Algo me deja sinceramente perplejo. El borrador Claro que Podemos insiste en dos ideas claves que lo
singularizan. La primera es ofrecer una organización que no se encuentre
copada por una elite militante, con exceso de vocación política, con
competencias superlativas en el manejo de almas y gentes, capaces de
distorsionar la vida interna según sus esquemas. La segunda, solidaria
de la primera, consiste en acoger la perspectiva y la opinión de las
personas que, por las razones que sean, no consagran la mayoría de su
tiempo a la política.
Si los entiendo bien, Claro que Podemos
pretende vigilar racionalmente las asambleas y desconfían de que,
espontáneamente, sean expresión de las voces que ellos desean oír. ¿Qué
voces son esas? Las de las personas que sufren la crisis, que tienen
ritmos de trabajo y responsabilidades familiares y cuya sensibilidad,
cuyo lenguaje e, incluso, cuya estética repele a las minorías
organizadas. Por eso éstas no comprenden a esa mayoría explotada, por
eso la mayoría no comulga con lo que tales minorías defienden
políticamente, aunque racionalmente deberían hacerlo. Tales minorías
defienden intelectual y políticamente a la mayoría explotada, pero su
manera de ser, sus costumbres cotidianas les impiden aliarse con ella.
Existen razones del corazón que la razón no entiende y estas separan a
la izquierda del pueblo.
Claro que Podemos considera que hay que obrar atendiendo a esas razones del corazón y concederles su inteligencia y que necesitan una cultura que las represente políticamente.
Eso piensa Claro que Podemos, si comprendo bien a sus portavoces y defensores.
Eso pienso yo también, hace tiempo, mucho tiempo. Me alegro mucho de que en la izquierda se hayan dado cuenta de eso. Podemos ha hecho un gran servicio a la democracia, al enrolamiento popular y Pablo Iglesias y su grupo me merecen eterno reconocimiento.
Quede sentado.
Mi problema consiste en, ¿cómo y por cuáles misterios (al menos para mí) desentona en esa filosofía el sorteo? No voy a repetir lo que siempre digo y lo que he explicado en mis modestísimos textos (textos de divulgación, espero que controlada y rigurosa, de ideas de otros). La elección es consustancial a la democracia: uno debe elegir al que mejor le representa, ya sea por sus ideas o por sus competencias. Sin elección es difícil exigir responsabilidades y, además, la política no puede ejercerse todo el tiempo por todos: se necesitan magistrados, comisionados, electos, representantes. El problema es que la carrera para ser elegible es muy ardua y solo llegan a ella los potentados, los conectados con redes, los privilegiados por la herencia cultural.
Que no siempre son los más virtuosos políticamente ni los más sensatos. O que lo son durante y luego dejan de serlo, pero para entonces aman el mando y conocen las artes del medro. Y ya no hay quien los aparte ni de uno ni de otro.
Para hacer frente a lo cual se inventó el sorteo. Para controlar asambleas distorsionadas por la elite política. El consejo sorteado controla la tendencia de la asamblea a monopolizar en ciertos individuos la vida política. La democracia griega no fue asamblearia; desposeyó (es la historia del siglo IV) de competencias a la asamblea en favor de los tribunales de justicia, más previsibles y más fáciles de responsabilizar.
Claro que Podemos considera que hay que obrar atendiendo a esas razones del corazón y concederles su inteligencia y que necesitan una cultura que las represente políticamente.
Eso piensa Claro que Podemos, si comprendo bien a sus portavoces y defensores.
Eso pienso yo también, hace tiempo, mucho tiempo. Me alegro mucho de que en la izquierda se hayan dado cuenta de eso. Podemos ha hecho un gran servicio a la democracia, al enrolamiento popular y Pablo Iglesias y su grupo me merecen eterno reconocimiento.
Quede sentado.
Mi problema consiste en, ¿cómo y por cuáles misterios (al menos para mí) desentona en esa filosofía el sorteo? No voy a repetir lo que siempre digo y lo que he explicado en mis modestísimos textos (textos de divulgación, espero que controlada y rigurosa, de ideas de otros). La elección es consustancial a la democracia: uno debe elegir al que mejor le representa, ya sea por sus ideas o por sus competencias. Sin elección es difícil exigir responsabilidades y, además, la política no puede ejercerse todo el tiempo por todos: se necesitan magistrados, comisionados, electos, representantes. El problema es que la carrera para ser elegible es muy ardua y solo llegan a ella los potentados, los conectados con redes, los privilegiados por la herencia cultural.
Que no siempre son los más virtuosos políticamente ni los más sensatos. O que lo son durante y luego dejan de serlo, pero para entonces aman el mando y conocen las artes del medro. Y ya no hay quien los aparte ni de uno ni de otro.
Para hacer frente a lo cual se inventó el sorteo. Para controlar asambleas distorsionadas por la elite política. El consejo sorteado controla la tendencia de la asamblea a monopolizar en ciertos individuos la vida política. La democracia griega no fue asamblearia; desposeyó (es la historia del siglo IV) de competencias a la asamblea en favor de los tribunales de justicia, más previsibles y más fáciles de responsabilizar.
