1) Cuando hables, atiende a quien tienes junto a ti, pero intenta pensar tambiién en quien no está y debería venir. Pregúntate si con lo que estás diciendo facilitas que el otro te entienda; también si el Otro, el que no está, podría entenderte. Las asambleas son democráticas por su procedimiento. También por ser inclusivas socialmente, por permitir que se incorporen quienes no van nunca.
2) Prepara bien las asambleas. Las asambleas no son espacios terapéuticos (aunque indirectamente pueden servir), las asambleas no son (esencialmente) un lugar de contactos, las asambleas no deben preparar carreras políticas futuras o recuperar carreras políticas fracasadas. Todo eso puede hacerse, todo esto está bien que suceda, pero siempre y cuando las asambleas cumplan un papel fundamental: permitir la deliberación y tomar decisiones. Para ello: que esté claro el orden del día, que previamente se sepan las posibles posiciones divergentes. Sé estricto con los turnos de palabra.
3) No permitas que nadie acapare el micro: sortea, entre voluntarios, al moderador. Una vez que te hayas asegurado de que todas las posiciones se han expresado (prepara bien las asambleas), sortea el micro entre los participantes. Lo hacían en Syntagma, en Atenas. Cierra siempre la asamblea y toma una decisión. No permitas que la deliberación no se cierre. Muy atento a quienes no lo permiten.
4) Asegúrate de coordinarte o: harás seguidismo de las noticias de la prensa, de la agenda que te impongan los grupúsculos o, no se sabe qué es peor, de la que te impongan en la capital (como decía alguien, en la capital se concentran los capitales y acuden quienes están hambrientos de capital).
5) Hasta que nadie te convenza de que es necesario una opinión de experto (y cuidado: hoy cualquier pamplina se presenta como un saber complicadísimo, y quien tiene tres cursos mal estudiados de una tontada se presenta como lector de la Ilíada en el original) sortea los puestos entre quienes demuestren constancia y seriedad. Luego, que se rinda cuentas de lo que se ha hecho. Sácale los colores al caradura o todo está perdido. La democracia exige mucha paciencia con la inocencia del neófito en política; también mucha responsabilidad.
6) Lee La educación sentimental de Flaubert. (Lee, si tienes tiempo, la interpretación de Bourdieu de La educación sentimental de Flaubert.) Lee los Discursos sobre la primera década de Tito Livio e intenta comprender las razones por las que Maquiavelo admiraba la institución romana del Tribuno de la Plebe y prefería asambleas divididas por grupos sociales: y creía que eso era más democrático que el control espontáneo de los Grandes en el mercado libre de la palabra (no lo tomes como modelo, pero piensa qué le pasaba a Maquiavelo por su cabeza). Cuando hable del apetito insano de poder de los Grandes, no pienses que está solo en los Grandes contra los que te rebelas: puede estar naciendo dentro de ti (y vuelve a releer La educación sentimental).
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