El otro día, tras la
conferencia sobre el capital erótico, entramos en una interesante
discusión sobre las condiciones de la resistencia. Cuando uno desea
enfrentarse a dispositivos que tiene integrados, somatizados, ¿cómo
desprenderse de ellos? ¿Cuáles son las condiciones para hacerlo?
¿Puede lucharse contra ellos, se puede pretender cambiarlos, sin
apoyo exterior?
Estas notas continúan otras .
La pregunta se parece a
la que se plantearía el estoico radical, aquel que se entrena
pensando en los males que van a venir y casi deseando que sucedan
para entrenarse en ellos. Praemeditatio malorum se llamaba la técnica
de pensamiento: entrénate en lo peor y así podrás resistirlo:
imagínate que te quedas solo, que te rodean los peores y que
intentarán, con su poder, explotar tu fragilidad. En ese caso,
pretendía el estoico, se trata de modificar nuestras posibilidades
interiores: cuando te entrenes en lo peor podrás hacer lo que debas
porque no temerás, no tendrás miedo ni esperanza y entonces, solo
entonces, serás dueño de ti mismo.
Esa interpretación del
estoicismo queda coja. Porque, sencillamente, supone a uno enfrentado
al mundo, cuando el mundo pasa por uno. Tampoco debemos identificarla
con una lógica del sacrificio pues obligación del estoico es
conservarse lo mejor que pueda. Haciendo eso puede que todo venga mal
dado y entonces solo tendrás tu posibilidad de resistencia. Pero que
te entrenes en ello, que adquieras disposiciones para resistir (o
burlar) el castigo no quiere decir que lo persigas.
En la diferencia entre
uno y el mundo se supone que uno conoce algo: cómo es el mundo. Y
existe un elemento del estoicismo fundamental: no conocemos, por
limitación epistemológica, nada del mundo. Por tanto,
sencillamente, no sabemos si la lógica del mundo pasa por encima de
nosotros (y nos machaca y, así, la peor de las posibilidades se
realiza) o pasa, por el contrario, por nuestro endurecimiento y
nuestra resistencia. El estoico no abomina de la segunda opción y se
entrena pensando en que es necesaria pero sabe, o puede saber, que
aclimatándose a ella contribuye activamente a la primera, es decir,
a cambiar el estado de cosas existente, aquello que puede golpearlo y
maltratarlo. La muerte de un ser amado solo nos lo hurta
completamente si nos derrumbamos y si impedimos que su memoria siga
insuflando lo mejor en nosotros. Esa situación extrema en lo
afectivo es más clara en política: si te torturan, puedes aguantar
el dolor y eres más fuerte, si es demasiado, habrás muerto.
Concluyendo: solo
cambiando nuestros hábitos podemos contribuir al cambio general. Eso
supone cambiar nuestras formas de vida conscientes de que existen
bienes fundamentales (valiosos por sí mismos) y bienes indiferentes
que depende de cómo se usen (por ejemplo, la riqueza o la pobreza).
No existe manera de saber qué nos deparará el destino: sabemos, sin
embargo, que existen “actos apropiados” consistentes en cuidar
nuestro cuerpo, nuestra sociedad todo lo que nuestra naturaleza
animal y política nos enseña razonable. No es imposible que la
sociedad destruya nuestro cuerpo o la propia sociedad (y no sea, como
enseñaba Spinoza, sociedad sino una terrible soledad). Los actos
apropiados no son estratégicos o no estratégicos. Porque en un
contexto que no controlamos presumir una racionalidad medios/fines es
una ridiculez. El mal no contribuye al bien, puede o no, ¡quién
sabe! Lo que sabemos es que el mal contribuye a hacer malo al
estratega. Solo nos queda agarrarnos a lo que está en nuestra mano.
La resistencia solo puede
ser individual pero, ¡cómo saberlo!, tal vez engarce con otras.
Comentarios
Me ha gustado mucho tu post. El estoicismo y Spinoza siguen siendo para mí lo más sabio para orientarlos en el mundo. Continuo reescribiendo sobre el debate Hadot/Foucault y esto me permite ir repensando en todo ello. Leerte es un placer, y te lo digo no como amigo sino como un lector sincero, y este pequeño post me parece un regalo para los que podemos leerlo. Esperemos para nosotros y para nuestros hijos que en el 20015 no pase lo peor. Os deseo lo mejor.
Un abrazo
Muchas gracias. Celebro mucho que compartamos gustos y que nos enriquezcamos mutuamente.
Y también deseo que nosotros y los nuestros seamos felices en el año que entra.
Un abrazo
Pepe