Mi amigo, el sociólogo Miguel
Alhambra Delgado (a quien debo esta imagen de Henri Michaux), me envía un comentario sobre esta entrada, comentario que
presento en cuanto acaben las cursivas. Al final de lo que señala me permito
apuntar dos ideas (mi texto se
encuentra en cursiva y negrita, como esta presentación):
Habla Miguel Alhambra:
Hola Jose Luis, solamente
quisiera contribuir de alguna manera a la discusión que se plantea en tu
entrada alrededor de los tres elementos: "no bajar el nivel" del
sistema educativo o no perseguir "la igualación por la nivelación",
"la igualdad de oportunidades" dentro del sistema de enseñanza y la
idea de un "potencial" Aristóteles encerrado en un cuerpo de
jardinero, esta última mucho más difícil de debatir (aspecto que no está
relacionado estrictamente con tu entrada, sino que me ha hecho pensar en ello),
pero necesaria ya que interpela de forma más firme, precisa o exclusiva a lo
que se considera como "lo dado de salida", "lo natural",
etc., todos esos elementos que hoy en día tiende a ocupar un discurso genetista
y cientificista en los que hay que entrar ineludiblemente, aunque sea para
problematizar sus presupuestos, pues es donde se esconden los presupuestos de
"lo inmutable", de las esencias.
La bajada de nivel o igualación
por nivelación pienso, creo que como tú, que puede producir y configurar toda
una dualidad o "segregación encubierta", que se ampararía en la
condescendencia y el buen rollo populista hacia las clases bajas o más
desfavorecidas culturalmente, para de este modo, mediante este mecanismos
encubierto en las buenas intenciones "dejar todo tal como estaba",
debido a que la dualidad de niveles que se podría producir tendría muchas
probabilidades de verse correspondida y materializada en una dualidad de clases
y destinos de clase. Me parece que una intención medianamente utópica o de una
"utopía razonable" (esto es, que tenga en cuenta un poco los límites
de su acción, que se plantee lo que es más alcanzable para plantearse después
lo más inalcanzable, ahora algo más alcanzable, derivado del "primer
golpe" o paso dado) sería que se podrían mantener o incluso incrementar
los "niveles" progresivamente, dentro de un proyecto de pedagogías
racionales y realistas (es decir, efectivamente aplicables, en tanto que
asimilables), cuyo fin sería modificar las relaciones existentes entre
distribución de clase social y ratificación-consagración cultural por parte de
la escuela. En definitiva con este objetivo no se perseguiría otra cosa que las
fracciones de clase más desfavorecidas culturalmente por orígenes y herencias
familiares obtuvieran de la escuela, por métodos explícitos, los conocimientos,
"competencias y asignaciones" que las fracciones más favorecidas
culturalmente por herencias familiares obtienen de forma implícita, progresiva
e inconscientemente, dentro de un juego entre la interrelación cultura
familiar-relación con la cultura-ratificación o consagración escolar.
Evidentemente no pueden ser los mismos "conocimientos, competencias y
asignaciones" los unos que los otros, ya que tanto las maneras de
inculcación, las génesis y las temporalidades de unos y otros varían, lo que
hace que al final varíen cualitativamente también o acaben siendo muy
diferentes. Más bien lo que se perseguiría sería reducir las situaciones de
"imposición o violencia simbólica", de los favorecidos culturalmente
respecto a los desfavorecidos (al igual que el efecto de auto-exclusión de
estos), siendo el sistema de enseñanza algo más, un poco más, mecanismo de
resistencia para los últimos que de consagración para los primeros. Tanto para
posiciones o fracciones de clase media (las primeras "beneficiadas"
por su cercanía relativa en el estado actual), como para posiciones o
fracciones de clase más populares y obreras (al menos de forma progresiva, a
largo plazo). Dicho esto, me parece que el hecho de "no bajar el
nivel" ha de ser cuestionado, o al menos matizado, pues dentro de una
estrategia pedagógica a largo plazo es un elemento que también puede ser o ha
de ser tocado y modificado, aunque solamente sea de forma táctica, al producir
ciertas bajadas momentáneas para su posterior progresiva subida, dado que lo
principal es el "punto de partida cultural" de las diferentes
fracciones de clase, en relación con la materia o especialidad que se trate, en
relación con los contenidos y conocimientos que se quiera trasmitir y que sean
asimilados, los cuales poseen una mayor o menor distancia relativa con la
cultura familiar de clase o fracción de clase. Este "punto de partida
cultural" en función a la posición de clase, junto con la
"asimilación efectiva y activa" (por tanto siempre "a
comprobar" y revisable), me parece muy estratégico, y fundamental a tener
en cuenta, para que de verdad se produzcan las asimilaciones activas y mucho
menos las "descalificaciones culturales", estas no dichas o no verbalizadas
por trasmitirse por vías más inconscientes y por procesos estructurales. Esto
confronta con cualquier "establecimiento teórico o abstracto" de los
"niveles" al margen de las situaciones culturales específicas. Es
más, me parece que el énfasis en "el nivel" y la supuesta
imposibilidad de cualquier modificación estratégica o "bajada de
niveles" puede llegar a funcionar como estrategia de defensa profesoral
seudo-mítica, pues dota de una cierta "trascendencia" e
"importancia casi sagrada" a lo que producen los profesores, por lo
que también podría contribuir a "dejar todo tal y como está".
