Dos películas, de factura muy distinta y realizadas por dos directores en las antípodas formales: Cronenberg ( Cosmópolis ) volviendo por sus fueros y Costa-Gavras ( El Capital ), fiel a sí mismo, a un cine didáctico pero no panfletario, profundo, pero inteligible. Las dos películas son radiografías de la victoria arrolladora del Capital y al verlas queda la sensación de que si no se arruina por su propia estupidez, logrará colonizar hasta el reducto más íntimo. Cronenberg nos muestra un capital ensimismado, que ignora hasta en qué país está (¿qué presidente ha venido a la ciudad? El de Estados Unidos. Ah), atravesando el mundo en una limusina; de ella entran y salen amantes, consejeras filosóficas y agentes de raperos con pretensiones místicas. Existe resistencia, porque la ciudad bulle de manifestaciones, pero el aspecto de éstas es patético y una de las agresiones solo busca concitar la atención de la prensa. Es, por recuperar la expresión de Patrick Champagne, una manifestació
"Huíd de escenarios, púlpitos, plataformas y pedestales. Nunca perdáis contacto con el suelo; porque sólo así tendréis una idea aproximada de vuestra estatura." Juan de Mairena/Antonio Machado