Ir al contenido principal

Genealogía de la casta. Sobre el libro de David Van Reybrouck "Contre les élections"



Tocqueville, que no era mal observador, describía las elecciones de la siguiente guisa: los individuos no atienden a otra cosa y le consagran enormes esfuerzos, los políticos se convierten en demagogos, sacrificando el interés público a los cálculos electorales, las intrigas y los comportamientos facciosos se convierten en la norma. Las elecciones, por tanto, requerían un enorme dispendio de energía, tendían a nublar el juicio político y generaban una moral sectaria.
Sin embargo, al reflexionar sobre los jurados sorteados, anotaba: exige a los hombres ocuparse de los asuntos públicos, contribuye a su formación cultural, permite la vinculación entre los instruidos y los profanos, entre los abogados y los dependientes de comercio. Es, concluía Tocqueville, “uno de los medios más eficaces de los que puede servirse la sociedad para la educación del pueblo.
Tocqueville escribía cerca de la gran transformación política. Hasta entonces, hasta las revoluciones americana y francesa, la elección era un procedimiento para aristócratas, para discernir el mejor entre un grupo de privilegiados por su saber o sus cualidades. La democracia se articulaba por el sorteo, lugar de elevación cultural, de ejercicio de la virtud cívica.
David Van Reybrouck (Contre les elections, Actes Sud, 2014) selecciona con tino ese fragmento de La democracia en América y nos recuerda que nadie, ni en las revoluciones francesas o americanas, soñaba con proponer una democracia. Instituían repúblicas de las que debía mantenerse alejado al populacho. Los revolucionarios admiraban a la estable Esparta de Licurgo (Luciano Canfora lo explica en Ideología de los estudios clásicos) y no a Atenas. El libro de Reybrouck se añade a una larga lista de trabajos sobre el sorteo, que se abrieron con el clásico de Bernard Manin (Les principes du gouvernement représentatif), continuaron con el importantísimo trabajo de Yves Sintomer (Petite histoire del’expérimentation démocratique. Tirage au sort et politique d’Athènes à nos jours), todos los cuales se sustentan en la magna obra de Mogens Hansen (The Athenian Democracy in the Age of Demosthenes
El desprecio al sorteo forma parte de lo que, con Juan Carlos Rodríguez, podríamos llamar nuestro inconsciente ideológico en la política, aquel desde el que pensamos y juzgamos y fuera del cual parecemos enfrentarnos . Para la política se necesita gente especial, dotados de una distinción (Bernard Manin) respecto del populacho. Gente imprescindible, como diría Bretch en un publicitado poema. Homero, a veces, dormía, reconocían los clásicos. El gran Bretch, desgraciadamente, también y hasta roncaba: los imprescindibles son la versión leninista del gran modelo burgués de la política. Este constituye nuestro marco ideológico y en él nos desenvolvemos desde hace más de tres siglos: los políticos son individuos distinguidos de los gobernados, ya sea por su merecida posición social (la burguesía en la época censitaria), por su devoción al partido y a los asuntos públicos (es la democracia de las grandes organizaciones), por su telegenia (nuestra democracia de la época mediática).
Hablamos de la casta y razones hay. Desgraciadamente, llamamos casta a las elites que no le gustan a uno, no a las que amamos o a aquellas en las que aspiramos a convertirnos. Si alguien quiere tener una genealogía auténtica de la casta puede encontrar en este libro una buena introducción.
Reybrouck presenta con eficacia una historia (ilustrada por magníficos esquemas) de la democracia y el sorteo antes del principio de distinción (Bernard Manin): en Atenas no se sorteaban cargos con requisitos específicos (gestión del Tesoro público y mando militar) y por tanto se entregaban a órganos colegiados electos. Existía un procedimiento de participación masiva (la asamblea) de la que, con buen criterio (Mogens Hansen lo explica bien en su libro), no se fiaban demasiado. Para evitar que fuera pasto de demagogos, un Consejo de 500 ciudadanos preparaba la asamblea, redactaba las leyes y controlaba los magistrados electos. Los Tribunales del Pueblo examinaban la legalidad de las decisiones de la asamblea e imponían penas enormes a los manipuladores y los demagogos. Tribunales y Consejo eran sorteados. Gracias a ese sistema de controles cruzados nunca se gestó en Atenas una casta de individuos especializados: existieron dirigentes, hombres de carisma, pero nunca un grupo profesional engolfado en la gestión de lo público. Un sistema salarial generoso, obtenido de los impuestos a los ricos, permitía la participación de los pobres. El sorteo siguió presente como el componente democrático de repúblicas oligárquicas (Venecia) o más decididamente populares (Florencia): en ésta, explicó Yves Sintomer, los revolucionarios renunciaron a las elecciones cuando vieron que solo las ganaban los ricos. La Corona de Aragón entre 1350 y 1715 utilizó también el sorteo (insaculación).
