Las oposiciones míticas
tienen una virtud: ayudan a agrupar la rabia o el orgullo porque resultan muy
fáciles de movilizar. Cada uno pone las
fronteras del bien y el mal donde buenamente le place. Gustavo Bueno constataba,
con gracia aristotélica, que ese efecto epidíctico (según Aristóteles
argumentos que buscan halagar sutilmente al lector) en La rebelión de las masas. Quien adhería a las tesis de Ortega,
señalaba Bueno, se sentía minoría egregia. Poesía eres tú escuché alguna vez en el
momento granadino de mi juventud para decirle (nunca a mí, por desgracia)
cuanto de sublime se escondía en la gracia y la anatomía de (casi siempre…) la
interpelada. En la cuarentena parece que queda asistir nuevas declinaciones del
género epidíctico, ahora sin Becquer, y con la casta por motivo.
Porque con “casta eres
tú” llevamos un tiempo respecto de la universidad. Hace una semana recordaba lo
extraño que resultaba escuchar algún argumento de los críticos jóvenes de la
casta. En mi entrada intentaba decirles que la degradación del trabajo
intelectual y científico, si existía, era una empresa colectiva, en la cual
debían llamarse a declarar no un patrón mítico (el “mandarín” mediocre que no
desea que lo evalúen ni jugar a la selección de las especies neoliberal: ¿dónde
se encuentra dicho sujeto? Y por supuesto, ¿queda claro que ese mandarín ha perjudicado
a los denunciantes?) sino decisiones políticas, profesores y, por supuesto,
alumnos y jóvenes investigadores y aprendices. Mucho de lo que critican es cierto pero a veces desde presupuestos discutibles: los buenos, los no serviles, los productivos somos nosotros. Releer a Bourdieu no está mal y
fijarse, en Homo academicus, en las estrategias retóricas de los pretendientes
desclasados: yo creo que contribuye a relativizar los enfados y a colocarlos en coordenadas sociales más amplias. Los describe analizando Mayo del 68, como vuelven a estar presentes en la disección de la bohemia en el maravilloso Manet. Pero es que Bourdieu no da mucho para el género epidíctico ¡es
lo que tiene el racionalismo!
Esta semana ha sido
Félix de Azúa quien activa el “casta eres tú” dirigiéndose a los líderes y
hasta a los apoyos de Podemos. El diagnóstico de la universidad es el mismo,
ese que tanto le gusta a los que jalean el tremendismo sobre el mundo académico
a izquierda y a derecha. Vivimos en un
erial poblado de enanos. El talento, a lo que se ve, queda fuera. Lo tienen
ellos.
A Félix de Azúa le ha
respondido con presteza Luis Roca trazando una trayectoria. He leído
muchos libros de Azúa, apreciando algunos y otros no. En sus artículos
hace tiempo que me di cuenta que es un hombre que tira alguna vez de solapas de
libros y de hablar de oídas (recuerdo uno sobre Foucault al que le respondió
Fernando Álvarez Uría que era de chiste). Pero existe mucho moralista que
cuenta y escribe lo que oye en las cañas y en el copeo, así que no es nada
singular. Pero vamos al asunto de la corrupción y a la idea de si para entrar y
permanecer en la universidad debemos ser casta y, por tanto, nuestros
conciudadanos deben protegerse de las revoluciones de profesores. Aunque sea
aburrido permítanme un reflexión de modestísimo practicante de la sociología de
los intelectuales.
Quien investiga a los intelectuales, porque le
interesan las raíces sociales de las ideas, pronto llega a algunas conclusiones
básicas: el origen de clase en el campo de la cultura es tendencialmente más
efectivo que en el del simple poder económico; ese origen de clase provee
contactos y modos de consagración que representan una ventaja comparativa y
permite acelerar las carreras, en fin, raros son los intelectuales que no
marchan con las secuencias políticas de su unidad generacional: en España, como
por todas partes en nuestro área, estas fueron, en tiempo reciente, extremismo
lunático (nadie a mi izquierda, es lo único que produce rentabilidad, porque
pocos se atreven a ello: nosotros somos o falangistas o de HB decía Eduardo
Haro Ibars), luego socialdemocracia y posteriormente liberalismo desengañado en
diversas vertientes. Las transiciones no son homogéneas porque el mundo social y
cultural tiene diferentes lógicas operando, pero básicamente tal fue la
tendencia dominante. Cuando se ponen en una columna las trayectorias
institucionales y los pasos políticos las conclusiones suelen ser jugosas. La
verdad es que la interpretación cae, casi siempre, por su propio peso. En otros
casos no y eso es lo fascinante del trabajo científico y lo que lo vuelve
inservible para las cabriolas epidícticas.
Ver, sigo en eso el razonamiento de Luis
Roca, a uno de los ejemplos mayúsculos de esa trayectoria hablando de sumisión
y de corrupción es divertido y sintomático. Si entendemos la corrupción como
búsqueda objetiva de prebendas, seguro que Félix de Azua no tiene ni un pelo de corrupto, ninguno.
Si nos referimos a personas que acumulan todas las promociones sin ni siquiera
perseguirlo, adaptándose simplemente a los ritmos de su entorno, la cosa es
evidente. Esto no merma su talento, como tampoco el servilismo merma el del servil. Lope de Vega (Juan Carlos Rodríguez lo describió en su libro sobre Cervantes) era un rastrero con el Duque de Sessa y por ello se transforma de Fénix en pajarraco.