Pero dejemos a Atenas, ese mundo nos queda muy lejos -por más que algunas ideas de él nos inspiren. No construyamos una Atenas de péplum; no olvidemos la esclavitud, el interés popular en la guerra, el trabajo doméstico consagrado a la mujer: y el ocio que ello reportaba. Insisto siempre en que nos enseña mucho. Pero aquello fue un mundo que, incluso a los muy eruditos, cuesta trabajo comprender. Colgaré enseguida una entrada al respecto.
Lo que no impide que no existan lo que Jacques
Rancière (Le concept d'anachronisme et la vérité de l'historien, L’inactuel nº 6, 1996) llama anacronías:
experiencias de un mundo ajeno que
no fenecieran con él, que siguen golpeando nuestras entendederas, pidiéndonos
paso. La anacronía es, en este caso, una: cómo el sorteo corrige las tendencias
de la elección y la movilización políticas al acaparamiento del poder. El
sorteo, repito, sirvió para corregir la asamblea, fue un mecanismo de
desconfianza frente a las redes políticas.
Sin sorteo: ¿cómo evitar la conversión del participante en elite si para hacerse oír uno debe transformarse en miembro de una red establecida? Por tanto, ¿cómo se recluta la gente con perspectiva común? Segunda cuestión, ¿cómo distribuir las competencias políticas sin introducir a las personas en las redes que las separarían de sus afanes cotidianos?
¿Existe otra solución que no sea el uso controlado del sorteo tras discutir un censo de candidatos posibles? ¿Existe otro método para introducir en la política la diversidad cognitiva, las ideas comunes, para distribuir las competencias en quienes, por los considerandos que fuesen, no pasan las barreras de mundos militantes autorreferentes?
Creo que los defensores del sorteo nos explicamos mal, fatal, o que existe un obstáculo que no acierto a ver. Yo defiendo la misma filosofía que Claro que Podemos y la propuesta que mejor creo que la concreta resulta ser la que más les irrita.
Quizá existan razones del corazón que la razón no entiende. O quizá, insisto, explicamos mal el sorteo. Porque que seamos asimilados con los defensores de las aristocracias militantes indica que algo falla en cómo defendemos nuestras propuestas.
Sin sorteo: ¿cómo evitar la conversión del participante en elite si para hacerse oír uno debe transformarse en miembro de una red establecida? Por tanto, ¿cómo se recluta la gente con perspectiva común? Segunda cuestión, ¿cómo distribuir las competencias políticas sin introducir a las personas en las redes que las separarían de sus afanes cotidianos?
¿Existe otra solución que no sea el uso controlado del sorteo tras discutir un censo de candidatos posibles? ¿Existe otro método para introducir en la política la diversidad cognitiva, las ideas comunes, para distribuir las competencias en quienes, por los considerandos que fuesen, no pasan las barreras de mundos militantes autorreferentes?
Creo que los defensores del sorteo nos explicamos mal, fatal, o que existe un obstáculo que no acierto a ver. Yo defiendo la misma filosofía que Claro que Podemos y la propuesta que mejor creo que la concreta resulta ser la que más les irrita.
Quizá existan razones del corazón que la razón no entiende. O quizá, insisto, explicamos mal el sorteo. Porque que seamos asimilados con los defensores de las aristocracias militantes indica que algo falla en cómo defendemos nuestras propuestas.
Comentarios
para mi es un intento de subir y entrar en la "casta" a la vez que domestican un movimiento ciudadano... creo que lo que hay que hacer es tomar las decisiones localmente, consensuar y debatir... y para las elecciones generales, para las que pablo quiere irse, pese a ser electo para otro puesto (como fue de criticado gallardon por hacer lo mismo... ) , para mi lo que es claro es que españa, a dia de hoy, no tiene un sistema presidencialista, tiene un sistema parlamentario y se vota por circunscripciones, y es el parlamento el que hace y aprueba las leyes... asi que lo que hay que hacer es una lista por circunscripcion para que los representantes de esta vayan al parlamento y puedan discutir, debatir, controlar, consensuar... y para mi habria que separar el partido, que es una erramienta organizativa y de transmision, de las listas electorales, para mi quien tiene puesto en el partido no deberia ser elegible para cargos de representacion de la gente, pues no es al partido al que se debe si no a la gente que le eligio... y a la que no le eligio
No es tan sorprendente tanta cerrazón con el sorteo, la formula mas repetida en Podemos y en otros sitios es “yo quiero a los mejores”, mas concretada en la critica platónica de “desigual distribución de competencia política”.
El error es desdeñarla precipitadamente y esgrimir el contrafactual, ya que si todos tuviéramos la misma competencia política cualquiera podría decidir en nombre de los demás, sin que nadie pueda disentir de los resultados. Se reeditaría así la democracia de dioses refutada por Rousseau.
Obviamente la distribución democrática solo puede traducirse en participación, no en competencia (del lat. Competere: pertenecer, incumbir, comprometerse a algo), pues cada uno de nosotros tiene diferente potencial o capacidad política.
