La recientísima crisis del gobierno
andaluz contiene un ejemplo magnífico de la importancia de la
filosofía en política. Los acontecimientos se conocen: un grupo de
familias que reivindicaban una vivienda digna fueron desalojados de unos pisos en manos de especuladores. El País, periódico progre por definición, los llamaba okupas, con su
k y todo, como si fueran un simple colectivo de fans de Eskorbuto y
Barricada (y habrá quien diga, y yo asiento, ¡a mucha honra! Pero
además no era el caso). Esas familias eran precarias y habían
ocupado (sin k) las viviendas durante las movilizaciones contra la
crisis, cuando un día sí y otro también había gente que se
suicidaba debido a que los jueces, cumpliendo la ley, les enviaban a la
fuerza pública para desahuciarlos. Entonces, la prensa progre, en
general, era menos legalista y no los llamaba okupas (con su k mefistofélica) sino que les
dedicaba reportajes comprensivos.
Pero el tiempo pasó y los progres se
relajaron. Recordemos brevemente los hechos. Resulta que la Consejería de Vivienda de la Junta de
Andalucía (en manos de Izquierda Unida) logró un acuerdo con
Ibercaja para que tales familias accedieran a un alquiler social y,
el pasado domingo, con el acuerdo aún caliente (era del viernes anterior), la subdelegación del
gobierno decidió boicotearlo y mandar a las familias a la calle,
para mostrar así que no les tiembla el pulso. En ese momento
perdieron toda capacidad de negociación. La Consejería de Vivienda
los realojó, como medida paliativa, seguramente con cobertura
judicial pero también por razones políticas. Izquierda Unida no
puede consentir, sin perder la primera parte de su nombre, que unas
familias que han luchado tanto puedan ser arrojadas a la calle justo
cuando se les encontraba una solución.
Antonio Avendaño, crítico de IU, ha esgrimido dos argumentos. El
primero, es el de la legalidad. Avendaño considera que IU cae presa
del populismo por dos razones. La primera porque se salta los baremos
administrativos ya que los realojados no se encuentran todos en
situación de exclusión social. La prueba: una militante de
Izquierda Unida que tiene un contrato de seis meses. Y segunda razón,
de más calado filosófico: Izquierda Unida privilegia, en su acción
de gobierno, la fraternidad frente a la legalidad y esta nos arrastra
por la pendiente del populismo. Hay una tercera línea de crítica: la de que la militante fuera de Izquierda Unida. Pero yo no la entiendo, ¿qué esperaban? ¿Una militante de Convergencia i Unió? Deben escandalizarse, yo que soy medio socialdemócrata lo hago, de que no hubiese militantes del PSOE o de las Juventudes Socialistas, fajándose el cobre con los desposeídos y discutiendo con quien sea menester. Pienso escribir a Ferraz para quejarme. Esto tiene interés para lo que diré al final.
El concepto de exclusión social es un artilugio teórico que, progresivamente, fue imponiéndose en la
literatura sobre desigualdad social. No voy a criticarlo aquí porque
sucede con él como con todos los conceptos cuando se convierten en
categorías administrativas: se pierde el debate que los acompaña y,
quienes los manejan, se olvidan de sus graves defectos. En parte
porque los científicos sociales y los administrativos, las personas cultas y los profesionales, repugnan cada vez
más de la conexión entre los debates teóricos y la realidad y la
cultura filosófica, sociológica y, en general, intelectual se ha visto sustituida por un
conjunto de consignas con las que pelear ante la audiencia o fabricar
frases en Twitter. Lo que acabo de decir vale también para los
militantes políticos, cuya cultura intelectual sirve más para
confortar la propia identidad (como derechista, izquierdista o entre
medias) que como instrumento de análisis complejo del mundo.
Porque si no, la verdad, ni Avendaño
habría esgrimido el asunto de la exclusión ni quienes se revolvían
contra él hubieran perdido la oportunidad de afearle su despiste.
Robert Castel, un autor fácil de leer y muy prestigiado, recientemente fallecido, un auténtico maestro que cualquier persona medio culta debería conocer, advertía, desde
1995, de los disparates teóricos que se derivaban del concepto de
exclusión. Excluido del todo no se encuentra nadie: cada persona tiene
problemas de integración en diferentes planos (familiar, social,
laboral, escolar) más o menos débiles. Nadie tiene, ni ha tenido
jamás, una línea clara de división entre las personas vulnerables
y los excluidos. Estos últimos, insistía, solo son vulnerables que,
en un momento del proceso, se han despeñado. Por otra parte, también
existe una desestabilización de las personas integradas, que entran
en la vulnerabilidad (Les métamorphoses de la question social.
