El libro Reificación (Buenos Aires, Katz, 2007) de Axel Honneth se propone recuperar el concepto elaborado por Lukács en su legendario Historia y conciencia de clase. Allí, el filósofo húngaro explicaba la transformación de las relaciones entre los seres humanos, entre estos y la naturaleza, y de los seres humanos consigo mismos, en un epítome de la lógica de la mercancía. Honneth acude al ancestro a la vez rechazado pero reconocido por la primera generación frankfurtiana y rescata el concepto. Lo depotencia notablemente y lo convierte en una afirmación de la primacía de la implicación emocional frente a la objetivación manipuladora en las relaciones humanas. De ese modo, factura su nueva versión de la teoría crítica (el reconocimiento) que se opone a la de Habermas y a su teoría de la acción comunicativa –la comunicación no logra llenar en intensión y extensión la implicación que vincula a los seres humanos entre sí- y se vincula con nuevas preocupaciones “societales”, muy del gusto del público del criticismo chic al que quizá se dirija. Los ejemplos que busca, con la excepción de una breve referencia al contrato de trabajo vía Robert Castel, son expresivos: las relaciones en los chat, las entrevistas de trabajo, etc. Eso sí, los ejemplos sociológicos aparecen al final, después de haber dotado a la teoría de padrinos filosóficos (Dewey y Heidegger acompañan a Lukács) y de referirse a la psicología del desarrollo. Y no hacen otra cosa que corroborar la teoría previa. Extraída de los libros de filosofía.
Incluso el capítulo V, para mí el más interesante, se funda en la oposición de dos posturas extremas (quienes creen que los sentimientos son estados, como las cosas, y los que cree que son puras construcciones dependientes de las intenciones del sujeto) y la suya, voila!, media la una y la otra. Sobre ese tipo de rutina escolástica del pensamiento por parejas escribió sabias líneas Lévi-Strauss, que Bourdieu recordaba una y otra vez (al que por cierto, Honneth no cita nunca -y bien que hace si no le apetece-, pero que tiene una teoría del sentido práctico mil veces más a propósito para su argumentación que la de los mentores, eso sí, filósofos, que escoge).
El libro es bello (aunque nunca comparable en sus desarrollos a todo lo que me pareció que prometía La lucha por el reconocimiento) y contiene partes muy interesantes (la crítica al binomio sistema y mundo de la vida de Habermas, no por obvia, deja uno de celebrarla, el uso inteligentísimo de la psicología y del psicoanálisis más sensatos...). La traductora, Graciela Calderón, ha hecho un buen trabajo, además. Pero se dice uno que la teoría crítica nunca despegará de las formas más usuales de teoría tradicional. Muchos años después del manifiesto fundacional de Horkheimer.
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