La revista Sociología histórica consagra su número 2 a un monográfico coordinado por cuatro personas de nuestro grupo de investigación: Jorge Costa, Francisca Fernández, Juan Núñez y José Luis Bellón. El monográfico continúa parte del trabajo desarrollado para el seminario Campo político/campo filosófico y permite comprobar las dimensiones de nuestro esfuerzo colectivo que incluye profesores de Chequia, Francia, Reino Unido y España. El monográfico reúne cuatro generaciones de investigadores (la de Gérard Mauger y Lois Pinto, la de Francisco Vázquez, la que encuadra a José L. Bellón, Johannes Angermuller y a mí y la de Francisca Fernández, Juan Núñez y Jorge Costa). El número se enriquece con la aportación (intelectualmente hermana) de Álvaro Castro y el texto de María Luisa Rodrigo y Raquel Guzmán.
En este número presento el artículo de Goffman que me sirvió de inspiración cuando comencé a trabajar. El artículo ha sido traducido por José Luis Bellón. La idea de las tres formas de consagración surgió de la lectura de este texto: para comprender cómo se consagran algunos debe uno comprender también las razones por las que otros se hunden; además, alguien hundido desde un punto de vista, puede ocupar una posición de privilegio desde otro. La experiencia del fracaso determina la ansiedad por el reconocimiento; el reconocimiento logrado, en ocasiones, se parece muy poco a los ideales del individuo. La pluralización de las formas de reconocimiento y de consagración, por otra parte, deriva de una experiencia sociológica banal: si quieres comprender al que le va bien y las razones por las que le va bien, pregunta a uno que tiene todas sus virtudes (o más...) y le va mal. Como suele suceder lo socialmente banal, al pasar desapercibido, siempre es más profundo intelectualmente que lo pretendidamente sofisticado -nombre éste que le damos a la banalidad con ínfulas exclusivas y excluyentes.
Comentarios
Si le añades la particularidad de la dictadura franquista, más obstáculos.
Siempre lo lejano parece mejor, no nos sabemos los intríngulis de los paises. Pero tanto caínismo, afán destructivo del que se percibe mejor como aquí es difícil-
Yo veo a los, por elegir alguien, los alemanes, un Gadamer contemporáneo más o menos de estos relajado en su universidad. España en la misma época para las carreras académicas era un sinvivir. Predominaba la camarilla sobre la excelencia del candidato. Tenemos tantos casos no sólo en filosofía. Pienso en Castilla del Pino.
De todas formas al leer los propósitos de Sacristán para remontar parece un hombre "perdido", con la valía de su mente, es inaudito, que un hombre así acabe sin saber para donde tirar.
Y la trayectoria del García Borrón de la impresión de que "jugaron" con él, un poco de burla. Penoso para los burladores.
De mujeres que intentan carreras académicas mejor no hablemos.
De todas las cosas interesantes que retratas, sólo el hecho de que se minusvalore a alguien por "ser positivista" da idea del nivel tan bajo intelectual en el que nos hemos movido. Es difícil remontar todos estos "dispositivos culturales". Se tiende a reproducir lo que se ha vivido
Pero está muy bien que des publicidad y hables de estas trastiendas de manera sociológica, necesitamos conocer nuestra realidad mucho más que los textos canónicos de la filosofía.
PD: En "La norma de la filosofía" indico todo lo que queda por hacer sobre las mujeres y lo mucho que hay en los archivos. Quien me lea, ¡que le dé caña! Yo lo haría pero estoy cansado.
Lo que quería decir: vence el fascismo en su versión nacionalcatólica, vuelta al siglo XVII con lo que nos había costado medio poner al el país a tono, la facultad de filosofía de Madrid antes de la guerra tenía nivelillo. Y esa guerra y sus consecuencias entre otras muchas cosas fue contra la intelectualidad. Se produjo "el atroz desmoche". Se fue decididamente a cargarse a la intelectualidad del país. El dictador los despreciaba, la caterva de eclesiásticos que lo jaleaban tenían un complejo de inferioridad ante Unamuno y Ortega que no podían con él. Los intelectuales son un peñazo, pero al fin y al cabo son los que piensan, y es fundamental su rol en la sociedad.
El pensador que no estaba muerto se exilió. No conozco yo país con el que me gustaría compararme que haya sufrido ese "desmoche". Y esta falta de creme de la creme del pensamiento y su sustitución por tanta mediocridad, tanto examen patriótico y tanto brazo en alto pasa factura. No se puede improvisar pensamiento, reflexión, filosofía.
Todavía en 1970 en España había una cadena televisiva y dominada por uno de los grupos más talibanes del régimen, que procuraban que todos se fueran a dormir con la "meditación " hecha.
Todavía en mi infancia, había gente en Pamplona que se iba a Hendaya al cine, a comprar revistas porno, chocolate y café. Envilecimiento del pueblo. Libertad y para qué sirve, palabras prohibidas.
Por no hablar de que cuando yo hice la carrera de filosofía con los talibanes, ya había muerto Foucault, medio estábamos sacando del purgatorio a Kant. Hasta entonces solo Tomás y Aristóteles eran nuestros guías.
A eso me refería con las peculiaridades hispánicas.