Une chronique du salariat, París, Gallimard, 1995, p. 716).
¿Cómo decir, sin ponerse colorado, que una persona con un contrato
de seis meses no se encuentra excluida? Copiemos la fórmula de David Anisi sobre los parados ¡excluidos, o parados, del todo, solo están los muertos! Es un problema, en general, de las clasificaciones en ciencias de la vida, incluida la social. Lo
mismo sucede, en otro plano, con los ciclotimicos, a veces están
alegres, pero se les sigue tratando, no se quedan en su casa sentados
todo el tiempo -pensando en esqueletos con gusanos en los ojos- para
merecer que el psiquiatra los atienda. Es muy normal, es una obligación, que la gente intente escapar y, cuando sacan algo el cuello, ¿dejan de tener derechos? ¡Vaya una concepción de la ciudadanía! ¿Para vivir correctamente hay que ser muy pobre y no luchar por salir? Tan liberales que somos, ¿vamos a promover la cultura de la dependencia y la exhibición de la miseria? Barro para casa,
evidentemente, pero ahora que la filosofía (lo que existía
para incluir estos problemas en el currículo de los jóvenes) va a
ser sustituida por la apología de los empresarios, no puedo dejar de
hacerlo: no se ponen colorados con esta argumentación por la escasa, escasísima, formación cultural de nuestras
elites, directamente proporcional a su entrenamiento en técnicas de
asertividad, autosuficiencia y manipulación retórica.
La segunda cuestión, más compleja teóricamente, también aparece un artículo de Antonio Avendaño.
Según él, IU se dejaría atrapar por el populismo y por la
compasión y, de esa manera, abre el camino a la ilegalidad. Y aquí
el referente, creo, es Hannah Arendt. Esta pensadora puede
servir para muchas cosas pero en los años 80 y 90 del siglo pasado
fue utilizada, constantemente, como ariete contra el marxismo y, en
general, contra el socialismo. Efectivamente, según Arendt, la
revolución francesa derrapó en el Terror porque atendió a las
necesidades de los desharrapados, olvidándose del respeto de las
leyes. Amparándose en la miseria, los revolucionarios construyeron
un régimen de excepciones a la legalidad que desembocó en estragos
sin cuento (Hannah Arendt, Sobre la revolución, Madrid,
Alianza, 1963, p. 145). De ese modelo procede el
estalinismo y su espantoso desprecio por las libertades formales. No voy a
discutir la visión de Hannah Arendt, que acierta en mucho, aunque
creo que objeciones de peso pueden hacérsele (Y ya que este es mi blog me autocito una vez más: véase sobre Foucault, Castoriadis y Arendt mi artículo “Pericles en París”, Pensamiento, vol 70, 2014).
Aquí, de nuevo, el pecado es la
desatención a la realidad, y la aplicación de un cliché. Si Hannah Arendt venía a cuento aquí era por otra dimensión de su pensamiento. Porque si
los participantes en la Corrala Utopía querían una solución de
conjunto no era por su miseria, no era porque fueran pobres (que además lo
eran), sino porque estaban unidas y, querían permanecer
juntas, reivindicarse como ciudadanas que merecen protecciones básicas
y no como expedientes individualizados gestionados por burócratas. Léanlo ustedes. Luchando por sus derechos se convirtieron, no en una cola de
suplicantes, sino de ciudadanas con un proyecto en común. La lucha selecciona
élites políticas entre los ciudadanos anónimos. Irma Blanco, la persona cuyo
pecado era tener un contrato de seis meses, muestra la reciedumbre moral de esas elites: en cuanto advirtió que su
figura perjudicaba a sus compañeras renunció a cualquier beneficio.
Nada que ver con quienes solo saben pasillear en los partidos e
idolatrar a los diversos jefes, cabecillas y abusones que abundan en
política -a derecha, centro e izquierda. Hannah Arendt veía en esa
lucha, en esa reivindicación de una igualdad política, resultado de
un compromiso con los otros y con los valores públicos, la única
esperanza para que “se abran espacios públicos a los que pudiera
tener acceso el pueblo y en los cuales pudiera seleccionar una élite;
o, más exactamente, donde pudiera seleccionarse a sí misma. […]
La dificultad reside en que la política se ha convertido en una
profesión y en una carrera y que, por tanto, la élite es elegida de
acuerdo con normas y criterios que no son políticos por naturaleza.
