Ir al contenido principal

"Mientras seamos jóvenes" o la cultura hegemónica


Mientras seamos jóvenes es una película sobre la cultura neoliberal y el pillaje, enmarcada en un conflicto generacional y de crisis de los cuarenta. Empecemos por el conflicto generacional. A los cuarenta y cinco, afirmaba Ortega, un hombre debe empezar a mandar, es el momento en que se encuentra en que se encuentra en la plenitud de su existencia. Bien, la película nos muestra a una pareja que no está a la altura de las expectativas. Primero, porque no tienen hijos y sin ellos te encuentras fuera de todas las actividades extraordinarias que suponen los hijos. En las clases medias occidentales cualquier cosa exige competir por la diferencia. Aunque a lo largo de la humanidad la gente ha tenido hijos, los hijos de hoy deben ser objeto de una atención distintiva y excluyente, consistente en mostrar que nadie tiene hijos como los tiene uno ni con las experiencias que le proporciona uno. La película termina solventando el problema, como si sólo gracias a la gestión competitiva de la descendencia pudiese uno evitarse lo peor, lo auténticamente dramático: el triunfo laboral.
¿En qué trabaja nuestra desdichada pareja? En el mundo de la producción cultural y significativamente de izquierdas. En su lenguaje distingue uno briznas de Derrida, Chomsky y tutti quanti. El problema de los protagonistas es que son auténticos creyentes y, por tanto, no son eficaces, no culminan, no se encuentran a la altura de lo que otros proyectaron sobre ellos. Y el mundo de la producción cultural tiene mucho de artificio lucido, tanto como el mundo de la crianza y exhibición de los hijos.
En ese momento, aparece un clásico de este tipo de relatos: el seductor o los seductores, porque son dos, aunque una es ineficaz porque tiene fijaciones arcaicas (cree en el amor). Y, en ese punto, la película vale cien ensayos sobre el espíritu del tiempo. Los seductores exhiben una imagen impoluta de autenticidad y exhiben afectos intensísimos. Son, sin embargo, aspirantes a productores culturales, pero de la segunda hornada neoliberal, la de la la generación hipster. Los protagonistas pertenecen a la primera hornada y todavía viven pendientes de la época de sus héroes: en el caso, un padre y suegro sesentayochista, sosias de Chris Marker y suerte de ideal frustrante. La segunda generación vive del plagio: primero plagio de los afectos, exhibidos generosamente para conseguir contactos y situarse en el centro de las redes. Este tema me parece especialmente bien tratado: como explicaron Boltanski y Chiapello el nuevo explotador es un sinuoso de las redes. En ellas deben seleccionarse los nudos importantes y actuar como un estajanovista del halago hiperbólico, estratégico y episódico (hasta que se salte al nudo mejor situado). Plagio también de las ideas: la creación colectiva es el pretexto para saquear el esfuerzo ajeno y atribuírtelo sin pudor alguno. Olvido, en fin, de las exigencias de verdad y veracidad y todo ello dentro de un discurso ideológico que pretende exhibir las mentiras del sistema.

Como saben los lectores de este blog, creo que sin enfrentarse a tales prácticas (cada cual, al ver la película, puede divertirse poniendo nombres al personaje... en el que tal vez se encuentra el de uno, alguna o muchas veces) no se cambia el mundo, ni mucho, ni poco. No hablo de denunciarlas: el acierto de la película es mostrar que la denuncia sin coherencia es un negocio que actúa confirmando todo contra lo que se protesta. La lucha contra el neoliberalismo exige nuevas prácticas, no palabras: son hábitos nuevos lo que rompe el círculo del dominio, si que este quiere y puede romperse. Esas prácticas, y es otra de las lecciones de las película, solo pueden florecer, si es que pueden, con ideales poco espectaculares y espectacularizados: ser padre es aburrido, doloroso y eso no evita querer; ni más ni menos de lo que han querido y quieren millones de personas que no necesitan hacer de su hijo blasón de su dignidad ontológica; crear y trabajar consiste en concretar lo que se pueda, como se puede y cuando se puede. Como dice el héroe de nuestro protagonista, lo importante es definirse con lo que se tenía a mano: lección que vale tanto para el trabajo como para el amor (a los hijos y no sólo a ellos).   

Comentarios

luis roca jusmet ha dicho que…
Querido Pepe,
Ví la película. me pareció inteligente y divertida. Pero tu análisis enriquce extraordinariamente mi lectura del film. Gracias por la aportación.
José Luis Moreno Pestaña ha dicho que…
Querido Luis,
celebro mucho el que te gustase la película y el comentario. Un fuerte abrazo
José Carlos ha dicho que…
Deberías acabar publicando una especie de guía de cine. Últimamente el poco cine que puedo ver (también soy padre) se guía por tus estupendos comentarios-píldora.
JC
José Luis Moreno Pestaña ha dicho que…
Bueno, jajaja, me alegra mucho...

Entradas populares de este blog

¿Qué es un foucaultiano?

Intervención ayer en Traficantes de sueños durante la presentación de Foucault y la política   ¿Quién es un buen lector de Foucault? Es uno que no toma de Foucault lo que le viene en gana, sino el que aspira a tener por entero el espíritu de Foucault “porque debe haber el mismo espíritu en el autor del texto y en el del comentario”. Para ser un buen lector de Foucault, un buen foucaultiano, deben comentarse sus teorías teniendo “la profundidad de un filósofo y no la superficialidad de un historiador” Es una broma. En realidad, el texto anterior resume "¿Qué es un tomista?", un texto del insigne filósofo de la Orden de predicadores Santiago Ramírez, y publicado en 1923. Pero los que comentan filósofos, Foucault incluido, siguen, sin saberlo, el marco de Ramírez. Deberían leerlo y atreverse a ser quienes son, tal y como mandaba Píndaro. El trabajo filosófico, desde esta perspectiva, consiste en 1.        Se adscriben a una doctrina y la comentan mediante par

La totalidad como programa de análisis

Un trabajo coescrito con Nuria Peist Rojzman ha salido publicado en el monográfico de de la Revista Izquierdas consagrado a Lukács. Puede leerse aquí el conjunto coordinado por Violeta Garrido. En el trabajo situamos a Lukács en diálogo con Fredric Jameson y Juan Carlos Rodríguez y pretendemos reivindicar un modelo de análisis aplicable a la investigación en filosofía social.

¿Qué había y qué hay en la habitación 217?

  Hace unos días, El País publicaba una entrevista con Stephen King. Encontramos lo que ya muestran sus novelas: un hombre profundamente norteamericano, poco engolado (por eso escribe tan buenos libros) y muy de izquierdas, que le pide a Obama pagar más impuestos. La entrevista promociona la salida de Doctor Sueño , en la que se nos muestra el periplo de Danny Torrance, el maravilloso protagonista de El resplandor . Stephen King detestó la celebrada versión que Stanley Kubrick hizo para el cine. En ésta, un escritor frustrado, Jack Torrance, completa su locura en un hotel que, según parece, lo atrapa, nadie sabe muy bien por qué razón. King se lamentaba de la elección del actor, que comunicaba su morbidez desde la primera mirada. Para cargar más la degradación, Kubrick llenaba de detalles escabrosos la película, todos destinados a convertir a Torrance en un demente. El prototipo del criminal podrido, absolutamente y sin remisión (unicamente le falta un empujoncito), tan qu