Si pensamos con Aristóteles, estos regímenes no eran democracias puras: eran regímenes mixtos, con componentes aristocráticos (allí donde se elegía entre los mejores) y democráticos (allí cuando los cargos se sorteaban). Siempre hay componentes de ambos tipos. Lo divertido y lo terrible de los partidos y las democracias modernas es que, considerándose tales, se basan, exclusivamente, en procedimientos aristocráticos: las elecciones. Y las elecciones requieren esfuerzo, recursos, manejo de hombres y mujeres, pertenencia a dinastías políticas, algo que solo queda a disposición de unos cuantos.
Si no se quiere a la casta, la clave se encuentra aquí. Un representante del pueblo, necesariamente, asciende si tiene materialmente los recursos. Podemos hacer trampas y llamarlo casta solo cuando no nos conviene o nos disgusta o se corrompe. Pero es un timo intelectual. Aristóteles llamaba a la aristocracia corrupta oligarquía, pero cuando era buena no la llamaba representantes del pueblo o intelectuales orgánicos: la llamaba aristocracia. Es lo que es. Se puede preferir una aristocracia electiva, pero conviene saber a qué atenernos si confiamos en ella.
Hartos del timo, cada vez más investigadores y estudiosos de la política, proponen la reactualización del sorteo a nivel de Estados Unidos, el Reino Unido, Francia o la Unión Europea. Naciones como Canadá, Irlanda o Islandia recurren al mismo. Reybrouck comenta el texto del norteamericano Terrill Bouricius quien propone un complejo sistema institucional de contención de la aristocracia. El mérito es comprender el sistema ateniense del sorteo como un sistema de frenos y contrapesos, donde se combinaban elección y democracia, o sea, sorteo. Un Consejo de definición de prioridades establece las problemas a tratar con un número de personas sorteadas y que rotan cada tres años. Grupos interesados en un problema, formados por voluntarios sin remuneración (el Consejo la tendría), trabajarían sobre temas específicos. Sus propuestas serían evaluados por un grupo de revisión de tales comisiones, cuyos miembros se sortearían entre voluntarios y, estos sí, remunerados. Un Jurado de Políticas Públicas sería sorteado entre todos los ciudadanos[1] y se reuniría una vez al año, con remuneraciones adecuadas: tal jurado votaría las proposiciones de los paneles de expertos y del Grupo sorteado que las revisaría. Un Consejo de reglamentación establecería los procedimientos legislativos y un Consejo de Vigilancia trataría las reclamaciones (ambas instituciones se sortearían entre voluntarios a quienes se pagaría un salario).
Como cualquier diseño, admite correcciones, utilizaciones parciales y episódicas y combinaciones más o menos compartidas con el sistema electoral. Pero contener a la casta (es decir, a la degradación de la aristocracia en oligarquía) solo puede hacerse por ese camino. Cuesta verlo, porque nuestro inconsciente ideológico nos presenta como natural algo que hasta el siglo XVIII era un completo disparate: que el pueblo podía gobernar por medio exclusivamente en elecciones. Y lo más disparatado: que podría hacerlo sin transformarse en aristocracia –o en casta.
El gran Xavier Zubiri escribía: "Nosotros somos los griegos". Quería decir que nuestro campo de posibilidades históricas se abrió con ellos y desde ellos estamos obligados a seguir pensando: también en política. Lo disparatado quizá es seguir dándole vueltas a un modelo que se demuestra mitificado y mxtificador: la idea de que los representantes son distintos, mejores que los representados y que la democracia consiste en que estos se entreguen a aquellos. Como sabían quienes inventaron el modelo, los grandes revolucionarios norteamericanos y franceses, eso de democracia tenía poco.  