En segundo lugar y de forma mucho
más breve, "la igualdad de oportunidades" se puede considerar casi
como una utopía irrealizable hoy en día, en el estado actual tremendamente
desigualitario de relaciones culturales de clase, el cual por un mecanismo
seudo-inconsciente o de factores estructurales contribuye a consagrar la
escuela, dado que las desigualdades no habría que mirarlas solamente en
términos económicos, sino sobre todo en términos culturales. (Aquí, como en lo
anterior, he tomado ideas de los artículos de Bourdieu, "La ideología
jacobina" y "La escuela como fuerza conservadora", así como de
"Principios para una reflexión sobre los contenidos de la enseñanza",
trabajo colectivo de una comisión presidida por Bourdieu y Gros en 1989). En
este sentido, aunque no estoy del todo seguro de su vinculación conceptual con
la supuesta "igualdad de oportunidades" también se podría trabajar en
romper o erosionar las jerarquizaciones únicas y unidimensionales, de línea
única (donde el fracaso es un juicio que pesa y determina como una losa), que
tal vez esté de algún modo encubierta en la idea de "igualdad de oportunidades".
Entendiendo que la pluralidad de jerarquías diferentes es favorable a los
conflictos entre estas y por tanto la relativización de unas y otras. En cuanto
al tercer punto, mucho más problemático, y siguiendo la idea de "Un
racismo de la inteligencia" (Bourdieu), me parece que hay que abordar la
idea de "talento" o de qué se entiende por "inteligencia"
para desfatalizarla haciendo ver la composición enteramente social que encierra
(la inteligencia es colectiva, como sostenía Halbwachs), de fabricación social
colectiva. Y aquí el mayor esencialismo es la meritocracia que presupone su
asiento en cualidades singulares, personales y únicas, ya se supongan éstas
genéticas, naturales, o espirituales. Si la frase de un "potencial"
Aristóteles encerrado en un cuerpo de jardinero fuese verdad que la hubiese
dicho Marx, pues entonces parece que ahí Marx tenía muchas probabilidades de
equivocarse. Dado que es imposible comprobar semejante cosa, una vez que los
"compuestos" que se presentan a comprobación y prueba no son
aislables hasta tal punto de separar, por un lado, todo lo que es educación
–implícita y explícita- y, por otro lado, el resto (que no se sabe muy bien que
sería, debido a que cualquier factor psicológico, al menos, se entiende que
también estaría afectado y co-formado en el mismo camino). Por tanto este
"potencial" Aristóteles jardinero solamente podemos entenderlo como
producto de la imaginación metafísica, de una abstracción, de una mala
abstracción ya que no parte de lo concreto y real, una vez que para a las
diversas comprobaciones siempre se nos presentan personas "en bloque y
complejas", con trayectorias sociales y educativas, no-desagregables o
aislables de ese modo y en esos vectores, "hombres y mujeres
totales", como dice Mauss. Ahora bien, por otro lado, y desde un punto de
vista quizás más político, no solo de la débil y deficiente explicación de la
inteligencia en términos "naturales", o
"sustancial-esencialistas", creo que hasta para aquellxs que se
apoyan y sostienen sus privilegios en una jerarquía cultural meritocratica de
"inteligencias, talentos o dones" tendría cierto efecto liberador ver
la construcción colectiva y social de sus "competencias". Debido a
que es probable que también a ellxs mismos le pese –nobleza obliga- la misma idea
mítica de "talentoso/a", desde el momento que despierta una
animadversión dramáticamente sufrida a cualquier cosa que pueda pasar a los
ojos de los otros por "falta, error o equivocación", y mucho más por
"fracaso". Igual es probable que (haciendo una analogía con la
dominación masculina), aquellxs que ejercen este tipo de violencia simbólica
(acostumbradxs por el tipo de violencia simbólica que han padecido en un
pasado), tenga cierto interés en dar cuenta o comprender de las lógicas de
dominación que los dominan, por más que (como a los hombres en aquella) se les
otorgue el mejor lugar y los mayores privilegios. Esto en relación con los
"favorecidos, privilegiados o dominantes" debido a la lógica
meritocrática, no digamos ya desde el punto de vista de las posiciones
dominadas, pues aquí el interés político es casi evidente, sería como una
especie de ejercicio o "judo simbólico de autodefensa", como decía
Bourdieu.
