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Hace unos años, en una clase de Máster
dentro de una Facultad de Educación, una asistente interrumpió mi exposición
para decir que ella creía que los países necesitaban gente carismática como
Hitler o Stalin. Yo le hablé de Bono para decirle que todos los carismas no son
iguales: existe criminales con carisma (no en vano el Conde Drácula las dejaba
rendidas a todas como ahora, según noto, le pasa a ellos y a ellas con El lobo de Wall Street) y jetas con carisma y que, por tanto, la cuestión estriba en
preguntarse, carisma, carismita, ¿de dónde vienes tú tan bonito? Acto seguido
le pregunté si conocía las cifras del GULAG o del Holocausto y me respondió que
sobre eso existen muchas posiciones y que por qué iba a ser mejor la mía. La
referencia era Google donde, por supuesto, uno teclea y encuentra apologetas
del Führer y del tirano nacido en Tiflis sin problema alguno –y no digamos del
excantante y hoy ideólogo
neoliberal. Todo está en Google.
Pasemos a otra anécdota. Como Bolonia nos
obliga a hacer muchas cosas para que los alumnos no se aburran, y sobre todo
para que no deban memorizar demasiado, lo único posible es pedir ensayos sobre
temas variados en los que se exprese la opinión. Desde hace un tiempo la presencia de Google fecunda
el ensayismo estudiantil. Lo que acaba siendo preocupante no es el copieteo
sino que cada vez hay más gente que no entienden que copiar es un problema. No
sólo entre los estudiantes claro: los problemas con la intertextualidad son el
pan nuestro de cada día y hay quienes fusilan sin rubor alguno -con o sin
paráfrasis. Aunque, más allá de la extensión del plagio, lo peor es la cantidad de
sandeces que la gente copia. Y claro siempre pueden decirte como la amiga del hombre carismático: es falso porque tú lo dices, que en la red otras autoridades que se
oponen a tu criterio, so dictador.
La cultura de Google machaca el aprendizaje. No hablo ya de las faltas de ortografía y de
la incapacidad de construir un razonamiento después de tres frases. Yo tuve y
tengo faltas y escribo lo menos mal que puedo pero lo que sí puedo asegurar es
que escribir, escribí siempre y que, mal o bien, de mi angustia ante el papel
en blanco, surgieron mis trabajos sobre el Arcipreste de Hita, la economía del
COMECON, Nietzsche y la religión o La crisis del Estado de Bienestar. (Los tres
primeros en bachillerato, el otro ya en la universidad, todos malos, pero en todos está mi mano.)
Bueno, pues todo esto no parece preocuparle al subdirector de educación de la OCDE quien dice que, como todo está en Google, debemos
dejarnos de contenidos y hacer a los alumnos capaces de aplicarlos. Debido a que las buenas noticias van en parejas, como la Guardia Civil, resulta que es el inspirador de nuestros jerarcas ministeriales.
Lo de la aplicación es divertido, y
mucho. De nuevo más experiencias de Máster. Si uno explica la Lucha por el
reconocimiento de Honneth en clase no faltará quien te cuente una historia de
pareja y si hablas del cuidado de sí de Foucault seguro que alguien se explaya
sobre la mística de los abdominales. Cada vez resulta más difícil escuchar algo
y no pronunciarse y esperar, pensar y saber si el sentido que tiene es el que
nosotros le damos. Todo es cuestión de empoderarse, es decir, de poner la cultura al servicio del ombligo de cada cual. Evidentemente así se producen aberraciones. El
psicoanálisis de Winnicott –tal y como lo emplea Honneth- o la reactualización
que Foucault logra de Séneca pueden sernos de ayuda sin precauciones será un gazpacho indigesto (la transferencia y la disciplina estoica producen verdades con muchas penas de por medio) o elementos de un parloteo presuntuoso y vacío. Y a veces, lisa y llanamente, no permiten
que los apliquemos. Saber es conocer y cuando mejor se conoce algo más
problemas le encontramos a su encarnación en la vida.
Habrá quien diga que es el mal de los saberes esotéricos, como el filosófico o el psicoanálisis y que deberían quitarse. Pero no: pasa hasta más y peor entre lo que parece más aplicado. Un joven amigo y
profesor brillante propuso a sus alumnos discutir sobre el capital cultural y
la respuesta fue que la cultura no estaba suficientemente apreciada y, otra,
que hay gente que se cree más por la cultura, y que quieren ser mejores pero
que todos somos iguales.
