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¿Ideas sin drama o en el instante de un peligro?

 

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En la entrada anterior observaba que sin un trabajo de comprensión –a la fuerza histórico y sociológico- el pensamiento filosófico se malentiende. ¿En qué sentido? Falto de contexto queda abierta a las proyecciones fantásticas de sus receptores y acaba incubándose una elaboración a la medida de los intereses de los lectores y expositores, la cual a menudo solo puede aducir coincidencia terminológica.

La exposición sistemática de la filosofía reconstruye el pensamiento como si de un sistema científico se tratase. La experiencia histórica de los autores se reduce al nivel de peripecias que no merecen entrar en la argumentación. Las más precisas descripciones de ese formato pueden localizarse en el Tratado teológico-político, pero en el pensamiento contemporáneo las proponen Foucault en su primer curso del College de France y Althusser en sus trabajos sobre la filosofía que culminan en la conferencia La transformación de la filosofía -pronto aparecerá una nueva edición que he preparado- y en las obras que la suceden. Foucault explica que la filosofía consiste en un comentario eterno donde solo funcionan argumentos y donde toda referencia de estos al contexto histórico se convierte en sofística. Althusser señala que la filosofía funciona copiando el formato retórico de las ciencias para darles a estas lecciones –sobre “teoría del conocimiento”- y para dominar a las prácticas sociales: la filosofía resuelve las contradicciones ideológicas en términos abstractos que acaban teniendo un papel de primer orden en la gestión de los conflictos de clase. Althusser insistía mucho en la forma aparentemente científica como modo de guarecerse de toda interpretación social y política de la filosofía.

En ningún caso se ve tan bien esa deformación como en el caso de la denominada filosofía analítica, convertida por algunos influyentes partidarios y detractores como ejemplo de filosofía sin contexto. Una filosofía cuyo precedente, el Círculo de Viena, escribió su manifiesto fundacional declarándose influida por los movimientos de emancipación social y dispuesta a proponerles herramientas de análisis y lucha y en el cual figura el lema del gran Protágoras de que “el hombre sea la medida de todas las cosas”[i]. Y medida porque se trataba de proponer herramientas para que los descubrimientos de la ciencia pudieran ser utilizados por los seres humanos, lo cual obligaba a humanizarlos. Humanizar significaba: despojarlos de retórica sin que pierdan en contenido, limpiarlos, hasta donde fuese posible, del lenguaje codificado de los medios especializados para que los seres humanos pudieran utilizarlos para transformar el mundo. Tal es uno de los elementos que se encuentra detrás del trabajo sobre los enunciados protocolares: permitir clarificar qué se sabe con certeza, qué depende de interpretación teórica y dónde se encuentran posibles sesgos del sujeto que los recogió. 

Démosle la palabra al Manifiesto del Círculo de Viena: a la emotiva y vibrante prosa de Hans Hahn, Otto Neurath y Rudolf Carnap en la Viena de 1929:

 

 "[Este desarrollo histórico está] también conectado con la decepción de grandes masas de gente con respecto a la actitud de aquellos que predican doctrinas metafísicas y teológicas tradicionales. Así, ocurre que en muchos países las masas rechazan ahora esas doctrinas de manera mucho más consciente que antes, y en conexión con sus posiciones socialistas se inclinan hacia una concepción empirista apegada a lo terrenal. En los tiempos más tempranos la expresión de esta concepción era el materialismo; mientras tanto, sin embargo, el empirismo moderno se ha desprendido de formas insuficientes y ha conseguido una forma sólida en la concepción científica del mundo.

Así la concepción científica del mundo se mantiene cercana a la vida contemporánea. La amenazan seguramente duras luchas y hostilidades. Sin embargo, hay muchos que no se desesperan sino que, en vista de la situación sociológica actual, aguardan con esperanza la marcha de los acontecimientos por venir. Por supuesto que no todo adherente individual a la concepción científica del mundo será un luchador. Algunos, contentos con en su soledad, llevarán una vida retirada en las cimas de glaciales nieves eternas de la lógica; algunos quizás desdeñan incluso mezclarse con la masa y lamentan la inevitable “trivialización” resultante de la expansión. Sin embargo, sus logros también se incorporan al desarrollo histórico. Experimentamos cómo el espíritu de la concepción científica del mundo penetra en creciente medida en las formas de vida pública y privada, en la enseñanza, en la educación, en la arquitectura, y ayuda a guiar la estructuración de la vida social y económica de acuerdo con principios racionales. La concepción científica del mundo sirve a la vida y la vida la acoge[ii]".

 

Un Círculo de Viena sin historia es un alibi para lo contrario de lo que fue. Una corriente surgida del neokantismo weberiano, de la influencia de Brentano, de la experiencia de la Bauhaus, de los debates sobre el cálculo socialista, la planificación urbana democrática en la Viena austromarxista se presenta, cuando le sacamos de los gritos y conflictos de los que surgió, en la abanderada de un estilo filosófico abstracto y apolítico. Justo en aquello, tras la obligada emigración a Estados Unidos por la persecución ultraderechista al Círculo, en lo que se convertiría por el ambiente norteamericano de Guerra Fría: este la alejó de una alianza natural con su hermana progresista norteamericana –el pragmatismo; eliminó o hizo luz de gas, bajo una brutal coacción ideológica y presión institucional, todo su poderoso componente socialista... En suma, una triste historia en la que cuadra como un guante la tesis de Althusser sobre la filosofía como "lucha de clases en la teoría". Las ideas sin drama, sostenía Ortega, solo son alquimia de quien las manipula. El verdadero conocimiento de un pasado filosófico, como propuso Walter Benjamin, “significa apoderarse de un recuerdo que relampaguea en el instante de un peligro”. Las ideas depuradas en los manuales de ideas ayudan poco a ello. 



[i] Véase la página 112 en Asociación Ernst Mach. (2002). La concepción científica del mundo: el Círculo de Viena. Redes 9(18), 105-149. Disponible en RIDAA-UNQ Repositorio Institucional Digital de Acceso Abierto de la Universidad Nacional de Quilmes http://ridaa.unq.edu.ar/handle/20.500.11807/659

[ii] Ibíd., pp. 123-124.   

Comentarios

Carlos ha dicho que…
¡Qué interesante! Nada que ver con el Círculo de Viena que nos presentaban en la facultad, desprovisto de todo contexto.
Estas trayectorias de los integrantes del Círculo en el exilio norteamericano, con su "despolitización" para adecuarse a la Guerra Fría, recuerdan a la que Michael Pollak reconstruye para el caso de Lazarsfeld, que también había comenzado como joven científico al servicio del socialismo.

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