En La
norma de la filosofía establecí tres efectos "positivos" (que
fueron destructivos para otros) de nuestra Guerra Civil en las carreras de
filósofos. Fue un intento de ordenar con claridad qué representó un régimen
totalitario en la transformación de la filosofía. Los tres efectos consistían
en 1) la recuperación de carreras que quedaron atascadas y que gracias al golpe
fascista encontraron un espacio académico 2) la aceleración de carreras gracias
a los vínculos políticos obtenidos con el nuevo orden 3) la creación de
carreras casi de la nada, sin duda el indicio más claro del totalitarismo.
Por lo demás, la clasificación tiene
vocación más general y sirve para categorizar la acción del poder político
sobre el campo intelectual, y hacerlo de la manera más precisa posible. Esta
acción adquiere un especial dramatismo en los regímenes totalitarios pero sigue
funcionando en otras articulaciones donde existe más autonomía intelectual y
donde el poder político se autocontiene. Porque si definimos el totalitarismo como el proceso de privatización sectaria de la esfera pública, las diferencias con el respeto de la autonomía intelectual nunca son tajantes.
Volver al libro viene a cuento del interesante
trabajo publicado por el profesor Víctor Méndez Baiges sobre José Luis López
Aranguren en el número 79 de Daimon.
Revista Internacional de Filosofía
(pinchen aquí) y que les invito a leer.
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