Es inherente al sistema de partidos que los auténticos talentos
políticos se revelan en rarísimas ocasiones, y aún es más raro
que las cualidades específicamente políticas sobrevivan a las
maniobras mezquinas de la política de partido con sus exigencias de
auténticas técnicas comerciales” (Sobre la revolución, p.
384). El día que exijamos a un servidor público la biografía de Irma
Blanco y no la de Susana Díaz empezaremos a tener la posibilidad de
seleccionar auténticos líderes políticos. Mientras tanto debemos
conformarnos con el imperio de asesores de imagen que embellecen a
individuos que, por sí solos, no sabrían organizar ni una comunidad
de vecinos.
En fin, francamente, para criticar a IU y a la Corrala Utopía seguro existían mejores argumentos. Aunque yo sea partidario de la Corrala y de la acción de la Consejería de Vivienda aquí no hablo como tal, sino como miembro del crecientemente menestoroso gremio de profesores de Filosofía. Manténgala, apoyen con brío su permanencia, ¡pardiez!, que así podrán criticar al rojerío de modo más certero. Sé que suena corporativo, pero bueno, como aseguraba Bourdieu, hay objetivos particulares que benefician a todos: el mantenimiento de la filosofía es uno, seleccionar los líderes en la lucha política real es otro. Es bueno para los interesados, pero también es bueno para todos.
Comentarios
Que la ilusión no se recorte; que la ampliación del campo de batalla no se vuelva a trocear en pedazos de impotencia; que el miedo cambie de bando y seamos cada vez más.
Empieza la campaña electoral popular y ciudadana de Podemos.
Comisión de Cultura de Podemos
Antonio
http://www.youtube.com/watch?v=UPujODCSd_Q
http://www.youtube.com/watch?v=UPujODCSd_Q
La gente tiene tiempo libre, la verdad.
Tiempo libre ¿Que és hoy eso para una desempleada, activista, madre de dos hijos, hija de una madre dependiente y doctoranda -casi eterna- en sociología desclasada?
Saludos,
"Sé que suena corporativo, pero bueno, como aseguraba Bourdieu, hay objetivos particulares que benefician a todos: el mantenimiento de la filosofía es uno, seleccionar los líderes en la lucha política real es otro.
Es bueno para los interesados, pero también es bueno para todos."
Lo de Bourdieu, como la defensa de la filosofía, se escribió de broma. Evidentemente, lera un recurso para contestar el miserabilismo de los defensores de la Corrala, miserabilismo que solo descubrieron cuando unos pobres se movilizaron.
Le advierto de que hay una tercera posibilidad: que se beneficien fundamentalmente a sí mismos como demuestran muchas generaciones de supuestos tribunos del pueblo ratificando la ley de hierro de las oligarquías o el cierre del campo político sobre sí mismo.
Por lo demás, y teniendo en cuenta lo que dice el texto, no puede ser más lejano de la realidad. Si algo demuestra el proceso de primarias es que los que han conseguido los primeros puestos no son gente normal, sino individuos con propiedades escolares, mediáticas y militantes relativamente raras. El texto es pura propaganda y lo dice alguien que simpatiza con las primarias y con Podemos.
Muchas suerte y un saludo
Frente a la prepotencia que parace mostrar en su post la filosofía mayor educación moral católica, de mano de profesionales responsables.
El Curriculum de religión católica es uno de los fundamentos de la educación humanística y moral, más allá que toda la filosofía.
Saludos.
Antonio.
Existen dos líneas de crítica. La primera consiste en la amalgama: todo en la Corrala era un resultado del manejo de Izquierda Unida. La idea es ridícula. La Corrala Utopía surgió durante el auge del 15M y fue un intento, realizado por gente sin adscripción política, por dar una salida a los desahucios y a la miseria. IU, ni partido alguno, pintaban allí nada, ni se les hubiera dejado. La derecha hace tiempo que apostó por convertir el 15M en un simple engañabobos de la izquierda antisistema. Que ahora lo hagan muchos simpatizantes del PSOE supone una novedad.
