Ayer vi Joker. Hay dos relatos que me
parecen definitivos. La primera cuando la trabajadora social le anuncia que se
suspenden las sesiones y le señala a Arthur: a estos no le importamos nada ni
usted ni yo. La segunda es la revisión del padre de Bruce Wayne: un chulángano
capitalista que alaba a sus polluelos, casi puede decirse que correctamente ajusticiados por Arthur. Sus
polluelos parecían los compadres de Patrick Bateman.
La crisis del Estado Social es también la apertura del
episodio que Christopher
Nolan dedica a Bane -los niños acabando en las alcantarillas porque a Bruce
se le ha olvidado sostener el orfanato. Mas en esa serie papá Wayne aparece
como un filántropo bondadoso. En esta los ricos buenos no ayudan a compensar un
Estado raquítico, neoliberal y corrupto. Lo generan y sostienen con una
autopercepción en que los demás son payasos.
Por cierto, hay huelgas de basuras en Gotham, con escenarios de fondo de
portada de los Ramones. Fue la huelga de basuras de los 70 en Nueva York, la que como
resultado trajo el neoliberalismo. Aquí trae ratas gigantes y una rebelión,
porque parece que ya está el neoliberalismo: a Arthur lo despiden porque un empresario
de sí -a los que otrora se llamó compañeros de trabajo- le ha hecho una
jugarreta para adquirir un espacio de mercado.
Lo más importante de todo: Arthur busca gente amable, algo que se ha llevado este desastre oscuro, sustituyéndola por empoderados asertivos qué-hay-de-lo-mío.
Lo más importante de todo: Arthur busca gente amable, algo que se ha llevado este desastre oscuro, sustituyéndola por empoderados asertivos qué-hay-de-lo-mío.
Ratas gigantes en rebelión... En fin, nostalgia punk. Es como si se invirtiera
la fórmula: primero llegó como comedia y luego vendrá como tragedia. Los setenta del siglo XX aún no se han ido.
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