cuánto Estado y cuánto mercado y cuánta democracia somos capaces de desarrollar y de soportar? En cada uno de los espacios de la vida la regulación, la competencia y la decisión colectiva son más o menos procedentes. En el terreno ecológico, por ejemplo, la decisión colectiva tiene límites: mucha democracia puede ser suicida. De entre lo que nos parece deseable, ¿cuánto puede soportar el ciudadano realmente existente, ya que hay que excluir un programa de reeducación colectiva?
Las utopías deben tener fundamento en las cosas. Las asambleas griegas tenían un dispositivo constitucional que permitía condenar a los demagogos (y si persistían, les podía ir muy mal), a los que se aprovechaban del desfallecimiento (previsible, inevitable) de la atención colectiva para colar lo contrario de lo que ya se sabía que no se podía ni se debía hacer. Hoy resulta imposible algo similar y debemos resignarnos a admirar cómo una sociedad técnicamente tan pobre, tan siniestra en algunos parámetros, reunió tanta inteligencia colectiva. Si en vez de crítica, pidiésemos utopías, formuladas con claridad, podíamos, sin embargo, desanimar a los demagogos: bien, de acuerdo, esto está mal: ¿qué hacer para que sea viable algo distinto? ¿Qué puede torcerse en el camino? ¿Cómo se convence a los renuentes? ¿Los vas a convencer o los vas a vencer? ¿Con qué fuerzas? ¿Con un 51% de los votos? ¿Cómo tratamos al 49%, si se enquista? ¿Negociamos y cedemos o nos imponemos? ¿Con qué órganos de coacción? ¿Cuáles? ¿Se puede asumir ese coste?
Sin responder a esas preguntas, todo programa político es un bluf y debería penalizarse, con la desatención, a quien lo propone. Mientras no nos apliquemos a eso, solo nos queda soñar con el héroe que nos salve del infierno. No va a venir.  
 
 
 
 
 

 

Comentarios

Ana A ha dicho que…
El héroe no va a venir, desde luego, pero hay que ver las condiciones reales en las que estamos. Lo que me parece más viable y realista es concentrarse en objetivos concretos de justicia al alcance de cada uno.
Quiero decir que visto que de revoluciones de verdad no sabemos, y aquí haría falta una buena, lo factible es luchar por cambios posibles.
Aplaudo las iniciativas ciudadanas de la hipoteca, o de las preferentes o cualquier otro intento aunque sea en el propio barrio o lugar de trabajo por la dignidad y la justicia.

Hay mucho tramposo suelto, mucha puñalada trapera y del aprovechamiento personal, poca o ninguna de lo que "a todos interesa o a la gran mayoría".

Lo difícil y básico sería cambiar esa mentalidad pillastre y que da réditos por otra, pero vete y hazlo...Sobre todo con los ejemplos en las élites con los que contamos. Y no sólo las élites que están todo el día a la vista, a niveles más modestos.
Hay que acotar el campo de acción.
José Luis Moreno Pestaña ha dicho que…
Ese programa es el único posible y lo hago mío. Pero como señala Alejandro Estrella necesitamos imaginar con más William Morris y con menos Orwell.
Anónimo ha dicho que…
La necesidad de caminar,
de aún no conociendo la de-mocracia luchar por ella. La utopía como alimento.

Os dejo el imprescindible testimonio de un pueblo, el griego, cercano a nuestras realidades. Y me quedo con las últimas palabras.

http://www.youtube.com/watch?v=wPLrA9uJC98

El amante imanginario
Anónimo ha dicho que…
Elysium y la utopía. pero es un poco complicado en éste tiempo de capitalismo salvaje. Porque como dice el filósofo y genuíno Alba Rico (¿Lo conoces?)somos a la par transmisores, beneficiarios y damnificados en el imperio de la cultura occidental. Más exactamente, de nuestra "civilización" capitalista. El espectador, el consumidor, el turista, el inmigrante, el artillero, el banquero. (Alba Rico, 2007)

Cada vez más rápido la obsolescencia del hombre (G. Ander) va acrecentándose, del humanismo, de la cualidad humana, afectiva, llamemosla como quieras. La tecnologización y la mercantilización de cada segundo destruye y mucho. Los efectos de cambio van arrasándose, a pesar que la PAH y otras iniciativas den esperanza, la hegemonía se desvanece.

Gracias José Luis por tus reflexiones,
Amancio.
José Luis Moreno Pestaña ha dicho que…
Sí, conozco (no personalmente) y leo a Alba Rico. Y en lo que dices, suele ser de mucha ayuda.
Muchas gracias a ti Amancio por tu comentario
José Luis
Anónimo ha dicho que…
Para mí las preguntas más inquietantes hoy son:

¿Hay posibilidad hoy de acumular méritos permanentemente y competir para ganar sin perjudicar a los demás?

¿Bajo éstas dinámicas hay posibilidades de ejercer la virtud pública o queda como dicen algunos autores para el reducido mundo de la intimidad, debilitada hoy tb. por las invasiones bárbaras?

Gracias, JL,
Amancio.
Anónimo ha dicho que…
Podrías responder a mis cuestiones,
muchas gracias JL,

Amancio
José Luis Moreno Pestaña ha dicho que…
Hola Amancio,
Ls respuesta es que sí. Competir en sí no es malo y no tenemos otro sistema para definir nuestra excelencia. La propia y la ajena. No hay ninguna relación entre competir y no tener ética. las competiciones son un lugar donde se muestra precisamente la calidad moral del que compite con y por reglas justas
Estoy separado del blog un tiempo. El trabajo y la familia me rquieren.
JL
Anónimo ha dicho que…
Pero esa competición no deja tiempo y espacio mínimo para comprender, atendernos y atender a las personas que tenemos alrededor.

De otra, personas como Ángel de Lucas, George H. Mead y otros muchos, entregados a sus clases e investigaciones no creo que pasaran hoy por el marco meritocrático de excelencia.

Mariano.
José Luis Moreno Pestaña ha dicho que…
Así es Mariano. La universidad actual exige que la vida entera, o casi, se supedite a la competencia institucional y académica. Como sucede con otras ocupaciones de elite promueve una consagración completa.
El modelo humano que traduce es el de la división social del trabajo, según la cual un hombre o mujer solo vale lo que vale en su especialidad. Ángel de Lucas a quien conocí y aprecié muchísimo, tenía otro concepto de la vida. Para que ese concepto de la vida, no económico, trenzado en múltiples actividades, pudiera tener éxito deberíamos luchar contra la hiperespecialización (¿desde qué criterios?: yo propongo la concepción orteguiana de la universidad) o desconectarnos de la carrera y pagar las consecuencias -Ángel hizo las dos cosas. Mi preferencia de primer orden sería la lucha contra ese orden y la de segundo orden asumir la competencia, ya que la lucha en soledad es absurda, dentro de reglas. Por diversas razones no recomiendo ni practico, aunque admiro, la desconexión de la carrera. Pero el problema me preocupa como al que más

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