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En busca del ciudadano perdido


Da una gran alegría que una parte del debate político se haga hoy pensando en cómo incorporar a los que faltan, a los que no asisten (enlazo un artículo de Santiago Alba Rico). Entiendo que eso no se hace por competir con otro y desacreditar (excluyente tú...) sino por atender a los valores, los problemas y sacar a la luz las competencias -en esto soy populista, perdón la pedantería, a lo Protágoras- de quienes no están: de quienes no pasan, ni les apetece, por el cursus honorum de la política. Yo me dedico a estudiar y a hacer agit-prop -cada uno con las entendederas y la habilidad que le toca en suerte- del uso localizado del sorteo (entre otras cosas) por idéntica razón (aunque a lo mejor me equivoco): comprender a los que no vienen, implicarlos directamente en la vida política.
¿Por qué esa manía? Porque entiendo que quienes ocupan los cargos, quienes acumulan los recursos políticos, a veces los merecen y otras no. Y, ¿por qué no? Porque cualquier agrupación humana tiende a promover que se acceda al poder por razones discutibles. Cada generación, cuando entra en política, lo comprueba por sí misma.
Me da menos alegría que el debate no se señalen cuáles son las condiciones para detectar a los que no vienen. Ahí van varias posibilidades:
a) Puede ser un trabajo continuado y tenaz en los territorios a los que se destina a los mejores (que se definen como tales por su trabajo poco vistoso) y a los más capaces. Ese era el modelo de la izquierda tradicional cuando iba en serio y quería tener raíces orgánicas con sus referentes sociales. Ese modelo debe respetarse y recogerse.
b) Puede consistir en adoptar prácticas políticas y de organización acogedoras, que desincentiven a los gladiadores de la propia línea y premien a los únicos capaces de tejer redes sociales amplias: aquellos que renuncian a lealtades internas fuertes e intentan cultivar la amistad y la apertura. Las lealtades fuertes y densas están muy bien en las familias o con amigos muy íntimos pero son letales en la política. Esto es la clave de organizaciones que no se cierren en fracciones.
c) Puede incluir prácticas de detección de los que quedan fuera del radio central de discusión y promocionarlos, para que cuenten sus problemas y aprendan -o enseñen marcos- para tratarlos y coordinarse. Esto es lo más serio.
d) Puede exigir un trabajo de autodetección de los mecanismos -normalmente implícitos- de exclusión de la política procedentes de sesgos de clase, género, localización geográfica, estudios. En la tarea se debe ser claro y huir de lo eufemismos porque de lo contrario ni se comprende nada ni se ataja nada. Los sesgos no son un pecado ni una falta de los que los cometemos (en general el juicio de intenciones es absurdo): proceden de que, como en casi todo, no sabemos que lo hacemos pero lo hacemos -que dijo el otro-. Esto es lo otro más serio.
Sin todo lo cual, ningún nombre propio significa nada, al menos en un plazo políticamente significativo. Yo me alegro infinito de que existan dirigentes aunque me niego a atribuirles el papel de personas providenciales y me quedo perplejo ante tanto búsqueda del líder en personas de sincero talante libertario. Ser muy líder tiende a sacarte de tus cabales. Un líder muy amado, demasiado amado, requiere una virtud titánica para no convertirse en alguien pernicioso. Jean-Pierre Vernant veía ahí la clave básica de Edipo Rey -y no el dichoso complejo- y de ahí la imagen que preside esta nota.
En fin, que celebro que se discuta de los que faltan aunque yo propongo que se concrete más cómo descubrirlos y activarlos con continuidad: para que entre los próximos líderes tengamos cuanto más trayectorias improbables mejor y para que la morfología social del poder no se imponga como un calco dentro de la propia organización y seleccione a los mandantes y a los mandados. No porque sea una mácula ser un privilegiado o de tal o cual ciudad o amigo de sus amigos, sino para que tampoco sea un trampolín. 

Comentarios

Unknown ha dicho que…
Sobre todo, hay una gran pobreza ideológica en España. ¿Donde está el partido liberal en España? Muchos liberales no hemos votado porque no existe tal opción. Y sobre ampliar la ideología de Podemos, como lo defiende Irene Montero, la peña del Secretariado Unificado, sacan los pendones apolillados y los manuales de buen revolucionario y me espetan un ¡¡DISIDENTE!!
Haber el Kichi, si sabe gestionar mas allá de los intereses partidistas y de clase y mire por el interés general de la ciudadanía. De todas maneras, a pesar de los roces ideológicos evidentes, me quito el sombrero, ante la gente de Podemos, han hecho una buena campaña.
Solo lamentar que Fanny Kaplan no acertara a darle al tovarich. Tal vez, la historia hubiera sido diferente.

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