¿Desde dónde piensa un filósofo? La tradición universitaria
suele concentrarse en sus fuentes teóricas, corregidas o no por algunos añadidos
biográficos. Algunos filósofos, sin embargo, combinaron diversos registros
intelectuales, por ejemplo, el periodismo. En ese caso, los registros menos
nobles se consideran vicarios de los más consagrados o síntoma del abandono de
la via regia. Ortega, periodista por
familia y vocación, conoció como se le minusvaloraba por sus columnas y su estilo e incluso,
en alguna ocasión, se sintió compelido a justificarse delante de su superyó
filosófico: como viví en España, tuve que escribir así, no me pude permitir
hacerlo como un profesor alemán, que puede permitirse el lujo de escribir
esperando la lectura de veinte colegas. Yo tenía que hacerme entender. Lo que
nadie se pregunta es: ¿cuánta información teórica (esto es, enunciados que
pueden inspirar la confrontación con otros contextos) se pierde por escribir
sobre acontecimientos concretos? ¿Se pierde profundidad por abandonar la
pomposidad retórica de las especialidades intelectuales?
Tras leer esta magnífica selección cabe responder: ninguna y
no... Y hasta cabría decir: puede, que sin cepos retóricos, se gane en finura
intelectual y en solidez. Porque Marx, filósofo y economista, también fue
periodista, y lo fue por necesidad, después de una malograda carrera de filósofo.
La editorial Alba acaba de publicar una selección
de sus Artículos periodísticos. La
selección, la introducción y las notas son de Mario Espinoza Pino y la traducción
de Amado Diéguez y de Isabel Hernández.
La introducción presenta las fases del trabajo periodístico
de Marx y justifica las unidades temáticas en las que se divide el libro (”Política
y sociedad”, “Revoluciones y revueltas”, “Comercio, finanzas y crisis” y “Colonialismo,
esclavitud y guerras de emancipación”). El periodismo, al parecer de Mario, fue
central en la trayectoria de Marx y sin él nunca se hubiera empapado de política; del periodismo nacieron y en el periodismo se confirmaron muchas de sus intuiciones profundas. Una de
ellas, fundamental, es que miseria y riqueza caminan juntas en el capitalismo y
que el aumento de la segunda rara vez redunda en mejora de la primera. Esta conclusión,
obviamente, se encuentra al alcance del peor lector de Hegel, y puede resultar
tan arbitraria como la tesis contraria.
Lo grande fue que en Marx produjo mucho más. Un intento sistemático por interrogar los vínculos entre las luces y las sombras del capitalismo. Y de hacerlo de manera exigente. Si escribe sobre los enfermos mentales se preocupa por cómo se reclutan los celadores, y se alimentan los enfermos, sobre quién clasifica y según qué criterios –médicos o económicos- a los diversos tipos de locos. Marx se cuida de atribuir los desastres que observa a la mala voluntad, aunque esta exista. A menudo, la ley no se encuentra a la altura de la realidad. La gestión de los enfermos se deja a subcontratistas que obedecen al principio médico del diagnóstico y el cuidado, sino al de la rentabilidad. Los hospitales públicos son escasos y aunque son buenos sufren por sus enormes dimensiones –que impiden cuidados personalizados. Si se preocupa por la delincuencia Marx se concentra en las estadísticas oficiales, preguntándose cuánto del crimen real se escapa por la forma en que se registra y situando el asunto en contextos más amplios.
Lo grande fue que en Marx produjo mucho más. Un intento sistemático por interrogar los vínculos entre las luces y las sombras del capitalismo. Y de hacerlo de manera exigente. Si escribe sobre los enfermos mentales se preocupa por cómo se reclutan los celadores, y se alimentan los enfermos, sobre quién clasifica y según qué criterios –médicos o económicos- a los diversos tipos de locos. Marx se cuida de atribuir los desastres que observa a la mala voluntad, aunque esta exista. A menudo, la ley no se encuentra a la altura de la realidad. La gestión de los enfermos se deja a subcontratistas que obedecen al principio médico del diagnóstico y el cuidado, sino al de la rentabilidad. Los hospitales públicos son escasos y aunque son buenos sufren por sus enormes dimensiones –que impiden cuidados personalizados. Si se preocupa por la delincuencia Marx se concentra en las estadísticas oficiales, preguntándose cuánto del crimen real se escapa por la forma en que se registra y situando el asunto en contextos más amplios.
Marx no registra la realidad como un ideólogo. Precisamente
porque sabe que lo mejor y lo peor conviven se prohíbe sacrificar cualquiera de
los dos polos. De esa creencia filosófica nace una actitud científica: prohibirse violentar los datos, preguntándose, ante ellos, cuánto depende de procesos irrepetibles y cuánto de lógicas más generales. Cada artículo, nos dice Mario, le permite a Marx afinar sus
conceptos, ponerlos en contacto con los
acontecimientos, comprobando cómo estos se resisten a las teorías. En el
periodismo, el científico (y el filósofo) se confronta con la realidad empírica
y según Mario, sin los escritos de prensa, pequeñas composiciones (sobra
decirlo, pero hay que decirlo: en el caso de Marx, magistrales porque la enorme pasión moral alimenta la decencia intelectual. Y no siempre pasa) de teoría y
hechos, no se comprende su evolución intelectual. El lector de este volumen
exquisitamente cuidado asiente y espera ansioso los trabajos próximos en los
que Mario desarrolle por extenso las ideas de su muy elegante e informada
introducción.
Comentarios
Las políticas universitarias impulsadas por los Gobiernos español y catalán están transformando las universidades en centros escolares de formación multidisciplinar con un profesorado mayoritariamente dócil, obediente, acrítico e intelectualmente desarmado. El discurso oficial de la innovación, el emprendimiento, la gobernanza y la excelencia universitaria contrasta con la inexistencia de indicadores y datos sobre la contribución de las universidades al desarrollo social y cultural.