La manifestación del domingo muestra que es posible salir de la práctica política habitual de la izquierda que consiste a) Movilizarse para las elecciones y pedir el apoyo al aparato contra otros aparatos o enrolar a los profanos, lo que es peor, en peleas internas del aparato sin significado alguno para quien no vive de y en el aparato b) Movilizarse para engrosar microgrupos, que se disputan un microespacio político con otros microgrupos y que se vacían de gente, en rotación endemoniada, con la misma facilidad con la que se llenan. Algo tendrá que hacer la izquierda institucional si quiere tener adherentes y militantes con ideas y no profesionales de la escalada, que aplican en sus carreras y sus organizaciones técnicas de gestión del management y que vacían la actividad política de todo sentido que no sea la búsqueda del poder. Algún día tendrá que enterarse la ultraizquierda de que el poder existe en todas partes, también en los microgrupos basados en la separación sectaria de los militantes de la vida normal mediante la inflación de actividades y la supervisión de directores de conciencia que vigilan la contaminación exterior.
O no. Quién sabe. Todo puede ir a peor. Y es malo porque necesitamos a los partidos.
Porque una movilización como la del domingo no se sostiene sin partidos políticos, desde la izquierda socialdemócrata a la izquierda radical, que la cultiven, la amplíen y llegado el momento la retraduzcan en medidas políticas. Alguien en la manifestación, intentando demostrarnos a todos que él (ellos) eran "los que más" (los más coherentes, los más duros... llevo años viendo los mismos gestos vacíos), gritaba "el pueblo unido funciona sin partidos". No saben hasta qué punto reproducen la ideología franquista de la democracia orgánica. El pueblo no existe (existen clases, capas, grupos con intereses difíciles de congeniar cuando no antagónicos) y si existe no está ni debe estar unido ni disciplinado por asambleas constantes e interminables, donde a menudo no se impone el mejor argumento sino la violencia simbólica, la demagogia o una clique preparada para la manipulación. Por eso son necesarios los partidos porque permiten concretar las diferencias, sumar los acuerdos, y expresarlas como acciones políticas, esto es, no como expresión de uno mismo, no como manera de distinción en entornos reducidos, sino como acciones que, aplicables, inciden en la vida de una comunidad a nivel político y económico. Necesitamos ideas políticas con las que disputar la hegemonía a la derecha, partidos y dirigentes (pero que no sean eternos y faciliten la renovación) para precisarlas y defenderlas en los órganos de poder... y personas, todos los que no vivimos de ni para la política (pero consideramos que es muy digno hacerlo de una cierta manera, igual que cualquier actividad) que no se resignen a la degradación del espacio público. La base del pensamiento republicano, desde Grecia y Roma, es que ninguna vida merece considerarse digna sin dedicación a los asuntos públicos, pero que es sospechoso quien solo vive en los asuntos públicos. Vivan los partidos que, por suerte, nos recuerdan que somos una parte y no el todo de un mundo común, que siempre nos sobrepasa.
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