Comento:
1) Comparto la primera
descripción de situaciones, sólo tengo una duda: ¿cómo sabemos que estamos ante
una situación de imposición simbólica? Efectivamente, estas existen. Leyéndote
se me ha cruzado una entrevista en la revista La Morada, donde César Rendueles
se lamentaba ante Víctor Lenore de que hubiera pocos trabajadores sociales en
los movimientos políticos -y una inflación de sociólogos y filósofos que se
refieren a destajo a autores cuya comprensión suele resultar muy embarullada-. Rendueles
se pregunta cómo es posible que textos esotéricos puedan haber influenciado
movimientos populares.
Caben dos respuestas.
La primera es que tales textos se
comprenden mal o no se comprenden. Sería por ejemplo la tesis de Louis Pinto en
Sociologie et philosophie: libres échanges, París, Ithaque, 2014, pp. 245-253. Es también la tesis implícita de los procedimientos tipo Sokal, consistentes en hacer pasar sinsentidos como jerga. Añado pues de mi cosecha, pero creo que de acuerdo con los implícitos teóricos de tales perspectivas: tales discursos funcionan como
mecanismos de cierre de mercado. Así permiten excluir a competidores con menos
capacidad para la jerga; estos, trabajados por la dominación,
atribuyen interés intelectual a lo que solo son sofisticaciones verbosas. La
tesis podría apoyarse también en el principio de deflación discursiva propuesta
por Passeron en El razonamiento sociológico: ante un discurso con enormes exigencias de acceso pregúntate cuánto
se gana manteniéndolas; si no se gana nada, puedes pensar que te encuentras
ante un mecanismo de cierre de mercado en el que letraheridos entrenados en la
jerga quieren volverse
imprescindibles.
No es la única descripción posible.
Otra podría inspirarse en Jacques Rancière. Rancière defendería que existen
accesos posibles a los discursos complejos y que al proteger de una supuesta
violencia simbólica a los individuos, los infantilizamos. El mismo filósofo
hizo notar cómo su posición acaba estando próxima de la de Bourdieu, la que yo
defiendo en el texto y que tú consideras menos meritocrática (al respecto, invito
a los lectores a decidirse de acuerdo al texto que cito y a la conclusión de Los
herederos).
Creo que la primera opción
describe mejor, mucho mejor, lo que sucede en una sociedad de dominación, como
es la nuestra. En medio de luchas concretas muchas personas me han pedido planes
de lectura sobre epistemología marxista o cursos sobre biopolítica cuyo
objetivo era no perderse en la jerga con la que teorizaban los aspirantes a
dirigentes. Escuchando a esas personas intentando dar forma a su discurso con
categorías artificiosas me parecía asistir a una violenta segregación
de clase. Mi respuesta al enigma planteado por Rendueles, en ese caso, sería:
no hay trabajadores sociales debido a todas las gansadas con los que la cultura
culta coloniza las luchas. Deberían ponerse límites, debería decirse
claramente: no se te entiende y lo que dices de fundamental se podría decir sin
convocar a tanto grande de la teoría crítica.
Pero existen otras situaciones
posibles. También he contemplado cómo los discursos cultos amplían enormemente
las expectativas sobre sí mismos de los individuos y con ello su capacidad de
comprensión y acción. La respuesta al enigma anterior sería otra: gracias a su
contacto con la alta cultura (incluso cuando esta se expresa en discursos
fulleros), los individuos desarrollan tendencias y, a la postre, capacidades
que hasta entonces les estaban vedadas. En ese caso, el temor a la imposición
simbólica es un flaco favor de quien presumen tener el saber de lo que puede y
debe saberse y lo que no.
2) Sobre la segunda cuestión poco
tengo que decir, estamos de acuerdo. La tercera, bueno: es una frase que yo he
escuchado atribuir a Marx y me acompaña desde que era muy joven. Nunca la he
leído, la verdad. La empleo con un propósito bien definido y de pasada. La
causalidad de lo probable puede hacer que alguien se descalifique de una
competición –el porquero podría haberse convertido en Aristóteles-. Eso depende
de un contexto social más o menos capaz de extender las incitaciones
intelectuales a todos los grupos sociales. No sabemos si Protágoras fue
esportillero (hubiera sido magnífico, pero no está claro), pero sí que Gramsci
o Heidegger tuvieron orígenes muy humildes. Por caminos distintos ambos se
encontraron con instituciones (religiosas, políticas, etc.) que les permitieron
salir de la representación del porvenir propias de su medio. Al respecto
escribí en La norma de la filosofía,
sobre todo en el capítulo I, a propósito la renovación de los perfiles sociales
en la filosofía española tras la Guerra Civil. Sobre la explicaciones
naturalistas, efectivamente son a menudo el asilo de la ignorancia (me permito
remitir a lo que decía en las páginas 4 y 5 de Moral corporal, trastornos alimentarios y clase social). Tan obtuso
es, sin embargo, negarlas por decreto. En cualquier caso, es algo de lo que no
pueden ocuparse las ciencias sociales: deben hacer su trabajo con sus
principios de explicación que, como sabes, creo que excluyen la regresión
naturalista.
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