--> Como viene siendo habitual, los hermanos Coen vuelven a confrontarnos, y lo hacen de manera cada vez más alusiva y oscura (lo que no es mérito de nada, deberían saberlo), al problema del sentido del mundo y de la responsabilidad humana. De nuevo, como en Barton Fink, nos la vemos con un artista y sus tribulaciones para ser reconocido. De nuevo, la película parece sembrada de símbolos de lo divino o lo preternatural: los gatos, un cowboy misterioso (como el del Gran Lebowski y que recuerda al de Mulholland Drive de David Lynch: América piensa su ser, sus fundamentos, con sombrero tejano) y, de nuevo, tenemos dificultades para saber si los símbolos van en serio o son un simple recurso para inyectar profundidad donde no la hay. Pero vayamos a la película. Un artista intenta invertir en la gran trama de azar que es el éxito musical. Es bueno, muy bueno, pero con él no sonríe la fortuna. La película nos sugiere que un poquito después podría haber seducido a la sue
"Huíd de escenarios, púlpitos, plataformas y pedestales. Nunca perdáis contacto con el suelo; porque sólo así tendréis una idea aproximada de vuestra estatura." Juan de Mairena/Antonio Machado