Simplificando mucho, la forma de participación puede ser como el sufragio universal, o como el sorteo y rotación.
El sufragio se apoya mas en la competencia individual. A menudo con magros resultados, repasando por ejemplo la participación política en los referenda suizos, vemos que un 20% vota regularmente y un 20% no vota nunca, dependiendo de factores contingentes de oportunidad, información, responsabilidad ...,motivación en suma.
En cambio con el sorteo y la rotación los factores contingentes pierden importancia y la competencia se hace mas cooperativa (se incentiva con el misthos). A través de la diversidad cognitiva y la deliberación, la inteligencia colectiva produce mejores resultados.
El sorteo mas rotación no es solo un sistema mas robusto y estable, también es mas igualitario, en Atenas uno de cada dos ciudadanos pudo participar en el senado ciudadano (boule), y menos manipulable, en la república veneciana combinaban el sorteo y la elección para elegir la magistratura suprema (Dux).
Realmente deberíamos plantearnos si queremos mejores políticos, o mejores ciudadanos.
Lo de la supuesta "competencia" es un mantra que en el fondo está vacío. Consta la escasa prepa de todos los capos de la política española comparada con muchos de los ciudadanos de a pie que hoy tienen que emigrar con sus masters y competencias idiomáticas para buscarse la vida mientras nos quedamos no diré con los tontos pero ganas no me faltan.
Honradez ciudadana es la máxima necesidad, y de la que no andamos sobrados como se está demostrando. Todos manchados. No puede ser que semejantes redes que están saliendo fueran completamente desconocidas por los jefes.
Así que la competencia esa de la que hablamos es una milonga, hasta cierto punto. Necesitamos honradez y visión política, de lo común
… ”La clave del mito -Protágoras en dioses no creía mucho, pero le sirve para transmitir su idea- era que las capacidades técnicas se han distribuido de manera desigual (unos saben de una cosa y otros no), mientras que las políticas se han repartido por igual a todos los hombres. En lo primero hay jerarquías, en lo segundo no.”
… “El sorteo asume competencias políticas iguales en todos –algo que Protágoras formuló en el mito de Epimeteo- o la posibilidad de adquirirlas. Y que además, en una democracia, es necesario que se adquieran. Por razones pragmáticas: a alguien se le gobierna bien cuando sabe gobernar, democracia es gobernar y ser gobernado (Aristóteles). ”
No parece decir lo mismo que Protagoras:
Preguntó, entonces, Hermes a Zeus la forma de repartir la justicia y el pudor entre los hombres: “¿Las distribuyo como fueron distribuidas las demás artes?”.
“Entre todos, respondió Zeus; y que todos participen de ellas; porque si participan de ellas solo unos pocos, como ocurre con las demás artes, jamás habrá ciudades. Además, establecerás en mi nombre esta ley: Que todo aquel que sea incapaz de participar del pudor y de la justicia sea eliminado, como una peste, de la ciudad” [1]
“Así es, Sócrates, y por eso todos los pueblos, y muy especialmente los atenienses, consideran que, cuando hay un debate en torno a la virtud de la construcción o de alguna otra de tipo artesanal, sólo unos pocos pueden prestar consejo, y si uno lo presta sin pertenecer a ese número no le dejan, según tú dices (con toda la razón, afirmo yo); ahora bien, cuando van a aconsejarse sobre la virtud política, la cual debe desarrollarse por entero por medio de la justicia y la sensatez, aceptan con toda lógica a cualquier consejero, pues a cualquiera le compete tener parte en esta virtud o, si no, no habría ciudades. Ésta es, Sócrates, la causa de ello.” [2]…
1: http://prigman.wordpress.com/2011/10/14/platon-y-el-mito-de-prometeo/
2: http://elfestindehomero.blogspot.com.es/2014/08/prometeo-y-el-sofista.html
Resumiendo, Protagoras arguye las condiciones fundamentales de la vida política en democracia, los incapaces de participar con justicia y sensatez no desarrollan virtud política. En cambio para el autor del blog no hay condiciones previas, todos somos igual de capaces.
El único requisito impuesto en Atenas para acceder al sorteo era demostrar un mínimo de civismo (pues a cualquiera le compete tener parte en esta virtud). Postularse era voluntario (excepto para la Boule?) y nadie podía repetir el mismo cargo dos veces.
Conclusión? La mía es que el sorteo sí posibilita adquirir competencias políticas, pero sobre todo es democrático porque favorece la participación en igualdad de condiciones.
Un saludo
no toméis a mal que no conteste, pero estoy desbordado. Intentaré hacerlo en cuanto pueda.
Lo siento de veras.
saludos
Su única originalidad respecto de las propuestas sorteístas más en boga consiste en plantear la cuestión en términos de derechos individuales; concretamente, el derecho a la participación política que se sitúa en la base del contrato social. En palabras de Rousseau, d'où cent qui veulent un maître ont ils le droit de voter pour dix qui n'en veulent point?