[1] La propuesta de Bouricius conecta con Hansen, ya que la pertenencia al Consejo de los 500 no se sorteaba entre voluntarios. El resto de instituciones sí, pero algunas de ellas exigen la participación –salvo causas de fuerza mayor- de quien desee ser un ciudadano digno de ese nombre. Este Jurado ocuparía un papel similar. (Esta nota, en la comparación con Hansen,  puede ser errónea. Véase la discusión en los comentarios.)

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
La Boule no se sorteaba entre voluntarios, dices. ¿podrias facilitar la.fuente?
¿porqué ignoras www.partidoazar.com que es una propuesta sorteista española?
José Luis Moreno Pestaña ha dicho que…
La fuente es Mogens Hansen y deriva la conclusión de que los vestigios muestran que en otros colegios falta gente en la boulé no. De lo cual deriva que había presión para estar en la boulé. Pero todo eso es vago. La página no la tengo disponible aquí y cité la referencia de memoria. Pero en algún texto creo haberla citado.
Me parece muy respetable el partidoazar pero, hasta donde me alcanza, no figura en el libro reseñado. De pedir cuentas debes dirigirte a Van Reybrouck.
Anónimo ha dicho que…
En la pag 248 del libro de Mogens Herman Hansen se puede leer: "2 the selection was made from those who presented themselves"; "6 the Council was always kept at full strength, but some of the small demes could not always come up with enough candidates, in which case it was necessary to transfer the deme's representation, just for that year, to another deme belonging to the same tribe." La anotación numero dos sería suficiente para refutar lo que dices (salvo que el mismo autor se contradiga en otro lugar). Pero ademas el argumento de la "presión" que aduces se desmorona con la anotación numero 6 ya que, ocasionalmente, parece que se veían obligados a tomar voluntarios "prestados" de otros demes. Y eso a mi me parece que denota que no había presión sino voluntad expresa de mantener a la Boule funcionando con el numero máximo con que la habían diseñado.
En cuanto a la pregunta "¿porqué ignoras www.partidoazar.com que es una propuesta sorteista española?" quisiera ampliarla ahora no solo a esta entrada que nos ocupa sino a todas las demás entradas que has elaborado sobre el sorteo. (esa era mi intención al hacerla). No pido cuentas a DVR ni a ti tampoco, solo pregunto por el motivo para ignorar esa propuesta si es que lo hubiera. Quizás ignorancia, no lo se... solo tu lo sabes.
Gracias por la contestación anterior.
José Luis Moreno Pestaña ha dicho que…
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
José Luis Moreno Pestaña ha dicho que…
Por lo que veo en el artículo, nota 3 (https://www.academia.edu/5748548/Democracia_movimientos_sociales_y_participacion_popular._Logicas_democraticas_y_logicas_de_distincion_en_las_asambleas_del_15M)
La referencia que yo utilizo parte de la versión francesa, en su página 291 y puede estar equivocada o haber un error en mis notas. Creo que no, pero bueno: la nota a la reseña del libro está puesta de memoria y he cargado las tintas. En la nota tres del artículo referido no digo eso tan tajante y entonces tenía a Hansen delante. Lo miraré cuando disponga de nuevo de la edición francesa y la confrontaré con la original.
Según leo en la magnífica tesis de Liliane Lopez-Rabatel "KLÈRÔTÈRIA
LE TIRAGE AU SORT DANS LE MONDE GREC ANTIQUE : MACHINES, INSTITUTIONS ET USAGES" (2011, Volumen II, página 54: próxima reseña en el blog) el sorteo en el siglo V y VI se realizaba entre voluntarios excepto para arcontes, miembros del Consejo de los 500 y guardias. Los dos últimos eran sorteados, en una primera fase, entre el conjunto de los miembros del demo. En fin, interesante cuestión a verificar.
Sobre el partido azar no sé: nada tengo en contra ni a favor: debería leerlo y estudiarlo bien. Lo haré en un futuro. Me alegro mucho de que exista y de que tenga partidarios tan instruidos y persistentes porque la causa necesita defensores.

Entradas populares de este blog

¿Qué es un foucaultiano?

Intervención ayer en Traficantes de sueños durante la presentación de Foucault y la política   ¿Quién es un buen lector de Foucault? Es uno que no toma de Foucault lo que le viene en gana, sino el que aspira a tener por entero el espíritu de Foucault “porque debe haber el mismo espíritu en el autor del texto y en el del comentario”. Para ser un buen lector de Foucault, un buen foucaultiano, deben comentarse sus teorías teniendo “la profundidad de un filósofo y no la superficialidad de un historiador” Es una broma. En realidad, el texto anterior resume "¿Qué es un tomista?", un texto del insigne filósofo de la Orden de predicadores Santiago Ramírez, y publicado en 1923. Pero los que comentan filósofos, Foucault incluido, siguen, sin saberlo, el marco de Ramírez. Deberían leerlo y atreverse a ser quienes son, tal y como mandaba Píndaro. El trabajo filosófico, desde esta perspectiva, consiste en 1.        Se adscriben a una doctrina y la comentan mediante par

La totalidad como programa de análisis

Un trabajo coescrito con Nuria Peist Rojzman ha salido publicado en el monográfico de de la Revista Izquierdas consagrado a Lukács. Puede leerse aquí el conjunto coordinado por Violeta Garrido. En el trabajo situamos a Lukács en diálogo con Fredric Jameson y Juan Carlos Rodríguez y pretendemos reivindicar un modelo de análisis aplicable a la investigación en filosofía social.

¿Qué había y qué hay en la habitación 217?

  Hace unos días, El País publicaba una entrevista con Stephen King. Encontramos lo que ya muestran sus novelas: un hombre profundamente norteamericano, poco engolado (por eso escribe tan buenos libros) y muy de izquierdas, que le pide a Obama pagar más impuestos. La entrevista promociona la salida de Doctor Sueño , en la que se nos muestra el periplo de Danny Torrance, el maravilloso protagonista de El resplandor . Stephen King detestó la celebrada versión que Stanley Kubrick hizo para el cine. En ésta, un escritor frustrado, Jack Torrance, completa su locura en un hotel que, según parece, lo atrapa, nadie sabe muy bien por qué razón. King se lamentaba de la elección del actor, que comunicaba su morbidez desde la primera mirada. Para cargar más la degradación, Kubrick llenaba de detalles escabrosos la película, todos destinados a convertir a Torrance en un demente. El prototipo del criminal podrido, absolutamente y sin remisión (unicamente le falta un empujoncito), tan qu