La corrupción explícita es el arma del capital social de los pobres
en redes. Existe una amplia literatura al respecto: Gramsci hablaba de la
traición y la soledad del becario. Richard Hoggart describía el dolor del
universitario de clase obrera, condenado a un cambio constante de referentes;
en fin, Raymond Aron, muy liberal y paretiano él, recordaba tales traumas para
justificar la crítica de la movilidad social. Dos de sus discípulos (Paul Veyne
y Jean-Claude Passeron: ambos dos de orígenes modestísimos) lo han contado:
¿para qué elevar a los pobres, decía es hombre sabio, algo que cuesta mucho y es desgarrador para los
interfectos? ¿No es mejor dejarlos en paz, no fastidiar a sus papás, sus amigos
y sus novias juveniles? Para qué producir elites melancólicas cuando las existentes
facturan a sus retoños sin agobios, tan ricamente, por derecho natural, porque
son los mejores, vaya?
Porque Aron tenía una
ideología terrible pero no era un hipócrita. La corrupción es el capital que le
queda al que carece de capital social o que tiene unos contactos que, por
desgracia, no funcionan como capital en mercado alguno: si quiere ascender debe
de abandonarlos. Pero cuando te examine aquel con el que pasas las vacaciones,
te selecciona aquel que estudió con tu padre todo eso permite, y nuestra conciencia queda impecable, la reproducción
de las dinastías de clase en las instituciones.
Ese es el gran atentado
a la meritocracia liberal. Como toda buena idea, la meritocracia tiende a ser
traicionada por su utilización filistea y uno debe recordar sus principios para
combatir a sus interesados turiferarios. Obviamente, la corrupción debemos combatirla
con el código penal y la reproducción con políticas publicas inteligentes: son órdenes
de imputación diferentes y no cabe perseguir a nadie porque se enamore por
casualidad -y por causalidad- de quien se tiene que enamorar o se vaya de farra
por casualidad - y por causalidad- con el que se tiene que ir.
Pero el gran problema
de las redes de influencia no es el del que ofrece el servilismo, sino las de
los intercambio de favores característicos de las clases altas, que marca su
ritmo de vida y sus contacto con casi todos los aparatos públicos. Cada día que
uno se pasea entre gentes con alcurnia lo capta: yo conozco a alguien, escucha uno a menudo cuando de contactar con algún servicio administrativo se
trata. Y entonces no queda sino pensar: ¡qué terrible es la vida de quien no
conoce a nadie!
De todo eso se habla
poco o nada. Así que si vamos a continuar con el género epidíctico vamos a
tener que ponernos flamencos. Podría
pedirse a cada usuario del género que suba los currículos a internet, las
tesis, las biografías, del susodicho y sus conexiones con los susodichos que
los consagraron, les publicaron, los reseñaron y los protegieron. De camino,
oye, nos facilitan el trabajo a los sociólogos del conocimiento. Investigar a las elites, siempre es muy difícil y exige burlar múltiples barreras: prometemos intentar tratarlos
sin recurrir a lo epidíctico.
Porque si lo que
preocupa es que un grupo de universitarios, de Ciencias Políticas, encaucen el
descontento social pues no entiendo el reproche. Demuestra que, con todos sus
defectos, son la universidad forma a personas inteligentísimas, que se han
tomado en serio a su país y que han sabido abandonar el juego del nadie a mi
izquierda. Son de Políticas, ¿a qué debían dedicarse? ¿A escribir papers nada
más? ¿Tuvieron una juventud radical? ¿Y vosotros? Si tan mala era, ¿no es buena
señal el que hayan cambiado? Están triunfado en política, ¿no indica lo cual que
piensan en algo más que en impactar en una cafetería de facultad y que se toman
en serio el sufrimiento de sus conciudadanos? Y conste que lo de la casta no me
gusta un pelo quizá porque el género epidíctico no sabes nunca en qué manos cae
y a quién servirá para salpicar.
Mas empezamos con una comparación con Ortega que tiene su puntito injusto. Ortega aclara, siempre que puede, que masa existe en cada uno de nosotros y que es, en parte, algo consustancial a la experiencia moderna. Los de la casta, sin embargo, siempre son los otros. Lo siento pero no me lo creo.
Comentarios
Enhorabuena por el comentario. Ayer mismo, muy cabreado, le hablé a Luis Roca del artículo de Félix de Azúa. Veo que él ha sido rápido en responder, y tu artículo refuerza la respuesta con argumentos científicos.
No sé quien es Azúa, más que de "me suena" y no he leído nada, pero parece forma parte de la ofensiva organizada contra Podemos.
A ver si son capaces de no "hacerse al paisje", y de no "ser un fraude", como G.Morán ha descrito a los primeros socialistas que llegaron al poder.
Con lo que está saliendo de atraco a mano armada desde las más altas instancias, con que llegue gente que simplemente no robe ni permita que roben, ya será un paso de gigante. Aunque lo hicieran rematadamente mal, me conformaba con "honradez". Si además tuvieran arte no nos quejaremos...
Azúa podría haber sido, no hay más que leer algunos artículos de los 80, un Ferlosio (que en cuanto a redes y demás tampoco anda mal, y también sé que en ciertos aspectos no es de tu agrado) y se ha quedado en un FJL vergonzante. Me pregunto que habría sido de Alberto Cardín de no haber muerto prematuramente.
Me quedo con la intriga con el comentario de F.Vázquez en el blog de L.R.Jusmet, pero me abstengo de preguntar, porque el salsa rosa intelectual, aunque divertido, no lleva a ningún lado.
Saludos.
P.D: Aunque no tenga importancia alguna, el hecho de que, de la gente de Podemos más visible, alguna me haya dado clase y otros fueran muy visibles en fiestas, organización (y boycott) de conferencias no deja de hacer que los siga con mucho interés y cautela.