El trabajo de Adriana Razquin Mangado nos permite responder a tres
preguntas.
Primera, nos ayuda a saber cómo surgió el 15M. La cuestión es importante
porque como ella muestra las disputas sobre la creación del 15M sirvieron para
legitimar las posiciones de grupos diversos. Pero el 15M surgió por el
encabalgamiento no planificado de series de movilización heterogéneas.
Heterogéneas porque agrupaban a sectores políticos diferentes, incluso
antagónicos y que encontraron un punto de engarce común: el rechazo a la casta
política o a la banca. Es el primer relato de conjunto, con niveles de
precisión desconocidos. Puede que se mejore, seguro que se mejora, será con él
y a partir de él.
Segunda, nos ayuda a saber qué fue el 15M. Un movimiento que supuso la
irrupción masiva y sostenida de profanos en la vida política.Por razones
descritas con precisión, esa irrupción molestó a quienes jugaban en el campo
político, pero también a quienes se oponían a él. Un movimiento popular, nos
explica, no es un movimiento social. Un movimiento social, en nuestra época
(antes fue distinto) tiende a ser
otra cosa: es una red de personas y grupos, más o menos conectados o desgajados
del Mercado y el Estado, que pelean por representar a los excluidos y también (ese también es básico: son
una cosa y la otra) se disputan entre sí por monopolizar la luchas de oposición.
Tales peleas consumen un enorme tiempo de su actividad y acaba generando
enormes tendencias centrípetas. Las coordinadoras, los encuentros, las redes de movimientos sociales
suelen ser agrupaciones de múltiples colectivos sostenidos por un grupo
reducido de militantes que, a menudo, sostienen varios a la vez o pasan de uno
a otro. Con el tiempo, el 15M fue recuperado por los movimientos sociales que
le preexistían a costa de incluir a algunos profanos en sus propias estructuras.
Pero también de hacer imposible la continuidad de la mayoría de los que se incorporaron masivamente a la política.
Tercera, nos ayuda a comprender cómo se sostiene una asamblea amplia y cómo
se vacía. Una asamblea se sostiene cuando muchos tipos de personas desean
participar y encuentran una oportunidad para que sus recursos, su saber, su
idiosincrasia, su tiempo, su cultura merezcan atención y acogida. Y se vacía
cuando solo personas con un alto grado de especialización política tienen los
recursos, el saber, la idiosincrasia, el tiempo y la cultura para ser atendidos
y admirados. Puede que alguno de los primeros entren dentro del conjunto
formado por los segundos. Siempre serán muy pocos.
Con estas tres respuestas, la tesis de Adriana Razquín permite prever, si
es que prever se puede, tres dinámicas.
Primera, si surge otro movimiento masivo será porque trascienda las
divisiones normales del campo político. El campo político, en sus posiciones
instaladas y en sus posiciones opositoras, es incapaz de acoger a gente. Por
razones complejas, no necesita a los demás, aunque quienes en él participan, a
menudo sinceramente, se pasen el tiempo diciéndolo. El campo político, de
defensa del régimen y de lucha por el monopolio de la oposición, necesita estar
poblado por pocas personas porque, de lo contrario, éstas no podrían acceder a
los bienes políticos en situación de monopolio. Como decían los demócratas
antiguos (y recoge Aristóteles en su impresionante Política), es un campo aristocrático (porque solo permite la
participación de los que considera mejores ciudadanos) e incluso monárquico
(porque promueve la obediencia, la fascinación, el entronizamiento del mejor
ciudadano, del líder, del caudillo. Así veía, injustamente Tucídices a
Pericles: un monarca de hecho. Hoy también constatamos, en los procesos que se
dicen democráticos, enormes tendencias oligárquicas y monárquicas). Los críticos
antiguos de la democracia pretendían, porque eran gente sincera y clara, poco amigos de la confusión retórica, restringir
formalmente la participación solo a algunos ciudadanos y establecían censos.
