Jacques Rancière defiende una idea muy poderosa. La mitología estalinista se apoyaba en la destitución simbólica de cualquier crítica al partido, mezclando la crítica sociológica y la arrogancia epistemológica. Como el partido representaba a una clase incapaz de hablar, todo el que planteaba un problema se descartaba como un impostor. Si no lo fuera estaría atribulado por los males y sin palabra; si estaba presente sólo podía ser un pequeñoburgués ocioso. La verdadera clase, paciente de todos los males, siempre estaba más allá, era una clase eternamente ausente: el partido le daba la palabra. Algo similar se encuentra en muchas vivencias religiosas de la política. Los auténticamente sometidos, esos son los interesantes y no todos esos que hormiguean en las reuniones, esa gente, como se quejaba Aristóteles, que tienen la asamblea fácil. Esta película es interesante y la protagonista merece todos los premios. Sin embargo, acumula todos los tópicos de la pobreza silenciosa y pac
"Huíd de escenarios, púlpitos, plataformas y pedestales. Nunca perdáis contacto con el suelo; porque sólo así tendréis una idea aproximada de vuestra estatura." Juan de Mairena/Antonio Machado