Facebook tiene algo de nuevo panóptico, la
institución donde cada compañero era, a la vez, un vigilante. Una
panóptico capitalista, infinitamente más insidioso que la benévola máquina reformista que
imaginó el progresista Bentham. La competición por el me gusta genera, constantemente, nuevas existencias. El Daily Mail nos cuenta la historia de una chica adicta al selfie que derrocha una millonada en
prepararse para las fotos. Eva Illouz ya mostró cómo la
autovigilancia corporal aumentó terriblemente con las redes sociales.
Pero es bastante
sospechoso centrarse siempre en problemas de chicas: solo exhiben el capital
cultural que poseen y sucede que ese se identifica con la frivolidad. Los
recursos de los dominados, sostuvo alguien, siempre son ambiguos: la franqueza
popular se transmuta en símbolo de falta de sofisticación, el cultivo del
cuerpo y la belleza en las mujeres, emblema de frivolidad. Pero podríamos
hablar de áreas mucho más masculinas. Toda una política y una vida intelectual
nuevas han surgido. La política, vemos sus efectos, consiste en ocupar el
centro de atención de manera permanente. La lógica es la de costumbre: el
capital va al capital y aquel que adquiere poder tiene los me gusta de hasta
quienes lo denuestan en privado. La determinación técnica del asunto me parece
secundaria: para comprender lo central del comportamiento de tanto Rastignac basta con leer y releer atentamente La
comedia humana de Balzac. La transición entre unos muros y otros es un ejemplo de los
movimientos del campo político y de determinadas artes. El vocabulario y el
razonamiento exhibido no confirma a los que hablan de una ciudadanía
“empoderada” por las redes. Los términos futbolísticos (los “cracks”, los
“monstruos”) han colonizado el lenguaje intelectual y político y la tendencia a
la exageración, el miedo a que otro sea más recatado en el halago, asciende la
menor nadería al estrellato y nos lleva a cabalgar sobre un tigre de hipérboles:
que nadie halague más que yo, que no em quede insultando menos. La clickocracia genera sus adicciones, que no son sino la competencia
por cotizar constantemente alto en mercados muy inestables y donde no se
encuentran bien fijados los equivalentes. El dinero nos da seguridad y nos
evita cavilar acerca de cada intercambio. Cuando el valor no se encuentra bien
fijado por un equivalente, cuando no se está seguro del valor de la moneda (corporal, intelectual)
la tendencia a la hiperortodoxia se acentúa y la atención nerviosa a los
posibles equivalentes nuevos se convierte en obligatoria: ¿habrá alguno que desconozco y respecto al cual no doy la talla? ¿Será el
pensador de allá o el acullá? ¿Quizá un nuevo grupo de rock? ¿La corriente de tal partido o
mejor aquella otra? ¿Algún genio de la poesía de estos que surgen cada fin de
semana? Jacques Bouveresse (lo cito libremente), comentando los tonos de la prensa intelectual, recordaba que, existían tantos grandes filósofos, tantos filósofos fascinantes, tantos filósofos definitivos, tantos maestros indispensables... que lo
difícil comenzaba a ser encontrarse un filósofo y un maestro. Lo mismo se aplica, creo yo,
con muchos amigos y compañeros de Facebook. Insisto: no son las redes; es nuestra manera de ser, nuestros hábitos, nuestro inconsciente ideológico. Las redes los fomentan exponencialmente.
¿Cuál es la
alternativa? Nunca me convenció la huida, porque la misantropía resulta incompatible
con ideales socialistas y democráticos –que son los míos. La única alternativa
viable consiste gestionarlo de otra manera y agruparse solo con aquellos que
actúan así. Kant reclamaba retirar la simpatía a los inmorales sin por ello
faltarles al respeto ni increparlos. Como de costumbre, Kant es siempre un
socorro. Una práctica siempre es más
radical que la mejor teoría.
La práctica no nos exime, por supuesto, de seguir pensando qué es esto y en qué arriesga convertirnos.
Comentarios
Se montan escandaleras por auténticas tontadas en las redes sociales. No sé si es específico de aquí o pasa en el mundo entero
Cómo compaginar la maquinaria electoral, la centralización como la distribución del poder?
Saludos de Miguel.
Espero no haber captado tu fina ironía al criticar a dinosaurios capaces de pensar hoy en día algo semejante...
Marta.