Los aristócratas modernos no quieren serlo pero el conjunto de su actividad
consiste en ampliar su propio espacio de poder procurando que muy pocos entren
en él.
Segunda, las asambleas pueden existir y sostenerse con algunas
condiciones. Es falso que la dinámica del campo político sea una especie de maldición
natural a la que deberíamos adaptarnos. Pueden existir formas gratificantes y
eficaces de participación popular masiva. Deben, para eso, ofrecer recompensas a
formas diversas de pensar, de hablar, de aportar, de vestir o de estudiar –o de
no estudiar. Serían asambleas que privilegiarán la participación de mujeres y
de personas con ocupaciones al margen de la política. Serían asambleas donde el
cuidado común sería más importante que el conflicto y donde las divisiones
políticas se relativizarían. Es posible que nunca más existan asambleas con
participación masiva durante tres meses (como las del 15M) o más. Si existen
serán así, tendrán mucho de eso. De lo contrario serán agrupaciones de elites militantes y culturales
que manejan bienes políticos de oposición. Pero no asambleas populares.
Tercera, la tesis de Adriana Razquin Mangado muestra lo importante que es
hacer sociología en serio y que ésta puede hacerse de manera artesanal, la
puede hacer una persona sin más recursos que sus manos, su esfuerzo y la
amistad de algunos compañeros de investigación y de sueños. Esa ha sido toda la
ayuda que ha tenido Adriana. Pero cuando se tiene voluntad, inteligencia y
gente con la que discutir sinceramente se tienen tesoros. También enseña que
conocer la realidad cuesta mucho y exige salvar muchos obstáculos: el primero,
el más correoso, el más difícil de solventar, consiste en escribir sin complacer
a aquellos con los que uno se codea, a aquellos a los que se quiere, con los que uno se identifica, porque una parte de la propia identidad, una parte del propio yo, está allí, con ellos. Ese esfuerzo, angustioso, son cargas que
el individuo se impone para ser fiel a lo que considera la verdad. Poco a poco, y es el gran placer de quien ha podido
acompañarlo, el esfuerzo “se torna trabajo atractivo, [se convierte en] la
autorrealización del individuo, lo cual no significa que se convierta en simple
diversión, simple entretenimiento. En realidad, el trabajo libre, por ejemplo,
el de composición [de una gran obra], exige, a la vez la seriedad más terrible
y el esfuerzo más intenso”.
La cita procede de Carlos Marx, de los Grundrisse. La emplea Jon Elster
para ilustrar la gran enseñanza de Ulises: debemos restringirnos para ser
libres y para crear algo. La libertad sin autodisciplina encalla ante lo
primero que le seduce –que suele ser lo peor. Acabo con Ulises. En la época de Cervantes, cuando
se quería disculpar un fallo, se decía “también Homero dormía”. He vuelto a
leer esta tesis y no sabría decir en donde “también Adriana dormía”. Puedo
decir: aquí no estoy de acuerdo con Adriana, pero no aquí se dormía. No sé qué
pensarán lectores menos amigos de Adriana. Espero que este enorme esfuerzo se
publique pronto y sea muy discutido: por el bien de la sociología y de la
filosofía comprometidas con los valores científicos y con lo que estos puedan contribuir a la
democracia radical.
Si nuestra sociedad no tuviese un lugar para que gente con la seriedad y
la autodisciplina de Adriana investigue y enseñe es un desastre oscuro. Que
nuestra universidad haya juzgado con tanta seriedad, simpatía e inteligencia esta tesis significa que
no todo está perdido.
Comentarios
Difícil el arte de la política, en España con el individualismo y afán protagonismo personal característico de nuestra idiosincrasia. En todos los niveles de organización que conozco salvo excepción,sé que son pocos, acaba imperando la ley del macho alfa, que suele ser la ley del que más sucio juega.
Felicidades a Adriana Razquin si su trabajo es tan bueno como dices.
Y estoy de acuerdo en que sigue valiendo para cualquier trabajo "científico" o "intelectual" lo de muy amigo Platón pero más amiga la verdad