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Mostrando las entradas etiquetadas como hechos

Sobre la gran cólera de los hechos IV: periodismo y propaganda

En su reflexión sobre la mentira en política, Hannah Arendt constató que   los modernos aparatos de propaganda política no solo actúan refutando a los adversarios. También, y muy fundamentalmente, se dirigen a los propios adeptos, intentando   soldarlos a las propias mentiras. Los mayores enemigos de las grandes maquinarias partidarias y empresariales son los críticos internos. Los aparatos de propaganda, dejados a su inercia, amenazan con dejarle a la verdad escasos resquicios en política. La paradoja es monumental: sin verdad, el propagandista vive en el vacío de su propia irrealidad y carece de agarres objetivos para modificar el mundo. Queriendo convencer a todos de su discurso pierde un elemento precioso en cualquier empresa política: conocer cómo las cosas son, condición indispensable para que, un día, puedan ser de otro modo. La prensa es fundamental para la formación de la opinión pública, para liberarla de la tendencia, casi fatal, a la mixtific...

Sobre la gran cólera de los hechos III

Aunque anunciaba a Tucídides en la entrada anterior de esta serie, haré una parada en Ortega. Una formulación fulminante de la incompatibilidad entre política y verdad se encuentra en el conocido opúsculo (por su brevedad, no por su enjundia) “Mirabeau o el político”. Para Ortega, el francés representa el arquetipo del político. Un arquetipo es la realización pura de una virtud humana, que en nada se parece a los ideales: de hecho, son su opuesto. Los ideales son deseos irrealistas, puras proyecciones fantásticas sin raíces en las cosas. Los arquetipos, sin embargo, nos muestran lo que las cosas pueden ser, en toda su pureza. El método se quiere realista, y por eso merece considerarse, y mucho. Ortega se pregunta: ¿qué es un político, cómo opera, cuando llega a su máximo grado? Si es así, insiste con una de sus muchas frases felices, no le pidamos lo que no puede ser porque la humanidad, cuando se pone idealista, “es como la mujer que se casa con un artista porque es artis...

Sobre la gran cólera de los hechos II

Continuo la entrada anterior . ¿Qué en los hechos los hace tan sensibles a la falsificación? Creo que dos elementos. El primero es que los hechos no siguen una lógica estricta. Cada momento del presente contiene varias posibilidades. La materialización de una sola es resultado, a menudo, de encadenamientos poco previsibles. Matizo lo de poco previsibles ya que el grado en que una realidad lo es depende, a menudo, de los recursos con los que se cuenta para imprimirle tu intención. Arendt suele ignorar esta dimensión, y es fundamental. Esta imprevisibilidad choca con la tendencia que tenemos a imprimirle un sentido. Necesitamos insertar lógica en los hechos y la manera más sencilla consiste en atribuirlos a un agente, o grupo de agentes, todopoderosos. Estos salvan la lógica a costa de la verdad de los acontecimientos. Tal es la fuerza del dogmático: siempre encuentra un sentido y siempre, cuando se confronta a un público que desea creer, un público de crédulos, tiene ventaja...

Sobre la gran cólera de los hechos I

Foucault clamaba por la gran cólera de los hechos. Pero los hechos son el aspecto más frágil de la experiencia científica y política. Ningún hecho convencerá a un creyente, jamás: todo cuanto se desvíe de su relato se atribuirá a distorsiones.   Distorsiones de la realidad, porque ésta sería violentada por un acontecimiento torticero. Si las cosas fueran como él las cree, que son como debe ser, todo se acomodaría a sus expectativas. Distorsiones de la percepción porque ¿quién puede reunir toda la información relevante de un acontecimiento y decidir cuáles fueron las causas correctas? Los hechos tienen un escaso peso y, de antemano, quien intente contemplar las cosas “con los ojos del cuerpo y no con los de la mente” (Arendt), se encuentra perdido ante los doctrinarios: aquellos a quienes su mente ciega los ojos del cuerpo, a quienes la Verdad revelada insensibliza contra la intensidad de la realidad. Así, una de las frases más subversivas de la historia de la filosofía fue...