El problema es hablar sobre lo que no
se ha estudiado, madurado y memorizado: ¡sí!, memorizado, porque solo la
memoria nos permite rumiar lo aprendido y dialogar constantemente con nosotros
mismos a través de los marcos que otros tiempos y otras personas nos
proporcionan. Los griegos lo sabían: las Musas, la inspiración, son hijas de Mnemosina, de la memoria. Si pierdo la memoria recuerdo retazos incoherentes, que se convierten en ripios dentro del discurso y, más miedo da, dentro de la cabeza. Uno siempre recuerda esas
magníficas conversaciones de pijas con el Duque francfortiano de Alba que
retrataba Manuel Vázquez Montalbán en El
premio y que eran más o menos así: “Venga Jesús, háblenos del ruso ese, del Lucas, que está muy
interesante!”.
La cultura de Google es un camelo. Sucede
lo mismo que si me sueltan en la mejor biblioteca de Física contemporánea.
Entenderé algo pero me perderé en la mitad de las argumentaciones, matemáticas
o no, si alguien no se pone a hacer cuentas conmigo, no me lleva de la mano y
no me obliga a pasar tardes enteras torturándome con ecuaciones.
Castoriadis tiene una crítica muy poderosa del funcionalismo.
Hay ideas, proyectos, que logran un lugar hegemónico y que no están articulados con ninguna otra dinámica, no
existen para favorecer algo oculto –aunque algunos sí. Única y
exclusivamente son el resultado de
la fantástica incompetencia de las elites políticas, de que o escalan los más indocumentados
(eso sí: ¡con carisma!) o siendo personas inteligentes se encuentran
completamente impregnados de una mitología ridícula: la versión más pobre del
saber para prever y prever para cambiar. Las barbaridades pedagógicas son fruto
de la irracionalidad. Porque una de las más pérfidas traiciones a la razón es
considerar que los instrumentos racionales carecen de límites y que todo tiene una
solución estandarizada, una llave maestra con la que resolver toda las perplejidades del mundo.
Gente así de irracional gobierna la
educación en Europa. Y seguro que publica artículos científicos en revistas del
primer cuartil.
No sé cuándo comienza la resistencia
seria a toda esta tontería, a toda esta filosofía miserable del corta y pega
que amenaza con convertir las clases en un simulacro. Pero ya es tiempo.
Comentarios
José Carlos Bermejo Barrera: ¿Qué es un investigador?
Hay palabras que han desaparecido en la universidad, como enseñar, aprender, estudiar, trabajar, leer, escribir y descubrir. Frente a ellas, que describen todo lo que es posible hacer en una universidad, triunfa el vocabulario ampuloso y vacío, en el que términos como docencia, gestión e investigación ocupan todo el espacio. En realidad la nueva docencia en algún caso se está convirtiendo en el arte de exhibir una ignorancia verdaderamente enciclopédica de una asignatura, apoyándose en toda clase de medios tecnológicos. “Gestión” lo explica todo; algún nuevo experto en recursos humanos podría decir que una pareja de amantes es “un grupo binario de agentes sexuales que gestionan sus competencias y habilidades de modo mutuamente satisfactorio”. Y por último, investigación es un término que abarca realidades tan heterogéneas como el álgebra, el derecho civil, la química, la historia o la oceanografía, saberes todos ellos evaluables por los mismos expertos.
Se supone que todo lo que se investiga es ciencia, y que todo debe ser investigado en grupos financiados y controlados por la administración o la empresa. Y así lo que es verdad en el campo de las ciencias experimentales o en la ingeniería no lo es en muchos otros, en los que la palabra investigación no describe el proceso de creación del conocimiento. En la química, por ejemplo, son necesarios laboratorios, que requieren espacios propios, instalaciones adecuadas, aparatos, reactivos; en ella ya no existe el trabajo individual, los procesos de investigación son muy largos, y requieren miles de horas de trabajo y la coordinación entre personas. Sus resultados, por ello, se publican siempre en trabajos colectivos. Desde comienzos del siglo XX hasta ahora, el incremento del coste en la investigación experimental se ha disparado. Si comparamos el laboratorio de E. Rutherford en la universidad de Montreal en 1900 con una imagen cualquiera del acelerador del CERN en Ginebra, veremos que estamos ante dos mundos diferentes. Los equipos de investigación son indispensables en las ciencias experimentales, y de la misma manera en ciencias no experimentales, y no por ello menos ciencias, que se basan en la observación, como la anatomía, la botánica, la astronomía, en las cuales no se pueden repetir en el laboratorio los fenómenos que se estudian.
http://firgoa.usc.es/drupal/node/51131
Rosa
Ahora es todo aprendizaje, se consagra la muerte a la enseñanza. Entorno de Aprendizaje Personal, aprendizaje invisible, aprendizaje ubicuo,... Toda una retórica del engorde pedagógico que requieren los nuevos tiempos.
