Una de las características más curiosas de una fracción (sólo lo digo una vez: muy minoritaria, pero existente) del feminismo universitario (en el que yo, modestamente, también me encuadro) consiste en el deslizamiento semántico que se ha producido del “lo personal es político” (es decir, la vida personal reproduce, activa y modifica relaciones sociales de poder) a un, no enunciado, pero practicado “lo político es lo personal”. Consiste en convertir la teoría social en pura exposición, apenas eufemizada intelectualmente, de los avatares de la vida privada. Muchos proyectos de tesis, artículos, libros y, no digamos conferencias, son actos de autopresentación, en ocasiones, más cercanos de la lógica de la performance, que del trabajo, no ya científico, sino intelectual. Si me inquieta la comida, porque no quiero engordar, hablo de la comida y digo que, bueno, que por estética y salud, las mujeres controlan su corpulencia, si es mi vida sentimental, expongo, citando a las autoridades teóricas competentes, la última querella con mi chico o mi chica, si la vida sexual me revela su contorno oscuro, y me demuestra que el cuerpo libidinal no es algo que se pueda mangonear y dirigir fácilmente pues, nada, a reivindicar que el poder es sexy, ambiguo, confuso, indefinido, capilar, obsceno, atractivo, sugerente... ¿Reivindicación epistemológica de la calidad del discurso? ¿Para qué se quiere? Como dijo el exteniente de las SS Paul K. Feyerabend, la ciencia es un poder y, en el fondo, nadie sale de sí mismo cuando formula sus teorías. Eso sí, cuando se trata de excluir a concurrentes –por ejemplo a hombres que trabajen sobre temas de género-, sí hay una experiencia buena y una mala: la buena es la femenina y la mala la masculina. Como si para estudiar geología hubiera que ser piedra.
Ha tenido que ser la maravillosa (quien crea que exagero que lea cualquiera de sus libros) filósofa Martha Nussbaum la que ha ajustado las cuentas a una representante de ese tipo de feminismo y es un honor para la flamante revista Sin Permiso (nº 2, 2007) permitir al lector castellano acceder a “La parodia académica de Judith Butler: el feminismo exige más y las mujeres merecen algo mejor”. Según Butler, señala Nussbaum, “todos erotizamos las estructuras de poder que nos oprimen” así que “sólo podemos encontrar placer sexual dentro de esos confines. Quizás, explica Nussbaum, por esta misma razón prefiere los actos sexys de subversión paródica a la grávida perspectiva del cambio institucional”. Nussbaum concluye que de ese modo, sólo se ensalza una experiencia de clase (media, universitaria) y se convierten las cuitas vitales de las privilegiadas en los únicos objetos legítimos de investigación. Es verdad: llevo años en un programa de doctorado que se reclama del feminismo y no he visto todavía una tesis sobre las mujeres y el mundo del trabajo.
Simone de Beauvoir tenía páginas durísimas sobre la imposibilidad de las mujeres de no hablar de otra cosa que de ellas mismas y de cuánto reproducía las estructuras de poder esa especialización en los sentimientos y la propia experiencia. ¿Pero quién lee hoy a la gran pensadora francesa, además de para enterarse y contarnos los chismes de su vida afectiva? Tendrían que ponerla obligatoria en los programas de ciencias sociales: por filósofa y por feminista. Ayudaría a mejorar las condiciones de discusión en un ambiente académico que, y no en lo mucho bueno que de allí viene y puede venir, se americaniza.
Comentarios
Los seres humanos tendemos a radicalizar en nuestras luchas. Nuestras ideas son las correctas. No vemos mas alla. el caso del feminismo no iba a ser excepcional.
Las mujeres nos jactamos de ser solidarias,pero no es cierto.
No podemos pensar que el hombre es el enemigo a batir. Cuando nosotras fomentamos muchas situaciones de desigualdad generica.
Y no nos creemos que pueda haber hombres que se identifiquen con nuestra lucha.
Habria que pensar en el otro como persona, no como hombre o mujer
este post y se alborotó el avispero Pauline me contestó de su blog
acá (leer mis comentarios) sobre ese último post).
Coincido plenamente con tu comnetario al anónimo