Durante
unas elecciones primarias la gente puede pensar si inscribirse o no, cómo
publicitarse a sí misma (qué rasgos de su personalidad destacar, cuáles sirven
para la vida pública, cuáles deberían corregirse), qué apariencia presentar en
la foto: más seria, más luchadora, más culta, más atractiva, más sexy, más
bondadosa. Una vez que uno se inscribe, hace campaña, afina sus argumentos,
busca diferenciarse sin violencia -al fin y al cabo, habla entre compañeros y
compañeros. Si gana le votarán, si pierde será él o ella quien los vote.
Una
práctica son un conjunto de operaciones. Esas operaciones, si se repiten,
producen disposiciones, formas de ser nuevas, generan rasgos desconocidos en
los sujetos, sorprendentes para los propios implicados, segregan, si todo va
bien, un placer y un deseo inesperado.
Las
teorías de las elites creen, al contrario, que todos nacemos con paquetes de
conductas y que si a uno le gusta el fútbol o el maquillaje se encuentra
llamado a tal. A la cosa pública solo van los mejores, los henchidos de
ambición, los vocacionales.
Mentira.
Las vocaciones surgen de los contextos. Multiplica los contextos para algo y
verás florecer vocaciones. Las disposiciones necesitan contextos adecuados para
sedimentarse, tiempo para aprender a saborear el nuevo mundo que nos abren. Una
ciudad es musicalmente más excelsa con muchos flautistas normalillos que con
uno grandioso y el resto con oído de corcho. Se lo espetó Protágoras a Sócrates
en el siglo V a. n.e. Y llevaba razón. porque hablaba de política, no de
música. Multiplica las disposiciones políticas en más gente y tendrás mejor
vida política. "La diferencia entre un mozo de cuerda y un filósofo es menor de la que existe entre un mastín y un galgo. El abismo entre uno y otro lo ha abierto la división del trabajo" (Marx). Lo que sirve para las profesiones, es aún más definitivo para la política. La división política del trabajo consagra competentes a quienes se benefician del ejercicio político. Pero no son naturalmente competentes.
John
Adams decía que la política era el placer de ver y ser visto: no de cualquier
modo, en la esfera pública. Cuando se multiplican los espacios de participación
política, se amplían los espacios en los que la gente se revela en la esfera
pública, descubriendo lo que no sabían que eran, conociendo a quienes no sabían
que existían. Es mentira que la política sea un sacrificio. La política es una
fuente enorme de compensaciones subjetivas -dejo de lado las compensaciones
materiales exorbitadas, nacidas de un régimen perverso de profesionalización
política. Yo no conozco más que a dos o tres que han dejado la política
y, francamente, es que peligraba su vida. Sucede que, los profesionales,
imponen reglas de participación que exigen modos de vida como los suyos. Desean
acaparar para ellos las compensaciones subjetivas -y, los muy chorizos, también
las materiales. Son oligarcas que se disfrazan de servidores públicos.
Cuando
se abren campos para la experiencia política, y estos son accesibles para los
que no quieren consagrar su vida entera a la misma, o no recogieron el deseo y
las competencias de su tradición familiar y sus estudios, aparece gente
distinta. A menudo, más recta moralmente y más inteligente que los supuestos
profesionales. Mejores servidores públicos.
Podemos
convocó primarias. Podemos hizo una lista de ilustres desconocidos -menos Pablo
iglesias. Podemos amplió el espacio de la experiencia política y permitió que
accediesen quienes, en otros partidos, no hubiesen podido entrar o hubieran
tenido que conformarse a papeles de subordinación insoportables. Insoportables
para gente con estudios, para trabajadores que no obedecen órdenes fordistas, para
jóvenes que han crecido en escuelas donde se hacen asambleas, para obreros que
leen y ven la televisión. Nadie va a un partido donde no le dejan entrar o
donde, si te dejan, el jefecillo es infinitamente más tirano que un encargado
toyotista. Al ampliar ese espacio, Podemos ha generado hábitos políticos en
nueva gente. Los doctrinarios se quedarán en las pegas, en lo que falta. O aún
peor: ridiculizarán como frívolos a quienes gozan haciéndose fotos y
preparándose para hablar sin haberse aprendido la buena doctrina (neoliberal,
centrista o marxista, ecologista, anarquista... da igual). A ese pseudosaber
(que a veces, muchas veces, solo es una enorme colección de chismes y lugares
comunes) llaman cultura política.
No:
cultura política es la que se genera cuando se extiende la gente desea ver y
ser vista discutiendo cuestiones públicas, cuando su yo empieza a incorporar la
perspectiva de otros, cuando se miran al espejo pensando cómo se integrarán los
demás en lo que digan -y por tanto se verán en el espejo con una mirada más
amplia, que incluye a los demás.
Con
esa perspectiva, sobran las doctrinas: cada paso de un movimiento real vale más
que una docena de programas. En cuatro meses han votado a Podemos 1.215.000 de
personas. El 15M sigue vivo. Ya no está en la calle, pero está en el deseo de
desear políticas distintas hechas por gente distinta. Las dos cosas son indisociables.
Son los hábitos que nos dejó. Que sigan entrenándose, o de lo contrario se
diluirán.
Comentarios
Tuve que rebuscar la papeleta en el fondo de la última caja de cartón en el colegio electoral. Aunque haya 500 candidaturas y sólo voten dos personas porque todas las demás se abstengan, lo cívico y procedimentalmente conveniente es que todo este a la vista y no haya que hacer investigaciones para encontrar lo que quieres. Eso sí, los vocales y apoderados de las mesas charlaban amigablemente y entablaban relaciones sociales.