A mí personalmente me da vértigo; el capitalismo colonioza las mentes y las esferas más protegidas. hasta M. Fernandez Enguita esta pasando por el aro, produciendo mucha información, pero menos cto. profundo.
Gracias por el sugerente post. Yo lo sufro cada día en clase. Más que nada la gente quiere tareas, conexiones sin saber muy bien para qué. Es el pensamiento fragil, debil-itado por una tecnología vacua.
Mariano
Gracias por el post JL.
Ana
Lo que no se dice de PISA
Ángel I. Pérez Gómez
Cuadernos de Pedagogía, Nº 442, Sección Historias mínimas, Febrero 2014, Editorial Wolters Kluwer España, ISBN-ISSN: 0210-0630
Ángel I. Pérez Gómez. Universidad de Málaga.
Después de tanta letra interesada sobre PISA, creo conveniente destacar cinco aspectos sustantivos que no aparecen en las crónicas habituales:
1. Las pruebas PISA no miden la capacidad de reproducción de conocimientos memorísticos, datos, fechas, definiciones, fórmulas, sino la capacidad de aplicar conceptos a problemas y situaciones. Por ello, los países como el nuestro, cuyo sistema educativo prima, lamentablemente, el aprendizaje memorístico y la reproducción de datos en los exámenes, salen menos favorecidos (Francia, Italia, Estados Unidos, España). Ojalá las pruebas y exámenes habituales en nuestra escuela imitaran la filosofía de PISA de evaluar pensamiento y no reproducción memorística de datos.
2. La variable que mejor predice el rendimiento de los estudiantes a los 15 años es el nivel sociocultural de la familia, y el nivel sociocultural de las familias españolas es sustancialmente inferior al de la mayoría de los países de la OCDE (véase el informe PIAC, 2013). El alumnado en cuyas casas hay menos de 10 libros obtiene resultados inferiores en 124 puntos a los que obtiene el alumnado en cuyas casas hay más de 200 libros. Estas diferencias son escandalosas, mucho más que las diferencias entre países o comunidades autónomas. Necesitamos profundizar en las pedagogías y políticas que favorezcan y ayuden, mediante enseñanza personalizada, a quienes más lo necesitan. Es más difícil y mucho más lento salir del subdesarrollo educativo y cultural que del económico. Es curioso en este sentido el trabajo de Martínez García La Historia en PISA (2013, disponible en http://www.eldiario.es/zonacritica/Historia-PISA_6_203739626.html), donde encuentra que las comunidades con más problemas de analfabetismo en 1860 son hoy las que peor salen en PISA.
3. Los modelos estadísticos con los que se elaboran los resultados de PISA admiten un error cuando menos en torno al 3%. Por ello, en una escala de media 500 y desviación típica de 100, diferencias de puntuaciones inferiores a 15 puntos no son significativas y, por tanto, no deberían tomarse en consideración, sino como tendencia, a la hora de hacer juicios comparativos, (Svend Kreiner, 2013, citado en http://blogs.edweek.org). La estrategia más recomendable es utilizar intervalos de 15 puntos en las calificaciones obtenidas para hacer ránquines, comparaciones o agrupaciones entre países, comunidades, centros.
4. Lo que no se mide no existe, y por tanto, el efecto más perverso de las pruebas PISA es que provocan la desconsideración de ámbitos tan relevantes en la formación de los seres humanos como las ciencias sociales, las humanidades y las artes. En la política curricular de muchos países empiezan a notarse ausencias decisivas y graves en la formación del ciudadano contemporáneo, inducidas por la pretensión de responder a las exigencias de PISA y otras evaluaciones externas que “olvidan” estos ámbitos.
5. En el Informe PISA se pone de manifiesto una vez más una deficiencia grave del sistema educativo español: el aislamiento e individualismo de los docentes. Veamos unos datos: solo el 10% de los profesores españoles más expertos frente al 69% de la OCDE observan y ayudan a los noveles; solo el 22% frente al 60% de la OCDE colaboran en la programación, la enseñanza y la evaluación; solo el 26% frente al 72% de la OCDE reciben algún tipo de asesoramiento in situ para mejorar su docencia.
Estas sí son diferencias significativas.
http://www.youtube.com/watch?v=dTizAjQlnKs
Saludos,
José Antonio
Pensamiento low cost
Funcionamos con píldoras de información. Leemos sólo si el texto de presenta como un decálogo. Hablamos para escucharnos