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Stockmann/Brody y el realismo malote: una crítica de la teoría del alma bella

 Sigo con la cuestión de la libertad (véase aquí y aquí). El concepto kantiano de libertad exige al sujeto obedecer la ley moral, siempre por encima de cualquier inclinación. Entre las muchas versiones que se han dado de ese principio, guardaré una: el sujeto es capaz de pensar su acción de acuerdo a cómo querría que la hiciese siempre cualquier persona justa. Pese a su apariencia, Kant forma parte de los ideales de humanidad que utilizamos cotidianamente. Como explica Axel Honneth, Kant produjo una auténtica revolución cultural. La idea de un ser humano libre y justo que se opone al mundo porque respeta lo verdaderamente humano de cada uno se encuentra en la obra Un enemigo del pueblo de Henrik Ibsen o más recientemente en la versión que nos propuso Peter Benchley  en Tiburón (llevada al cine por Steven Spielberg). Tanto el doctor Stockmann como el jefe de policía Brody encarnan el valor de sujetos enfrentados a los cálculos mendaces de los conciudadanos y de las élites locales. En el primer caso, hasta ponerse en riesgo a sí mismo, mientras que en el segundo la cosa se resuelve a través de una cooperación entre la ciencia, la clase trabajadora y las fuerzas del orden –todo lo cual parece imaginado por un socialista saint-simoniano. Que todo esto son principios que actúan en el mundo, me lo rubrica el profesor José Antonio Cerrillo Vidal, quien me indica que Boris Johnson se comparaba con el alcalde de Amity Island en Tiburón: es decir, el enemigo del sheriff Brody. 


Kant aparece a menudo en los debates políticos, sobre todo para acusar al oponente de no respetar la auténtica moralidad. El doctor Stockmann o el sheriff Brody vistieron ropajes de la derecha cuando acusó al gobierno de haber permitido la manifestación del 8 de marzo de 2020, pese a los riesgos para la salud; y volvieron a la palestra política, esta vez de la mano de la izquierda, cuando se denunció que Ayuso se quejaba del confinamiento del 99% para la cura del 1%. En ambos casos se denunciaba un vil cálculo utilitario en el oponente político y se autoerigía el denunciante en defensor de un principio de precaución que no deja a nadie atrás, ya sea por consideraciones políticas –caso del 8-M- o económicas –caso de la crítica a Ayuso.

Mas el ropaje kantiano tiene recorrido corto en la política actual. Stockmann o Brody fueron acusados de causar la ruina económica de sus comunidades y, en ese sentido, de faltar a un principio básico de la modernidad: la de que toda libertad debe conciliarse con la necesidad de ganarse la vida –para los menos pudientes- o de hacer negocios y enriquecerse –para los más poderosos. Sin esos referentes prosaicos, las comunidades del pueblo noruego ibseniano o de Amity Island ya se comportaban como lectores rastreros de Hegel.

Porque la crítica de Hegel a Kant fue la de ser incapaz de imaginar la concreción objetiva de los ideales, dentro de una concepción del sujeto que promovía penosamente una visión del alma bella.

Recuerdo el pasaje:

“La conciencia vive con la angustia de manchar mediante la acción y la existencia esa gloria y brillo de su propio interior y, para conservar la pureza de su corazón, rehúye el contacto con la realidad y se empecina en la tozuda incapacidad que le impide decir que no a ese su self levantado a suprema abstracción, [se empecina en la tozuda incapacidad] que le impide darse sustancialidad, o lo que es lo mismo: que le impide transformar su pensamiento en ser y [que le impide] confiarse y entregarse a la diferencia absoluta. Ese vacuo objeto que ella se genera, ella no puede, por tanto, llenarlo sino con la conciencia de la vaciedad o vacuidad; su hacer no es sino la nostalgia o aspiración que no hace sino perderse en ese convertirse ella misma en un objeto carente de contenido y esencia, y que, [yendo ella] allende esa pérdida y [desde ese ir allende] recayendo ella de nuevo en sí misma, no hace sino encontrarse perdida.-Y en esta transparente pureza de sus momentos, esta "alma bella” como suele decirse, pero infeliz y desgraciada, se va apagando [ como las ascuas] lentamente en sí misma, y desaparece en una especie de vaho informe que se deshace en el aire” (Hegel, Fenomenología del espíritu, trad. Manuel Jiménez Redondo, Valencia, Pretextos, 2006, p. 761)

 

Para explicarlo, voy a seguir a Carlos Víctor Alfaro en “Similitudes y diferencias entre “ironía romántica” y la figura del Espíritu denominada “alma bella” en la filosofía de Hegel”, Agora: Papeles de filosofíaVol. 38, Nº 1, 2019, págs. 57-78

a)      Por un lado, la conciencia se divide en dos: una parte es ella, determinada por una ley universal, y otra es el mundo, el en sí.

b)      Por otro lado, en su interior, la conciencia se descubre asediada por motivos  patológicos a la vez que elevada por la ley universal. Por eso, el alma bella se limita a juzgar las conciencias que actúan: si ella actuase estaría tan determinada por la patología como las demás. Cualquier acción suya destruiría el deber.

c)      Así, se establece un debate entre la conciencia que juzga y la conciencia que actúa, en el cual pueden distinguirse cuatro partes:

1) Universalidad del deber vs exigencias particulares

2) La conciencia que actúa considera que lo hace por deber pero al compararse con las otras considera que caen en el egoísmo. La conciencia –incluso la propia conciencia del sujeto, que se ha dividido- que actúa pide perdón a la que juzga.

3) La conciencia que juzga considera que es mejor no actuar que romper con la ley moral. Pero juzgar ya es una acción, distinta del juicio de otros, acción que no se corresponde con el deber. De ese modo, la conciencia que juzga, ya que actúa al juzgar, cae en el mismo problema que la conciencia que actúa.

4) Por ello la conciencia que juzga se transforma en un esfuerzo por mantenerse igual a sí misma. Su actuación es juzgar y no actuar.

 

Es muy fácil darle la razón a Hegel, pero no conviene hacerlo sin precauciones. La teoría del alma bella es una cumbre del pensamiento pero también puede convertirse en una peligrosa retórica muy del gusto de cierto cinismo malote que ayuda a presentarse en las cortes políticas. Los parámetros de la actuación, de la conciencia que actúa, son lo problemático, porque cualquier kantiano podría señalar que  si actuar significa hacerse valioso ante el capital financiero, o  a la explotación de los especuladores, ante los manipuladores políticos o los vendedores intelectuales de humo, el ejemplo de Stockmann y Brody es todavía pertinente: es mejor ser un alma bella si ello nos permite enfrentarnos a la verdadera amenaza de una vida digna de vivirse. Porque el alma bella contesta al hegeliano: la realidad que existe no es la única que puede existir, tú no eres el geómetra de todas las perspectivas que señala qué es lo que existe, qué es lo que puede existir y qué es un delirio –o como le dice la patronal a la Ministra de Trabajo: sus propuestas son ideológicas, lo cual supone que ellos, detentadores de la ciencia de la necesidad, la utilidad y la satisfacción, saben que cualquier reforma del mercado laboral sería como cerrar el balneario del pueblo o la playa en verano: el fin de la economía, de cualquier economía-.

Comentarios

Jose Antonio Cerrillo ha dicho que…
Gracias por la mención, pero no hacía falta. Al contrario que la entrada, tan buena como siempre ;-)

Saludos.

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