La segunda es el derecho de las familias a una vivienda. Cuando se ocuparon las diversas corralas se pretendía llamar la atención sobre los edificios deshabitados en manos de fondos de inversión, mientras a muchas personas les resultaba imposible acceder a una vivienda. El objetivo nunca fue, obviamente, otorgar a quienes ocupaban un derecho preferente, sino exigir actuaciones de los poderes públicos sobre los especuladores privados. Mantener una ocupación, con un ayuntamiento cruel que cortaba agua y luz, exigía un grupo de apoyo importante. En ese grupo de apoyo hubo gente de todo signo, también militantes de izquierda Unida y de otras izquierdas. La pregunta es porqué no se encuentran disponibles para la acción ciudadana gentes más moderadas. Hay muchas respuestas posibles pero tiendo a pensar en una que me inquieta: porque militan en falsas organizaciones políticas; son, en realidad, empresas de distribución del poder político para sus adherentes. Las reglas de promoción exigen un perfil bajo y la inserción en las redes familiares de alguno de los aspirantes a oligarcas que se disputan el poder. No es extraño que tiendan a interpretarlo todo, ellos y quienes escriben desde su perspectiva, como el resultado de un conchabeo mafioso entre amiguetes y familiares. Claro que existe gente que participa en las movilizaciones buscando retribuciones explícitas. Pero si lo que buscan es eso, y solo eso, todo el mundo sabe y los primeros los implicados, que el 15M no era el mejor lugar para alcanzarlo.
El 15M mostró cómo la movilización de la gente común inquieta a los pequeños grupos que monopolizan la gestión del poder: y también a algunos que monopolizaban la contestación. Intentar comprender su novedad fue y es difícil. El mundo instalado, en cuanto ha podido, ha optado por la criminalización, aunque para eso tengan que estigmatizar como gorrones a gente pobre, buena gente, sobre la que se arbitró, ¡insisto!, un simple realojo de urgencia. El mundo crítico tampoco resulta fácil. La mínima distancia te convertirá en objetivo de un amigo del pueblo que te achicharrará por contradecir su particular libreto sobre los acontecimientos. Por eso, sobre los movimientos populares, abundan textos con diferente valor intelectual (algunos mucho, otros muy poco) pero, y esa es la clave, descriptivamente paupérrimos: mejor decir muy poco o que lo que se diga cada uno lo interprete como le plazca. Como dijo alguien, hace falta mucho más riesgo intelectual para explicar una práctica que una teoría.
No estuve afortunado en la entrada. Quien me conoce sabe que tengo una actitud distante hacia la filosofía; todo formaba parte de una broma, mal expresada, donde quería criticar el uso demagógico del concepto de exclusión y la confusa referencia a la idea de compasión -en este caso mostrando una lógica de igualdad política.
Si usted juzga que la filosofía no sirve pensamos diferente, mucho, pero no es ese el objetivo de la entrada. Yo no comparto sus puntos de vista sobre la religión pero el debate era otro.
saludos
http://elpais.com/m/ccaa/2014/04/14/andalucia/1397506007_489477.html
Al situar la cuestión en la dicotomía compasión/legalidad y en la crítica de Arendt centras muy bien el problema. Tu bes mejor que nadie la importancia de los rituales y los gestos en la configuración de nuestra vida social, y claramente lo que había en la Corrala era un gesto necesario. El autoritarismo y la hubris con el que se reacciona "aplicando la ley" ha demostrado cuán ideológica es esa reacción, sabiendo bien que la elasticidad en la aplicación de las leyes no es simétrica, y que tampoco lo son las garantías que ofrecen. Esa presunta educación ciudadana que nos ofrecen desde hace más de treinta años basada en el sometimiento a las reglas (que es más que dudoso que sean las que nos hemos dado a nosotros mismos, o que lo han sido controlando previamente con mucho cuidado los sistemas de representación para que no pongan en peligro el estatus)está en la base de la desmovilización colectiva que nos ha llevado a que no tengan (ellos) ya ninguna restricción.
Centras muy bien el problema en la dicotomía compasión/legalidad y en el autoritarismo que hay de base en esa presunta educación ciudadana de sometimiento. La necesidad de gestos y rituales, que tan bien conoces, debe ser una parte central de la política, y sobre todo los gestos que amplíen el espacio político. Detrás de la reacción del gobierno andaluz está ese autoritarismo que se somete al fuerte y ejerce su poder con el débil.